Me resulta interesante todo lo que está pasando en la industria del deporte a nivel mundial y cómo el mercado, amigo, lo ajusta todo a sus intereses. Inexorablemente. Los formatos tradicionales en cualquier deporte están en riesgo y el fenómeno puede ser imparable.
Del proyecto de la Superliga de fútbol ha oído hablar todo el mundo y no me detendré en ella más que para comentar, simplemente, que me da la sensación de que sus promotores tienen la intención de quitarse de encima a los políticos (la UEFA).
Hace unos días leí en la prensa generalista, no en la deportiva, que Eugenio López-Chacarra (les aseguro que yo no sabía ni quién era) había ganado el torneo de Bangkok del circuito LIV Golf, la nueva competencia de los tradicionalísimos PGA Tour (US) y DP World Tour (Europa). Me llamó la atención la cantidad que se embolsó el joven jugador español por este triunfo: cerca de 5 millones de euros. No está mal, teniendo en cuenta que el premio para el ganador del Masters de Augusta es de poco más de 2,6 millones.
La principal novedad de los torneos de la LIV Golf es que se juegan tres rondas, en lugar de cuatro, de 18 hoyos y, sobre todo, no hay cortes para los 48 jugadores participantes, bastantes menos de los que comienzan cualquier torneo tradicional de los importantes; es decir, todos los jugadores compiten hasta el último hoyo. En los torneos tradicionales, si te va mal los primeros días, corres el riesgo de no pasar el corte y decir adiós al torneo, con la consecuente y nada desdeñable pérdida de dinero que eso supone. Porque esta es otra: la LIV Golf aporta premios mínimos garantizados en torno a los 100.000 euros por torneo.
Es cierto que esto puede cortar la progresión de jugadores con menor ránking, al no poder acceder a una selección más exhaustiva de jugadores. Pero son las reglas del mercado y, dándole vueltas al asunto, si yo fuera Piqué y mandara en Kosmos, le daría una vuelta al tenis.
