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Una colina sin loco

por Ángel Gracia Ruiz
10 de octubre de 2022
en Tribuna
ANGEL GRACIA
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Hoy la colina está triste. Se ha quedado sin su loco. Jesús Quintero se ha ido mientras dormía la siesta. Con la elegancia de un dandi. Sigiloso, como él era. Sabiendo a dónde se iba. Soltando lo que ya pesaba. Siempre fue un “manirroto”. El dinero que ganaba se escapaba entre sus dedos como el agua al intentar cogerla. Cuando se habla de Jesús, el lenguaje se transforma. Toma estilo de poesía porque no hay otra manera de recordar a una persona que toreaba a las letras. Sus palabras, sus silencios, embriagaban al oído. Sus pañuelos al cuello y sus gestos bailaban un tango secreto al ritmo del tono de una voz que resonaba desde el más allá. Amigo de los sabios, enemigo de lo  chabacano. Ángel de la Guarda de la cultura. Demonio implacable de lo burdo. Maestro de maestros en la radio y en la tele. ¿Cómo han podido caer tan bajo ambos medios tras su lección magistral?

Jesús siempre preguntaba porque, el que tiene hambre de saber, necesita escuchar más que decir. Hace poco, reflexionaba, con inmensa pena, sobre el declive de lo humano. “Antes –decía Jesús– la incultura y la ignorancia se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente ha presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida. Los analfabetos de hoy, son los peores porque, en la mayoría de los casos, han tenido acceso a la educación, pero no ejercen. Cada día son más, el mercado los cuida más y piensa más en ellos”.

Y, en las casas, ¿qué ha pasado con los libros?, ¿dónde se esconden los discos? Siempre ha habido que ir a buscarlos. Ahora la gente prefiere que se los sirvan a domicilio, elegidos por otros, digitalizados, enlatados, enlistados y, por tanto, manipulados. ¿Dónde está el discernimiento?: Enterrado.

Elevar a la categoría de arte el ejercicio de una profesión requiere amarla incondicionalmente. Eso conlleva el puro disfrute de la excelencia al realizarla, la sacralización de la relación con ella. Jesús convertía en un culto único e irrepetible cada entrevista. Cuidaba la música de entrada, bajaba las luces del estudio. Quizá, en alguna ocasión, hablaba pero, sobre todo, callaba. Construía un espacio fuera del mundo en el que se detenía el tiempo, donde todo iba mucho más lento, casi quieto. Daba cabida a silencios que invitaban a su huésped a decir lo nunca dicho, a expresarse desde el alma. Arrancaba confesiones de secretos insondables, risas, llantos y canciones. Sus invitados, terminaban eternamente agradecidos, por haberles permitido contar aquello que siempre quisieron y que, por algún motivo incierto, jamás habían dicho. Y es que, el culto de lo culto permite que se revele lo oculto.

Hablar ahora de cultura, de liturgias y de trabajo por puro amor a la profesión, sin pensar en una meta, un ascenso o en una contraprestación económica, suena raro. Y es que Jesús era “raro de cojones”, como dice su discípulo y amigo Carlos Herrera. Más raro que un “perro verde”. No había por dónde cogerlo. Era un loco de narices, “El loco de la colina”.

Y, tras haber dejado su cuerpo aquí, en San Juan del Puerto, en Huelva, Jesús permanece tan tranquilo como él era. Como si nada hubiera ocurrido. Él siempre definió a la muerte como a una simple escena. Entre tantos y tantos libros leídos en sus ochenta y dos años, hablaba con reverencia de Krishnamurti, Nisargadatta. De Tolstoi, le fascinaba “La muerte de Iván Ilich” y se tenía trillados “El Libro Tibetano de los Muertos” y “El Libro de la salida del día” egipcio. Si él supo estar en bien enraizado en la vida es porque en ella se preparó para vivir en la muerte.

Mientras escribo este artículo la aguja del tocadiscos discurre por los surcos de un vinilo que gira y suena a “Shine on your crazy diamond”, de Pink Floyd, ese tema que abría sus espacios para preparar sutilmente a nuestra mente para escuchar en silencio la entrevista que nos había preparado ese día. Para él todo era mágico, por eso Jesús era el mago de la palabra.

¡Qué más se puede decir de un genio!

La colina del mundo se ha quedado sin su loco. Pobre mundo, sabio loco. Hoy repican las campanas por la marcha de un gran coco.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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