Y no solo porque se vea acompañada por un buen número de seguidores en su desplazamiento a la villa madrileña, que ojala respondan masivamente a la convocatoria del club, sino también porque Navalcarnero forma parte de nuestra historia, al ser fundada por la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia el 10 de octubre de 1499. Fue el último testimonio de la fecunda actividad colonizadora desarrollada por el Concejo segoviano que traspasó la frontera natural de la sierra del Guadarrama (desde hace unos años más conocida como “Sierra de Madrid”, dicho así para que puedan ubicarla con mayor facilidad algún que otro desinformado informador de los que pululan en los medios capitalinos) con el fin de extender sus dominios territoriales hacia el sur, siguiendo la estala de los numerosos rebaños de merinas en su tránsito trashumante hacia los pastos de invierno, que requerían descansaderos y lugares para protección de ganados y pastores.
No fue este el único motivo que llevó a nuestros paisanos de finales del siglo XV a fundar la población de Navalcarnero, en la actual comunidad de Madrid. Unos años atrás, concretamente en 1480, los Reyes Católicos saldaron la deuda contraída con los flamantes marqueses de Moya, Andrés Cabrera y Beatriz de Bobadilla, quienes vieron recompensado su apoyo a la coronación de Isabel, con la concesión en señorío y a costa de la Comunidad de Segovia, de todo el sexmo de Valdemoro y parte del de Casarrubios, desgajados para esta gratificante finalidad real de la jurisdicción de la Tierra segoviana. Ello, unido a los terrenos colindantes que ya poseía el comendador Don Gonzalo Chacón, afín también a los monarcas e igualmente personaje fundamental en la subida de Isabel al trono de Castilla, impedían la expansión meridional de la Comunidad encerrada entre ambos señoríos, que amenazaban el uso y el aprovechamiento de los baldíos y bienes comunales pertenecientes a su Tierra. Para oponerse y neutralizar esta situación, el Concejo utiliza la estrategia de alzar una nueva puebla en lo que quedaba del sexmo de Casarrubios, en unos términos suyos, nombrados la Perdiguera y Navalcarnero, que pudiera servir de freno a la desaforada expansión señorial y dejar consolidada esta parte de la frontera de la Comunidad.
Los aficionados segovianos que acudan a presenciar el partido entre el Navalcarnero y la Gimnástica Segoviana, apreciaran que pocas cosas les resultaran extrañas cuando pongan los pies en la villa. A la entrada, podrán apreciar una más que digna reproducción de nuestro acueducto, que saluda con su presencia a todos los que acceden a la población. Luego, podrán pasear por la enorme plaza mayor, denominada desde siempre como Plaza de Segovia, que ni Franco consiguió que la cambiaran el nombre durante su dictadura. Si les diera tiempo antes de acudir al estadio municipal Mariano González, les recomendaría que visitaran el monumento al comunero Alonso de Arreo, con entrada desde una de las calles que acceden a la plaza. Alonso jugó un papel preponderante en Villalar, integrado en las milicias concejiles segovianas que mandaba Juan Bravo. Cuando en lo más recio del combate, se hallaba en el suelo el pendón de nuestra ciudad, por haber caído el que lo sostenía, lo coge Arreo, arranca de él la enseña, la oculta en el pecho, para que no cayera en poder de los imperiales y continuó luchando con el asta de la bandera hasta caer hecho prisionero.
Siempre ha sido fiel Navalcarnero a sus orígenes segovianos, como demuestra además la figura del acueducto, que forma parte intangible de su escudo municipal. Por consiguiente, el partido del próximo domingo 30 de octubre, debería constituir un motivo más que permita acrecentar el hermanamiento entre las dos poblaciones. Partido, que deseamos sea disputado con exquisita deportividad y permita confraternizar a las dos aficiones, unidas por lo motivos históricos reseñados. Ya puestos y como no es posible que ganen los dos, pues que lo haga el equipo que más se lo merezca y que este sea la Sego. Y si no lo fuera, tampoco estaría mal un empate como mal menor.
