Josep Pla, reconocido escritor catalán (Palafrugell, Gerona, 8 de marzo de 1897 – Llufríu, Gerona, 23 de abril de 1981), pasó a lo largo de su vida dos temporadas largas en Madrid, la primera de ellas, en 1921, como corresponsal de un diario de Barcelona. De las anotaciones que tomó en esa época nace ‘Madrid, 1921. Un dietario’, un libro que redactó en Estocolmo en 1928.
Se trata de una obra, publicada ahora por la editorial vallisoletana Libros del KO, que, en formato diario, cuenta las irónicas y divertidísimas memorias del escritor, que se zambulló en la vida madrileña con su minuciosa mirada, para ofrecer al lector un retrato costumbrista de la época.
Además de sus experiencias profesionales y personales en Madrid, el autor dedica algunas páginas a la ciudad de Segovia, ya que en junio de 1921, concretamente el día 27, realizó una visita a la ciudad.
La narración se abre, en una jornada muy calurosa, con la llegada del escritor a la Plaza Mayor, donde se sienta en una terraza. Llama su atención el gran plato de patatas fritas que le sirven con la bebida, que comparte con unos niños. (…) “Cuando llego a los soportales de la plaza siento una agradable sensación de sombra. Me siento en un café y pido un vermut. Me traen un gran plato de patatas fritas. (…) ¿Por qué come, la gente de Segovia, tantas patatas fritas?”
Animado por un paisano insistente, visita la Catedral. “Pienso en el fresco delicioso que hace en verano, en esta península, en la catedrales. (…) Entramos. El fresco, efectivamente, es divino. Tengo la sensación de tomar un baño de sombra —un baño de cisterna—.”
Como no podía ser de otro modo, el escritor se acerca hasta el Acueducto, “Ahora bien, la gran pieza de Segovia es el Acueducto romano. He pasado largo rato contemplándolo y me ha encantado. No me habría cansado nunca de mirarlo”.
A Pla le gusta menos el Alcázar, al que llama “el castillo de Segovia”; aunque lo califica de “grandioso” y afirma que “produce un gran efecto”, matiza: “Para mi gusto, sin embargo, es un poco demasiado frío y está excesivamente restaurado”.
Por el libro desfilan grandes intelectuales del momento, como Unamuno, Ortega o Ramón Gómez de la Serna. De hecho Pla asistió a las tertulias más emblemáticas de la época, como la del Pombo, de la que queda constancia en este dietario. También aparecen algunas postales familiares de Madrid, como el desfile diario de los funcionarios hacia sus puestos de trabajo o las verbenas populares en los parques.
