Una vez inmersos en las tradicionales fechas de comidas y cenas que, junto a otros eventos de compromiso, suponen una inhabitual y desmedida, ingesta de sólidos y de líquidos, ya no hay marcha atrás para la gastritis ¿Qué tal se encuentran del estómago? Ya saben que, aunque nos planteemos todos los eventos desde la más sensata de las mesuras, nunca termina uno de estar exento del riesgo que supone andar cruzando la delgada línea imaginaria que separa la moderación de lo excesivo donde, además, si incluimos algún que otro alarde añadido, no tardaremos en pagar las consecuencias inmediatas del denominado calentamiento de hocico.
Humildemente creo que, mientras estemos a tiempo, deberíamos ser selectivos con aquello que nos pueda alterar y modificar el PH del estomago o del intestino. Por supuesto, me estoy refiriendo a todo tipo de “ingestas indigestas” como el exceso de vino o también, las noticias relacionadas con las arbitrariedades de los políticos. Puede que se esté percibiendo o padeciendo, por la sintomatología, un cierto paralelismo entre los estragos de estos eventos y los tejemanejes del ejecutivo. A lo mejor, todo es consecuencia de que nos cuesta muchísimo o directamente, nos sentimos incapaces de decir “que no” desde un inicio y luego, irremediablemente, nos suele tocar arrepentirnos y además, recuerden que el permanecer siempre sumiso, termina generando en el PH todo ese mismo desequilibrio.
Evidentemente, en el caso de los políticos, sabemos que nos tienen calibrados y que, mientras estemos sumidos en la indolencia contemplativa y una aplastante mayoría siga haciendo gala de una notable carencia de resortes, tienen asegurado el mantener a la sociedad bien agarrada por los bemoles. Y es que, desde hace ya un tiempo, nos perciben absolutamente entregados y además, salvo por las encuestas, de momento estamos sin los dispositivos necesarios para poder mostrar nuestro descontento. En ese sentido, el estar supeditados y ser, una y otra vez, absolutamente predecibles, ha desencadenado que nos den la comunión con unas ruedas de molino de una trascendencia y un tamaño tan grandes, que las hace muy difíciles de digerir, a pesar de que, en lo figurado, los incondicionales tertulianos televisivos, se apliquen en añadir una cantidad interminable de jugos estomacales dirigidos a justificar lo injustificable. Da la impresión de que, para muchas cuestiones que están al margen de la voluntad del común, se está aprovechando la anestesia general o la resaca lineal que suponen los puentes vacacionales, las luces de colores y las compras compulsivas, para modificar y ejecutar, al dictadillo de “la comanda catalana”, los delitos tipificados que estaban dispuestos para el control de los actos ilícitos que pudiesen cometer ellos mismos. Ojo que estas modificaciones a “la carta”, no es algo que se vaya a servir solo en este peculiar e indigesto rancho.
Para entenderlo, habría que interpretar de manera global, este menú navideño que infinidad de maniobras camufladas, con las reformas de Leyes Orgánicas que regulan el funcionamiento de Consejo General del Poder Judicial por medio y cómo no, después la Ley de Seguridad Ciudadana que, como se imaginarán, en conjunto, tienen la clara intención de eliminar las consecuencias de las potenciales acciones “impetuosas”, que pudiesen cometer las “fuerzas de choque” ideológicas en una agitada sobremesa. Vamos, porque no somos mal pensados que, si no, cualquiera diría que está todo previsto ante la posibilidad de un hipotético y radical giro político. Algo que, solo con pensarlo, debería provocar de manera generalizada, una precoz hernia de hiato en el hemiciclo.
Sin embargo, ante la limitación de la facultad absoluta que imprime la división de poderes, parte del espectro ha entrado en una espiral de berrinche y de crítica permanente con las posibles decisiones negativas con que se topen sus intereses y que lógicamente, deben de ser y son, tomadas por los jueces. Imagínense la acidez y el reflujo que les debe de provocar a los primeros el sentirse contrariados. Así que, ya saben, tengan bicarbonato de sodio a mano, en un país donde, por un motivo u otro, nos va a tocar seguir padeciendo de estómago delicado.
