El siglo XIX en España, tuvo una epidemia como protagonista: el Cólera Morbo, que nada más y nada menos tuvo cuatro pandemias en estos periodos: 1833-1834, 1854-1855, 1865 y 1885. En cada localidad se afrontó con sus particularidades, en diferentes situaciones, y atendiendo a los vecinos con los medios médicos, y públicos disponibles conforme a las recomendaciones y medidas que se iban produciendo para atajar su propagación. Entre las razones de esta gran epidemia mundial, sus condicionantes se desarrollaban en contextos de insalubridad, hacinamiento de la población y falta de los servicios sanitarios básicos como alcantarillado, agua corriente y controles de los alimentos.
Verano de 1885. España se encuentra bajo la amenaza del Cólera Morbo Asiático. A Valseca llegaba de forma oficial y tocaba coger el asunto con toda la prevención que requería. El alcalde de Valseca, Juan Benito Luengo, ponía en conocimiento del pleno la llegada de la invasión y la evidente amenaza. El asunto fue consensuado con la Junta local de Sanidad, para adoptar varias medidas referidas a la salud pública. La primera medida es citar en el consistorio a la vecina Trinidad Callejo. El objetivo es claro, llegar un acuerdo con la misma, para custodiar todas las noches en el cercado del palomar de su propiedad a todo el ganado de cerda.
Las pautas son precisas, dar orden al Guardián de cerdos(porquero), “para que procure traer al mismo el ganado antes de la puesta del sol con el fin de que después de que coman por el pueblo, y a la señal de costumbre recogerlos y cerrarlos en dicho cercado y por las mañanas a la salida del sol los suelte y lleve de careo al campo, según sus obligaciones”, detalla.
Otro acuerdo fue “la provisión de las botellas de Ron necesarias”, como medida preventiva para la invasión, dejando como depositario al alcalde; si bien pasaron a obrar en poder del médico titular, Don Cosme Sanz, “para poder atender a los casos urgentes que puedan ocurrir”.
La competencia de dar las consignas públicas sobre higiene, era de la Junta local de Sanidad, que insistiría entre otros en la limpieza y aseo del local de la antigua Escuela de Niños, “con el fin de que en él puedan colocarse algunas camas por si fuesen necesarias por ser invadidos algunas personas de la localidad o obreros que se presenten a la recolección de cereales”, se matiza. El alcalde, nuevamente lo refrenda con la adquisición de camas nuevas, así como otro medio más, “la compra del hielo necesario para atender las necesidades”.

Las medidas preventivas tanto por parte del Ayuntamiento como de la Junta Local de Sanidad, son aprobadas, y consignadas en las partidas de Imprevistos del presupuesto municipal. Lo más importante era que se habían tomado decisiones por todo cuanto estaba aconteciendo en España y en el mundo y lo que estaba por llegar. Y el cólera llegó a Valseca el día 30 de julio.
Se convoca sesión extraordinaria. “Según los partes avanzados por el facultativo del pueblo, de fecha de ayer y de hoy”, la pandemia se estaba manifestando en la localidad. Por ello, el pleno se reúne de inmediato, y se acuerda dar cuenta a la Guardia Civil de la incidencia, y a la vez, proceder a la fumigación de las habitaciones y de las ropas de los invadidos, que ya habían fallecido. Para ello, la sesión acuerda que sea el alguacil del ayuntamiento el encargado de hacer las fumigaciones que sean necesarias, un trabajo para el que recibirá las instrucciones necesarias del profesor de farmacia de la localidad, Juan Moreno. Por este motivo, se trata de consignar una remuneración por la provisión de las medicinas, teniendo en cuenta que Moreno, aun no tiene la plaza de farmacéutico titular en el pueblo.
La eventualidad de Moreno, preocupa. Por ello se convoca un pleno extraordinario el día 3 de agosto, para proveer la plaza titular de Farmacia, teniendo en cuenta, “que estaba suministrando medicinas para los pobres enfermos de la localidad y transeúntes y que había hecho presente al ayuntamiento que no podía continuar de este modo por más tiempo a menos que se le pagasen las medicinas suplidas”. Esta circunstancia sumada a la presencia del cólera, hizo tomar un acuerdo urgente, “asignarle como farmacéutico titular de la localidad la suma de 150 pesetas con cargo al presupuesto municipal quedando obligado a prestar la asistencia, es decir, suministrar las medicinas reglamentarias a 27 familias de otros tantos vecinos pobres de la localidad que anualmente le asignase el Ayuntamiento, de igual modo que los casos de oficio que pudieran ocurrir”, se establece.
La siguiente sesión de pleno, se celebró a las dos semanas. El día 18 de agosto, el alcalde, Juan de Benito, comunicó la llegada de las ropas nuevas necesarias para las camas, a la vez que se habían hecho dos tarimas nuevas. A la causa se sumaba una novedad más. “Se hacía necesario de forma urgentísima hacer la fumigación general de todas las casas del pueblo”. Una intervención evaluada por el médico, Don Cosme Sanz, y que podía hacerse “muy de madrugada dividiéndose el personal por secciones de tres individuos por las calles y casas del pueblo, con el fin de purificar el ambiente de las mismas”, se especifica.
La intervención se realizó con cloruro y azufre suficiente obtenido en la Diputación Provincial. Pero había que seguir avanzando en el proceso. Y el siguiente paso era la búsqueda de un local separado del casco urbano para llevar las ropas de los recién fallecidos y de los que pudieran fallecer en lo sucesivo. La población ya estaba sumida en un porcentaje de contagios importante, con muchos casos de invasión que se venían presentando y las muertes que se iban produciendo, por lo que para ejecutar lo previsto, se requería a alguna persona o personas que lo realizaran, con cargo al municipio.
Son días tensos y calurosos los de agosto, combinados con algunas lluvias y la llegada final de tiempo fresco. La situación se dispara, se superan los noventa casos. El Boletín oficial de la provincia, se encarga de publicar periódicamente las incidencias en cada pueblo. Los datos de los últimos tres días(16,17 y 18 de agosto), no dejan de sumar y en Valseca el índice se incrementa con ocho invasiones más y un fallecimiento.

