Recuerdo, lectores, por si falta hiciere –que va a ser que no-, que la primera participación de la Selección Española de fútbol en unos juegos olímpicos lo fue en los de Amberes, ‘Juegos de la Paz’, año 1920. Y si lo traigo a colación, o como mejor lo entienda quien leyere, es porque allí, en la ciudad belga, donde se concentraron 2626 deportistas (2561 hombres; 65 mujeres), entre los se encontraban los componentes de la Selección Española de fútbol, que competían por vez primera en los Juegos. Y llegaron lejos.
Fue en el primer partido, en el que hubieron de eliminarse frente a Suecia, donde se acuñó el término ‘furia española’. Sobre ese concreto encuentro escribía años después el gran Ricardo Zamora en sus ’Recuerdos de mi vida: ‘Ni antes ni después del encuentro frente a Suecia he actuado en un partido donde tuviéramos tanta libertad para producirnos violentamente y donde esa autorización se tomaba sin regateos, yendo, siempre, al cuerpo a cuerpo al mismo tiempo que al balón… eran constantes las caídas, los dolores agudos, (pues) cuando se perdía una patada siempre había una pierna que se la encontraba’.
Aquel encuentro lo ganó la Selección Española (2-1) a través de la épica unida al gol marcado por Belauste. El periodista Manuel de Castro lo describió así en su crónica: ‘La furia española quedó patente en el hercúleo gol marcado por Belauste, que tras el lanzamiento de una falta por su compañero Sabino, acabó aquél dentro del marco sueco pegado el balón a su cuerpo y arrastrando con él dentro del marco al portero y un defensa’. Segundos antes Belauste había gritado a su compañero ‘Sabino, a mi el pelotón (balón ahora), que los arrollo’.
Dicho y hecho.
