Los graves disturbios que vive El Cairo desde el pasado miércoles se propagaron ayer por diferentes barrios de la ciudad, que fueron escenario de tiroteos, agresiones con arma blanca y atropellos por vehículos incontrolados. Según la Policía, al menos cinco personas murieron a lo largo de la jornada, que se sumaron a otros cinco fallecidos la noche anterior por tiros de posibles simpatizantes del presidente egipcio, Hosni Mubarak. Su Gobierno, por boca de su segundo, Omar Suleimán, prometió mano dura con los «saboteadores» porque «no se puede permitir la parálisis del país».
El caos y la anarquía se adueñaron de las calles, especialmente tras la entrada del toque de queda a las 17,00 hora local, con altercados protagonizados sobre todo por los conocidos como baltaguiya (matones) y partidarios del rais.
Grupos de defensores del régimen rodearon el hotel Ramsés Hilton, en el centro, en busca de los corresponsales extranjeros que se alojan allí, según varios testigos presenciales, que relataron cómo los empleados del hotel levantaron barricadas improvisadas en la recepción para evitar la entrada de los exaltados.
Mientras, la plaza Tahrir, epicentro de las protestas, recuperó por la tarde una relativa tranquilidad, con las barreras que levantaron miles de manifestantes pro democracia para defenderse de las agresiones de los partidarios de Mubarak, y con los frágiles cordones de seguridad establecidos por militares en tanques. En los peores momentos de la refriega, los soldados dispararon al aire para tratar de contener y dispersar al gentío en una zona aledaña.
Furia y desamparo
Los detractores de Mubarak que continúan en el centro de El Cairo se mostraban furiosos por el desamparo al que les ha sometido el Ejército, con su inacción, y la Policía, que ha desaparecido de la ciudad salvo en misiones de tráfico y tareas administrativas.
«Llegaron solo para matar a nuestra gente», aseguró el médico Abdel Rahman, que atiende un improvisado puesto médico montado con sillas, alfombras y bolsas de plástico, cerca de una barricada de defensa.
En los barrios al norte del centro de la ciudad, los vándalos detuvieron vehículos para registrarlos y en algunos casos sacaron a sus ocupantes para propinarles palizas o llevarles a comisarías, según denunció una testigo presencial.
El canal qatarí Al Yazira mostró imágenes grabadas por un ciudadano en las que una furgoneta de la Policía arrollaba a un grupo de manifestantes en el barrio de Mohandisín, en el oeste de la ciudad.
En paralelo a los disturbios, se sucedieron las noticias difundidas por las autoridades con el aparente objetivo de aplacar los ánimos de los manifestantes en contra de Mubarak. Así, el vicepresidente Suleiman confirmó una vez más que ni éste, ni su hijo menor, Gamal -considerado como su sucesor-, se presentarán como candidatos en las próximas elecciones presidenciales.
Además, la Fiscalía General emitió un comunicado en el que se anunciaba la prohibición de salir del país y congelar sus cuentas bancarias a algunas de las más destacadas figuras del régimen, como quien fuera ministro del Interior hasta la remodelación gubernamental del pasado sábado, Habib el Adli.
También fueron objeto de estas órdenes el magnate y ex dirigente del gubernamental Partido Nacional Democrático (PND) Ahmed Ezz, o el ex ministro Turismo Mohamed Zuhair Garana, así como el ex ministro de Vivienda Ahmed El Magrebi, además de otros responsables de instituciones del Estado.
La situación se hace cada vez más insostenible desde que han aparecido en escena los matones, por lo que muchos temen que se produzca un baño de sangre.
un nuevo blanco. Como era de esperar, la confusión es máxime, sobre todo, teniendo en cuenta que, para muchos exaltados, los periodistas son el enemigo. De hecho, un reportero griego fue apuñalado en la noche del miércoles, y los seis españoles desplazados hasta allí fueron llevados con los ojos vendados a una comisaría de Policía, siendo retenidos allí al cierre de esta edición.
Mientras, la oferta de diálogo que lanzó el Gobierno fue rechazada en bloque por las fuerzas políticas opositoras, que alegaron que, tras el baño de sangre de la pasada noche, no cabe ninguna negociación hasta que los culpables sean castigados. Desde el Ejecutivo se ha prometido que así será, aunque no gozan de mucho crédito. De hecho, el líder del partido Ghad, Ayman Nur, indicó: «La sangre todavía está derramada en el suelo de la plaza Tahrir».
Desde el bloque político que más preocupa a Occidente y, sobre todo, a Israel, el de los Hermanos Musulmanes, su líder espiritual, Mohamed Badia, confirmó en un comunicado que su grupo rechaza de plano negociar con «cualquier símbolo o dirigente del actual régimen gobernante, de acuerdo con la voluntad del pueblo, que anunció la ilegitimidad de éste».
