La Casa Blanca presentó ayer su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, que establece el conflicto armado como último recurso y se distancia así de la doctrina de la guerra preventiva fijada durante la administración de George W. Bush.
El documento, el primero en su clase durante el mandato del presidente Barack Obama, condensa las prioridades diplomáticas y defensivas del país y el Gobierno debe prepararlo cada varios años por exigencia del Congreso.
La nueva estrategia enfatiza la cooperación internacional y en el desarrollo de alianzas, y por primera vez destaca las amenazas que provienen del cambio climático, entre otros aspectos. Pone también el acento en la lucha contra el terrorismo, especialmente el radicalismo dentro de Estados Unidos, después de que el Gobierno detectara una serie de incidentes protagonizados por nacidos o residentes en el país que se alinearon con ideologías o posturas extremistas. El último de estos casos tuvo lugar a principios de mayo, con el intento de hacer estallar un coche bomba en pleno centro de Nueva York, en un atentado del que se responsabiliza al paquistaní nacionalizado estadounidense Faisal Shahzad.
Según un portavoz de la Casa Blanca, se trata de la primera estrategia de Seguridad Nacional que integra la seguridad interna en su esquema global o general.
El documento menciona específicamente a la red terrorista Al Qaeda como el gran enemigo de EEUU y apunta también como riesgos los programas nucleares de Corea del Norte e Irán.
La Administración «llevará el combate» contra los extremistas «allí donde tramen sus planes y se entrenen, en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia y más allá», indicó el miércoles el asesor en la lucha contra el terrorismo de la Casa Blanca, John Brennan. No obstante, Brennan precisó que usarán la fuerza «de manera prudente, reconociendo que a menudo necesitamos usar el bisturí y no un mazo».
En 2001, después de los atentados del 11-S, Bush incluyó en su estrategia el derecho de EEUU a emprender acciones unilaterales y preventivas contra los países y grupos terroristas que considere una amenaza. El plan de Obama aleja implícitamente a su Gobierno de lo que se acabó conociendo como la doctrina Bush, que sirvió como justificación para la invasión de Iraq.
Pese a todo, EEUU no renuncia a mantener su supremacía militar, que considera una de las bases de su estrategia e imprescindible como factor de influencia en el exterior. «Nuestra estrategia comienza reconociendo que nuestra fuerza y nuestra capacidad de influencia en el exterior empieza con los pasos que demos en casa», declara el presidente en la introducción del documento.
La estrategia considera también el bienestar económico como uno de los pilares para garantizar la seguridad del país y aboga por una «nueva base» mediante el énfasis en el uso de energías limpias y la reducción del déficit fiscal. Pero asimismo quiere promover el bienestar económico fuera del país, pues «hemos visto cómo los golpes a la economía global pueden precipitar el desastre», señala.
En el texto se aboga por ampliar las alianzas más allá de los socios tradicionales de EEUU, de modo que se incluya a potencias emergentes como China e India y así compartir la carga internacional.
Aunque la doctrina reafirma el compromiso de anteriores presidentes de mantener la superioridad militar norteamericana, supone también un distanciamiento de lo que quienes criticaban a Bush llamaban la diplomacia del cowboy.
«Tenemos que ser perspicaces para saber ver los puntos fuertes y los defectos de las instituciones internacionales», indica el documento, que no obstante incide en que Estados Unidos no puede optar por «marcharse» de esas instituciones. «El compromiso americano se debe centrar en reforzar las instituciones internacionales e impulsar una acción colectiva que pueda ser beneficiosa para intereses comunes como luchar contra el extremismo violento, evitar la expansión de las armas nucleares y asegurar los materiales nucleares, conseguir un crecimiento económico equilibrado y sostenible y presentar soluciones conjuntas a la amenaza del cambio climático», detalla.
Responsabilidad común
La insistencia de Obama en que el país no puede actuar solo en el mundo también es un mensaje con el que transmite a las potencias reales y las emergentes que deben repartirse esa tarea.
Obama ha recibido elogios por haber suavizado el tono de la política exterior estadounidense -un logro que destacó el comité que le entregó el premio Nobel de la Paz en 2009-, pero aún tiene problemas que resolver, como las guerras de Iraq y Afganistán, las disputas con Irán y Corea del Norte y el conflicto de Oriente Próximo.
Las voces críticas apuntan a que la nueva diplomacia que propone el mandatario demuestra la debilidad de EEUU y se preguntan si pondrá en peligro los intereses nacionales por basarse demasiado en una política de mano de seda.
