Los ‘Domingos de patrimonio’, la iniciativa de la oficina de Turismo de Segovia, mostró ayer, en visita guiada, un nuevo rincón cargado de patrimonio artístico y cultural: la cueva de Santo Domingo de Guzmán .
En este caso, la narración corrió a cargo del Doctor en Historia del Arte y antiguo profesor de la SEK, Francisco Egaña Casariego,
Ayer, fue la Cueva de Santo Domingo de Guzmán el patrimonio elegido para la visita. Ubicada en el interior de la Universidad IE, la actual capilla sirvió de refugio, en torno al año 1218, para el fundador de la Orden de Predicadores Dominicos, Santo Domingo de Guzmán. Según explicó Egaña, durante el día predicaba por la ciudad, y por las noches permanecía en la cueva rezando y autoflagelándose.
Domingo de Guzmán nació en Caleruega (Burgos) en torno a 1170. Hijo del noble Félix de Guzmán y la beata Juana de Aza, consagró su vida a la predicación y a la religiosidad. Realizó sus estudios de teología en Palencia. A la edad de 24 años se convirtió en canónigo de la Catedral de Osma y un año después fue ordenado sacerdote.
En 1207 acompañó al Obismo de Osma a realizar una misión que le había encomendado el rey Alfonso VIII. El objetivo era llegar a Dinamarca para pedir la mano de una noble danesa para el hijo del rey. La joven murió y finalmente no tuvieron que culminar su viaje, pero sirvió al santo para descubrir lo desarrollado que estaba el movimiento hereje por Francia e Inglaterra (cátaros o valdenses, que negaban parte del dogma católico).
Preocupado por ello, decidió crear una Orden de Predicadores de la fé católica, con el objetivo de frenar el movimiento hereje, considerablemente más organizado que el católico.
Con su talante generoso y cartitativo (llevó durante años una vida mendicante), adquirió gran fama en Castilla y pronto empezaron a surgir díscipulos suyos por todo Europa.
Fue en Segovia donde decidió construir el primer convento dominico en suelo hispano, en torno a la cueva. (actual Convento de Santa Cruz la Real).
Un terrible incendio arrasó el convento, el Papa Alejandro IV autorizó su rehabilitación, pero pronto aquel lugar se fue abandonando. Fueron los Reyes Católicos, con la ayuda de su arquitecto predilecto, Juan Guas, quienes lo rescataron, remodelándolo y convirtiéndolo en un lugar de devoción de primer orden. Hoy, la capilla ha vuelto a caer en el olvido y tiene que luchar contra los problemas de humedad que la acechan, debido a la proximidad del río Eresma. Durante años, la capilla contó con un retablo del célebre pintor Pedro Berruguete, pero desapareció con la llegada del Barroco.
Todo ello pudo conocerlo el público gracias a la iniciativa de la Oficina de Turismo. Los guías de son expertos con una refutada trayectoria, que han realizado pormenorizados estudios sobre el lugar en cuestión.
