A punto de cumplir 28 años de alcalde de Fresno de la Fuente, Julián Horcajo Martín se confiesa enamorado de su tierra. Por ello lleva siete legislaturas como primer espada en el Ayuntamiento y otras cuatro como concejal.
Recuerda sus inicios en la política local como algo liviano. De hecho, no quería ser alcalde ni luego pensó fuera a serlo tanto tiempo. “Pero no había nadie dispuesto a seguir y me metieron a mí”, afirma con condescendencia.
Su primera vez como alcalde lo fue con el PDP, partido que luego desapareció y se integró en el PP, donde sigue. Hoy, con 61 años de edad continúa compaginando la labor de alcalde con su profesión de agricultor y ganadero, actividades de las que también se siente orgulloso.
Su padre también labró estas tierras pertenecientes al Ochavo de Bercimuel, en la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda. Con él comenzó a trabajar con vacas y ovejas. Ahora lo hace con cerdos, ya que el devenir de los tiempos le ha llevado a adaptarse a la actividad que más estabilidad parecía generar. “Está poco valorado el trabajo en el campo, con lo importante que es, porque supone la alimentación de la sociedad”, explica.
Lo que peor encaja de su actividad en el Ayuntamiento es ver que su familia, las personas más próximas, se “llevan los principales sin sabores de que yo me dedique a la política. Pero creo que eso les pasa a todos los alcaldes de los pueblos pequeños”, manifiesta a la vez que resume: “Pero poder trabajar por el pueblo es una gran satisfacción”. Así lo dijo recientemente en el acto en el que recibió la medalla de oro de la Diputación de Segovia.
Julián Horcajo ha visto cómo ha cambiado profundamente la vida de su pueblo con la construcción de la Autovía del Norte, la antigua N-I, que comunica Madrid con Burgos; de ahí con todo el Norte de la península, y también con Europa (denominada E-5). A la altura del kilómetro 124, entre Boceguillas y Carabias, se encuentra Fresno de la Fuente. El aumento del tráfico obligó a dejar el casco urbano al margen de la entonces denominada “carretera general”, y después, más separada aún de la autovía. Pero aún aislada con vallas y señales, esta carretera de gran capacidad influye de forma intensa en la vida cotidiana del pueblo.
El hoy alcalde recuerda que en otros tiempos el Ayuntamiento de Fresno tuvo sus pequeñas discrepancias con el Ministerio de Fomento que entonces trazaba la carretera. Plantear una gran infraestructura obliga a hacer expropiaciones de terrenos, lo cual no a todos satisface igual.
La vida en Fresno sigue siendo la de un pueblo tranquilo. No está abrumado por la intensidad de tráfico que podría tener si no se hubiera construido la autovía. “La verdad es que antes de hacerse la autovía llegaban al Ayuntamiento notificaciones de muchos accidentes. En ese sentido, ha supuesto una mejora de la seguridad vial que hay que alabar”, afirma. “También nos obliga a nosotros a usar las vías de servicio que a veces tenemos que recorrer y dar rodeos para llegar a un punto cercano. Pero es la ley de la evolución de las comunicaciones”, justifica.
Agradece tener una buena vía de comunicación que facilite. Ha ayudado a brotar algunos negocios y, por tanto, al asentamiento de algunas familias. De hecho, valora el que haya algunas familias con niños, algo que es difícil encontrar en pueblos del mismo tamaño que Fresno de la Fuente. Con 80 censados, se mantiene en ese nivel desde principios de los años 90 del siglo pasado. Y algunas veces ha llegado a superar el centenar.
A pesar de contar con autovía próxima, los vecinos de Fresno se sienten alejados del centro neurálgico de la provincia, Segovia. Por eso acogieron con gran satisfacción cuando se les permitió acudir a consultas de médicos especialistas al hospital de Aranda de Duero (Burgos). Llegar allí supone unos quince minutos en coche. A Segovia, más de una hora.
Un centro de ocio en su término municipal vinculado a los coches kart, segundas residencias, familias que se han asentado aquí por la cercanía a Aranda de Duero y a Madrid… son algunas de las circunstancias que permiten que Fresno se mantenga con vida.
“Aquí no hay colegio. Los niños tienen que ir a Boceguillas y luego al instituto a Ayllón. Pero al menos hay niños”, sostiene el alcalde, que reconoce la importancia de “tener buenas comunicaciones”. “Para ir a Aranda de Duero o a Madrid se puede solicitar el autobús. Hay que hacer la reserva previamente y el vehículo nos recoge. Es como el transporte a la demanda”, explica, y valora como algo que ayuda a los pequeños municipios.
También ha sacado una conclusión positiva de la pandemia del Covid. “Se está volviendo a valorar la vida del pueblo. Algunos han regresado, y por eso nos mantenemos con un censo de unos 90 residentes”.
Le gustaría que alguien tomase el relevo en la Alcaldía para poder descansar. En todo caso agradece el que desde 2016, se incorporara al Ayuntamiento como personal de plantilla un operario de servicios múltiples que le ha “quitado una gran carga de trabajo”. “Antes todo lo hacía el alcalde”, manifiesta.
Julián Horcajo cuenta con el apoyo también de una asociación cultural, que “funciona muy bien”. Desde hace dos años trabajan en la organización de las fiestas patronales, entre otras cosas.
Reconoce que es importante que el alcalde viva en el pueblo. “Veo en otros sitios que, por presentar candidaturas, ponen a personas de fuera. Y eso no puede funcionar bien”.
Igualmente destaca el trabajo colectivo que se realiza a través de la Mancomunidad de Nuestra Señora de Hornuez, que se puso en marcha para la recogida de las basuras, pero que también lleva a cabo otras labores de formación o trabajos esporádicos en el medio rural.
Consciente de la importancia de convivencia vecinal, el Ayuntamiento de Fresno mantiene un centro social que acaba de adjudicar. Está situado en el mismo edificio que el Consistorio, y lo explota ahora una vecina de Barcelona que ha decidido venirse a vivir al pueblo. Un avance más para el pueblo.
