La pequeña ciudad-Estado de Mónaco vivió ayer una nueva jornada de fiesta y glamour con la boda religiosa de los príncipes Alberto II y Charlene. Los novios reales, que se unieron el viernes en matrimonio civil, se volvieron a dar ayer el sí, en una ceremonia cristiana celebrada en el patio de honor del Palacio del Principado.
Este segundo desposamiento estuvo oficiado por el arzobispo de Mónaco, Bernard Barsi, que invitó a los esposos a cogerse de la mano y a intercambiar de nuevo su consentimiento.
La pareja prometió mantenerse fiel «en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad», para amarse todos los días de su vida, y después de que el arzobispo expresara su deseo de que «lo que Dios ha unido no lo separe el hombre», se pusieron las alianzas.
Seria durante el principio del enlace, se pudo ver a partir de ese momento a la ex nadadora algo más relajada, especialmente cuando la soprano sudafricana Pumeza Matshikiza cantó en su honor.
Charlene es desde el viernes princesa de Mónaco, y había llegado al patio de honor con un vestido del modisto italiano Giorgio Armani, ante la atenta mirada de los cerca de 3.500 monegascos congregados en la Plaza del Palacio, y de los otros 800 invitados que fueron testigos directos de la celebración.
La sudafricana, de 33 años, 20 menos que el príncipe, se presentó del brazo de su padre, Michael Kenneth Wittstock, con el que recorrió la alfombra roja y blanca, los colores monegascos, que cuando acabó la ceremonia fueron subastada por fragmentos para destinar el dinero recaudado a causas humanitarias y sociales.
La música corrió a cargo de la Orquesta Filarmónica y del Coro de la Ópera de Montecarlo, con la participación del tenor peruano Juan Diego Flórez, del italiano Andrea Bocelli, de la soprano estadounidense Renée Fleming y Matshikiza.
El patio de honor del Palacio del Principado se convirtió de manera excepcional en una iglesia al aire libre, con mobiliario de la capilla de edifico real, sillas dispuestas en semicírculo frente a la imponente escalera de mármol de Carrara, y una cubierta desplegada para hacerle a los asistentes más soportable el calor.
Una vez que finalizó el oficio religioso, la pareja realizó el recorrido nupcial en un descapotable hasta la Iglesia de Santa Devota, patrona de Mónaco, en la que la princesa, al igual que hiciera la fallecida Gracia tras su boda con Rainiero III en 1956, depositó su ramo.
La gente, no demasiado numerosa, saludó a la pareja durante el trayecto ondeando banderas monegascas y sudafricanas.
