La provincia de Segovia tiene 17 entidades locales menores integradas en once municipios. La de mayor población es Revenga, que pertenece al de Segovia y supera los 600 empadronados, mientras que la más pequeña de estas menores es Bernuy de Coca, que no alcanza la veintena, y forma parte del de Santiuste de San Juan Bautista.
Todas ellas conservan, en mayor o menor medida, sus costumbres, patrimonio cultural y natural, actividades tradicionales y ayuntamiento, aunque este último, regido en el actual mandato corporativo por 15 alcaldes pedáneos y dos alcaldesas pedáneas —las de Bernuy de Coca (PP) y Carbonero de Ahusín (PSOE)— tiene competencias limitadas por la Ley de Régimen Local de Castilla y León.
El preámbulo de esta Ley señala expresamente que “además de recuperar su tradicional y consolidada denominación”, su objetivo es la configuración de las entidades locales menores “con la pretensión de dignificar sus características institucionales, de modo que su existencia constituya un aliciente para los vecinos de los núcleos y para los propios ayuntamientos”.
Sin embargo, esta normativa limita mucho sus competencias: a la administración y conservación de su patrimonio, incluido el forestal, a la regulación del aprovechamiento de sus bienes comunales, así como a la vigilancia, conservación y limpieza de vías urbanas, caminos rurales, fuentes, lavaderos y abrevaderos.
Eso sí, pueden ejecutar las obras y prestar los servicios que les delegue expresamente el ayuntamiento de cabecera. Esta delegación tiene un pero, mucha burocracia. No pueden delegarse, en ningún caso, las competencias municipales de urbanismo (ordenación, gestión y disciplina urbanística).
La denominación de entidad local menor, que nace en 1924 con el Estatuto Municipal, es común en el resto de Castilla y León, con matices, así como en Extremadura, Baleares, Galicia y la Comunidad Valenciana pero en la provincia de Álava y en Navarra se llaman concejos, en Asturias parroquias rurales, en Andalucía entidades locales autónomas, en Cataluña entidades municipales descentralizadas y en Cantabria juntas vecinales. La provincia tiene más entidades locales menores que Galicia pero está muy lejos de las 1.226 de León, o las 643 de Burgos, donde algunas reciben también la denominación de juntas vecinales.
El Adelantado se ha puesto en contacto con alcaldes de entidades locales menores y prácticamente todos coinciden en que la falta de recursos, sobre todo económicos, es su principal problema. Puede alegarse que los municipios pequeños se enfrentan igualmente a la escasez de ingresos pero en este caso la dependencia del ayuntamiento del cabecera les resta capacidad de maniobra para ampliar su presupuesto e incluso quedan fuera, salvo programas específicos, del reparto de las transferencias anuales procedentes de otras administraciones públicas como el Estado o la Comunidad Autónoma.
Chatún (por encima de los 250 empadronados) es una de las tres entidades locales menores del municipio de Cuéllar. Su alcalde desde 2019 es Salvador Muñoz, de Ciudadanos, quien afirma que, a pesar de “la buena relación a nivel político” con el gobierno municipal socialista del ayuntamiento de cabecera, “hay muchas cosas que no se pueden decidir desde Chatún y en esos casos hay que hacer una propuesta al Ayuntamiento de Cuéllar para que dé el visto bueno, y eso motiva que en ocasiones se ralentice”.
No son muchos los recursos que generan ingresos a Chatún. Muñoz comenta que básicamente se trata del aprovechamiento de piñas y de leña seca. Otro aprovechamiento es el del pequeño soto del término, “pero es un ingreso casi simbólico. Hay caballos que pastan allí y por lo menos mantienen limpia la zona y se puede pasear y ver a los animales”, apostilla el alcalde.
Admite que los vecinos llevan “regular” la dependencia municipal de Cuéllar. Tenía su ‘independencia’, como el resto, hasta hace unos 40 años y muchas veces, sobre todo en cuestiones urbanísticas, las más delicadas, cuando un vecino quiere hacer algo “las pegas vienen por la normativa, porque los técnicos dicen que tiene que hacerse de otra manera, etc”. A juicio de Muñoz, la normativa urbanística es demasiado general, hecha para la villa, con su castillo, su muralla… “Ahí es donde está el fallo”, dice, porque considera que “podría ser más laxa”, al tratarse de un pueblo de 200 vecinos.
Otra cuestión es que “hay trámites que no se pueden hacer aquí, hay que ir a Cuéllar (a unos 15 kilómetros), y fastidia un poco” admite.