La corporación intensifica su esfuerzo y decide reunirse todas las noches en el Consistorio desde las nueve en adelante, “para tratar y acordar cuanto fuese necesario para evitar la propagación de invasiones”. Una circunstancia se sumaba a estos días intensos. En el pueblo se tenía que llevar a cabo la siega y recolección del trigo, era necesario e inevitable. Todo ello, según se constata en el pleno, “a pesar de que el cereal apenas se había principiado por la escasez de basuras para ello”.
Son quizá los de esta última sesión los más firmes y los más consolidados en favor de mantener la calma y el buen servicio dado el avance de la incidencia. La corporación acuerda que “el local de las camas se limpie y se asee cada mañana”. A la vez, que se continúe con la fumigación, dando comienzo a las cinco de la mañana, “para lo cual y con el fin de no perder la misa se pase recado al señor cura para que retrase el toque de la misa”.
El servicio coordinado entre Ayuntamiento y Junta de Sanidad, a lo largo del periodo de invasión había sido bien coordinado. Tan sólo surgió una desavenencia casualmente en los últimos días. El objetivo, era el predicho, conseguir un local para depositar las ropas de los coléricos finados. Para ello, el concejal, Guillermo Sanz Hernangómez, pone de manifiesto que “él tiene una casa de su propiedad, aunque no en las afueras del pueblo, y que era donde había habitado durante el verano el gallego José Labrador”. Sanz, tan sólo pone un impedimento, “que no podía usar de ella por tener la llave el vecino Gregorio Soldado”. Así qué analizado lo expuesto, se requiere a dicha persona por medio del Juez Municipal a que facilite la llave.
Una vez requerida la llave por su dueño, el vecino no accede a entregar la misma, incriminando con motes e improperios a cuántos iban acudiendo a su puerta. Y el pleno actúa de oficio, “imponiéndole una multa de una peseta por cada uno de los individuos de autoridad del ayuntamiento incluido el juez municipal a quien ha faltado”. Una anécdota, que puso una nota discordante a lo que habían sido los días de verano y epidemia en Valseca.
El resultado final fue muy negativo. De 734 habitantes que tenía censados Valseca, fueron invadidas 98 personas, con un total de 14 fallecidos, que envilecieron los días duros y calurosos que afrontó el pueblo, desde el 30 de julio hasta el 25 de agosto que concluyó este triste episodio.

LLegada de un nieto del farmacéutico de Riaza
Las tareas en el camposanto de las Eras de Abajo también se hacían vertiginosas, los enterramientos se sucedían de forma premiosa y en el depósito se acumulaban los cadáveres para darles sepultura de una forma rápida. Los traslados al camposanto eran realizados en angarillas, y según el orden establecido, se hacían a altas horas de la noche y primeras de la madrugada, y no contaran con acompañamiento alguno.
Precisamente, el depósito del camposanto fue construido unos años antes, en el año 1876, coincidiendo con una epidemia de viruela contagiosa, que ocasionó varios fallecimientos. Para ello, el Ayuntamiento de Valseca, a través del alcalde Benigno Herranz; la junta de Sanidad, y el cura ecónomo, Mariano Dorado, pidieron permiso para su construcción al Obispo de Segovia, Antonio García y Fernández.
Otra de las curiosidades que se presentó en el momento del Cólera Morbo, fue la llegada a Valseca de Juan Moreno, un joven farmacéutico procedente de Riaza, nieto del popular creador de la Puchera de Riaza(1820), un medicamento contra las fiebres producidas por la malaria creado por Frutos Sanz Agudo, farmacéutico de Riaza. El joven recién llegado a Valseca, no tenía la plaza en propiedad, pero la presencia del cólera aceleró su rápida provisión.
El Boletín provincial de Segovia, informó puntualmente de su llegada, un 15 de octubre de 1884. El texto dice así: “Habiéndose establecido en el pueblo de Valseca un nieto del Farmacéutico de Riaza, se encuentra con este motivo en esta nueva botica del Sr. Moreno, los verdaderos electuarios contra terciana y cuartanas, conocidos vulgarmente con el nombre de Puchera de Riaza”. Por ello, “se advierte que para evitar las frecuentes adulteraciones que de él, se hacen se ha variado de vasija, sustituyéndola por un tarro de loza, con el sello de su autor Farmacia de Riaza, inserto en el Tape. No teniéndose por verdaderos sin esta contraseña”, suscribe.
Hay que recordar que en el año 2020, se cumplieron los 200 años de la fabricación de la Puchera de Riaza, y como consecuencia de la pandemia del Covi 19, su aniversario no ha podido ser celebrado por el Ayuntamiento de Riaza hasta el pasado mes de mayo del año 2022. Son también varias las exposiciones celebradas sobre la misma.
