El buen ‘trabajo’ de ‘El Chato de Jaén’ para huir de la cárcel
Sepan que el primer ‘artículo’ de los que entran para quedarse en la cárcel, es el de preparar su fuga. De cómo la preparan no suele conocerse casi nada con antelación. Digo yo que habrán leído al filósofo francés François de La Rochefoucauld: ‘Cómo pretendes que otro guarde tu secreto si tú mismo, al confiárselo a otro, no lo has sabido guardar’.
Que yo sepa, con la sola excepción de la clase política que haya sido condenada por la justicia a causa de hurto, robo, dolo (1), o sea, quebrantamiento de la ley…y siempre que sepan conjugar el verbo indultar–imprescindible para salir o no entrar-, todos los demás presos –con excepciones, seguro- ponen en marcha su artículo primero. O eso, o cumplen la pena de ‘pe a pa’.
Superado el trance de la entradilla relato la pretendida escapatoria de la cárcel de Segovia de Víctor Jaúdenes @ ‘El Chato de Jaén’. Una historia que les ‘cautivará’, o así, con una ojeada a la lectura que les propongo.
El hecho acaeció en 1907. En la cárcel hacía frío. También en la calle. Pero en la cárcel más. Entre los presos acogidos –obligao te veas-, se encontraba ‘El Chato’. Este estaba recluido por decisión de la Audiencia, que había fijado la vista para un mes después. El encarcelado, del que no se conocían las causas por las que había llegado a Segovia, se había fugado del penal de Melilla en septiembre de 1906.
Echando mano de ‘su’ manual de fuga dio vida a su ‘obra’. En la tentativa se reveló como un gran estratega, poniendo en práctica audacia, astucia y calma en sus acciones. Estaba bien entrenado.
Así, empleando una serreta de pequeñas dimensiones y a lo largo de 20 días (los que llevaba en el lugar) trabajó para serrar la puerta de su calabozo cuyo espesor era de varios centímetros. Para tapar la junta de la puerta que aserraba utilizaba chocolate del mismo color de la madera, que con anterioridad había pedido ‘porque le gustaba el dulce’.
Corolario. Fórmula empleada por El Chato para obtener el producto que necesitaba y cubrir las ‘apariencias’. Pide una libra de ¡chocolate! Cuando se la llevaron la rechazó; entregaron otra y tampoco. Fue la tercera la que le convenció, pues, al ser del mismo color de la pintura de la puerta que aserraba, cubría los desperfectos que producía al serrar. ¡Qué astuto!
Estando en la referida ocupación le llegó la noticia de que iba a ser trasladado a otro ‘correccional’ y no queriendo ‘rodar’ más aceleró su labor diaria. Para despistar al personal se dio un fuerte golpe en la cara y como consecuencia se produjo una contusión importante. Jugaba al despiste.
Los vigilantes, con la mosca rondando la oreja, realizaron un registro/requisa a las tres de la mañana sin encontrar nada ‘sustancial’. Fue al hacer una segunda tres horas después, cuando observaron que salía humo del tejado en la parte posterior del edificio. Llegaron a la conclusión que había un intento de fuga. Recuento de presos. Faltaba uno. Vieron que El Chato se encontraba solo en el patio. Le había salido mal. Rápidamente se encerró en su calabozo, del que salió cuando el Juez acudió a la cárcel.
Lo que contó a la autoridad judicial sobre su intento de fuga, más/menos, quedó así:
‘La misma noche del recuento de presos, entre el primero y el segundo, arranqué el marco de la puerta que había aserrado, salí por el hueco y bajé al patio. Allí recogí diferentes objetos que me iban a servir para salir. Con ellos conseguí ascender por las escaleras a la zona de los desvanes. Pero no contaba con la falta de buhardillas para salir al tejado. Hice fuego, pero no prendió tan deprisa como necesitaba, por lo que, sin tiempo para escapar, bajé al patio. El humo que salía por el tejado me delató’.
En la minuciosa redada del personal de la cárcel, escondido en un vulgar esportillo que los presos utilizaban para guardar pan y utensilios de aseo, encontraron una navaja barbera, varias sierras potentes y finas, así como diversas sierrecillas de pelo. El ‘utillaje’ debió llegar con él desde el penal de Ceuta, donde también estuvo, sin que en ninguna de ellas advirtieran el escondrijo del ‘arsenal’, pese a los numerosos registros efectuados.
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(1)Voluntad deliberada de cometer un delito a sabiendas de su ilicitud.