Sin embargo, insiste en que no hay, a pesar del diferente color político, un problema institucional con el gobierno municipal de Cuéllar. “Hay más o menos buena relación. Siempre que he llamado por teléfono al acalde de Cuéllar me ha cogido el teléfono y ha intentado solucionar lo que he planteado. Otra cosa son las cuestiones técnicas, no políticas”, dice.
Todavía está sopesando si repetir como candidato en las elecciones municipales de la próxima primavera. “Es más fácil ser alcalde de Segovia o Valladolid que de un pueblo pequeño, porque aquí tienes que estar a todo, a lo importante y a la tontería, por así decir”, afirma. Su análisis es el siguiente: “En grandes ciudades tienen asesores, tienes técnicos, te lo cuentan y tú tomas decisiones. Aquí es ‘oye que hay que abrir la iglesia’, ‘oye que viene no se quien’… Y somos pocos y al final pringas en todo”, apunta este alcalde pedáneo, al que, además, a pesar de carecer de tablas en un ayuntamiento, le ha tocado, como al resto, lidiar con una pandemia de covid y problemas sobrevenidos como obras que no se podían sacar adelante porque quedaban desiertas por el encarecimiento de materiales debido a la Guerra de Ucrania.
El que ya tiene claro que en mayo llegará el momento de plantarse y dejar la Alcaldía es el pedáneo de Revenga, Alfonso Nevado (PSOE). Jubilado desde el pasado día 27, considera que los dos mandatos corporativos en los que ha estado al frente de la entidad local menor, al que se suma otro como teniente de alcalde, son más que suficientes. Admite que el relevo está difícil porque supone asumir una responsabilidad y una dedicación que no está remunerada.
“No es que me moleste, porque para hacer esto se necesita tener ganas y querer a tu pueblo, y como yo hay muchos y muchas, pero te abordan por la calle, te llaman un domingo, te llaman a las dos de la madrugada y atiendo a todo el mundo. Que vale que puede ser culpa mía porque puedo decir: ‘lunes y jueves de tal hora a tal hora y con cita previa’ si me pongo drástico pero soy vecino de aquí de toda la vida y tengo buena relación con casi todo el mundo”, asegura.
“Según van pasando los años como alcalde te vas enemistando con más gente porque te piden cosas que son imposibles y puedes tener mano izquierda y lo sabes torear, en el buen sentido de la palabra, pero llega un momento que ya dices no. Esto ya no me motiva como antes, y pasar los dos años de pandemia, que no has podido hacer nada, que tenía en mente un montón de cosas para hacer, actividades, pero se fue todo al garete, sobre todo en 2020, eso personalmente me ha desmotivado”, añade.
Es de los alcaldes pedáneos que cuando le preguntan sobre la conveniencia de ser municipio en lugar de entidad local menor dice eso de “el buey suelto bien se lame” porque las competencias “están bastante limitadas” pero, al mismo tiempo, reconoce que Revenga tiene buenos servicios de recogida de basuras, de suministro de agua, de alumbrado público… En el debe, echa de menos más inversión municipal en urbanización de calles y aceras y se hace eco de las quejas del vecindario sobre los servicios del colegio (las familias demandan comedor y el programa Madrugadores, sobre todo), así como mejoras en el transporte público.
Por otro lado, comenta que sus competencias van poco más allá del cementerio, las fiestas y caminos, puentes y abrevaderos. Para hacer otras cosas tiene que pedir delegaciones puntuales al Ayuntamiento de Segovia, con el papeleo correspondiente. Aún así, en este mandato se ha ejecutado un huerto escolar y está en marcha una exposición permanente en el aula de usos múltiples con diapositivas cedidas por el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Pero hasta para poner unos columpios tienen que solicitar la delegación. “El secretario dice: lo tuyo son caminos, pilones y abrevaderos, y es un poco triste porque me gusta tener iniciativa. Hemos hecho lo que hemos podido”, concluye.
En la Campiña
En la comarca de la Campiña, al municipio de Santa María la Real de Nieva pertenecen cuatro entidades locales menores. Carlos Martín Pérez (PP) es desde enero de 2004 el alcalde pedáneo de una de ellas, Paradinas. Es de los que reconoce que, a medio camino entre el municipio y el barrio incorporado, estas localidades inframunicipales “tienen sus cosas positivas y pueden sacarse proyectos adelante”, aunque reconoce que hay una dependencia importante del ayuntamiento de cabecera. En Paradinas no cayó bien “la imposición” de dejar de ser municipio en los años setenta del siglo pasado pero, a pesar de los ‘piques’ con la cabecera, dice que la relación institucional con el gobierno municipal de Santa María es buena.
Por otro lado, sin generalizar, señala que hay vecinos que no se dan cuenta de que para conseguir un buen servicio de abastecimiento de agua a la localidad “hubo que dar muchos paseos” y solucionar el problema de presencia de arsénico. “Solo quieren abrir el grifo y que salga agua. Estamos teniendo averías —en los últimos años se han renovado redes y alumbrado— y al final la responsabilidad siempre recae en el alcalde pedáneo y los dos tenientes de alcalde.
En la misma comarca, Juan José Sobrino (PP), alcalde pedáneo de Moraleja de Coca (que no pertenece a Coca sino a Nava de la Asunción), presume de cierta independencia presupuestaria, aunque con la dependencia para determinados proyectos de las aportaciones de la Diputación Provincial. Eso sí, recalca que en temas urbanísticos es Nava quien tiene la potestad y generalmente es su arquitecto municipal el que ‘manda’ sobre los proyectos urbanísticos. Por eso sentencia que probablemente “sería más práctico si Moraleja fuera municipio independiente pero es lo que toca a día de hoy y en el futuro lo más probable es que haya más agrupaciones de municipios”.
Sobrino es de los alcaldes pedáneos a quien, a pesar de las dificultades, le gustaría continuar otros cuatro años en el cargo “porque tengo pendiente algún proyecto importante” y considera que debe ser alguien que resida en la localidad.
Carbonero de Ahusín
Un caso especial es el de Carbonero de Ahusín, entidad local menor próxima al centenar de empadronados que pertenece curiosamente al municipio de Armuña, un apéndice que geográficamente es difícil de explicar, ya que otro municipio, Añe, está por medio, al menos en la comunicación por carretera.
La alcaldesa pedánea, Sara Ayuso (PSOE), en su segundo mandato consecutivo después de ser una de las más jóvenes, sino la más, en 2015, con 25 años, afirma que “tenemos un amplio margen de independencia en las decisiones que conciernen a Ahusín, salvo por las que legalmente no queda más remedio que hacerlas a través de Armuña, que suelen ser pocas”.
Admite que mucho tiene que ver la excelente relación con el alcalde del ayuntamiento de cabecera, Blas Casado. “La relación es bastante buena, me llevo muy bien con él y nunca hemos tenido ningún problema. Hemos contado siempre los unos con los otros y en el ámbito económico reparte el dinero que le transfieren desde la Diputación por número de empadronados, repartiéndolo entre los dos pueblos”. Reconoce, eso sí que conoce otras entidades locales “donde no tienen esa suerte”.
La experiencia de alcaldesa ha sido buena, sobre todo al principio “porque empecé muy joven, con muchas ganas y hemos hecho muchas cosas, y se ha reconocido en el pueblo, pero cuando tienes otras responsabilidades es complicado”. Anima, además, a la gente joven del mundo rural a adquirir este tipo de responsabilidades durante un tiempo limitado para mejorar la vida de sus convecinos y sostiene que los cargos institucionales deben tener fecha de caducidad.
Por otra parte, cree que la independencia de Armuña —que solo podría intentar si supera el millar de empadronados— ya no es tema de conversación recurrente entre los vecinos que, en general, lo preferirían pero argumenta que la situación actual tiene sus ventajas: “hay cuestiones muy peliagudas que te quitas”.
Un veterano
Pedro García Díez (PP) es el pedáneo de Losana de Pirón (Torreiglesias) y tiene mucha experiencia, 20 años, en dos etapas distintas, en la gestión de esta entidad local menor que no llega al centenar de empadronados, aunque su alcalde dice que con la pandemia se han incorporado nuevos vecinos a la localidad y él trata de fomentar el asentamiento de población. Está cerrando su segunda etapa tras la que le gustaría pasar el relevo a su hija, que ya es concejal de Losana.
Relata con orgullo los proyectos conseguidos este mandato desde un consultorio médico, a mejoras en la casa consistorial, el punto limpio, pista polideportiva, etc. aunque considera que son pocos los recursos económicos que puede manejar una entidad local como la suya, a pesar de la buena relación con el alcalde de Torreiglesias y la existencia de un convenio por el que recibe 18.000 euros. El resto de recursos vienen de la gestión de las dehesas y de la tasa del agua.
Es también de los que piensan que “el buey suelto bien se lame” pero, como el que no se conforma es porque no quiere, apunta que, además de los recursos directamente municipales, hay que contar con un coto de caza que reporta 3.500 euros que administra la Cámara Agraria y que ha permitido, por ejemplo, rehabilitar una vivienda municipal, con el apoyo de la Junta, para una familia búlgara que se ha asentado en el pueblo con alquiler social.

