El sábado, después de dos años de precaución, vuelven las Fiestas del Cristo de Caloco, las grandes de la Villa de El Espinar. Durante gran parte de la vida de los espinariegos, el ciclo anual acaba y empieza con las fiestas. Esa percepción cronológica se va atenuando y perdiendo con el tiempo, aunque septiembre siempre tendrá algo de enero, pues es época de buenos propósitos y de comienzos. Y no hay comienzo más marcado que el escolar.
Este viernes es un día de nervios y de bastante emoción. Se vuelve al cole: al de El Espinar, al de San Rafael y al de La Estación… ¿Cuántas criaturas? Tal vez sean en torno a 800 que esta vez solo llevarán en las mochilas las preocupaciones propias del primer día de clase “¿quién será mi profe?”, “¿quién irá conmigo a clase?” “¿será difícil?”. Hay emoción y nervios, pero, este curso, saben que se sentarán en grupo, que no habrá que llevar mascarilla, que podrán prestarse cosas e incluso abrazarse. El coronavirus no se ha ido y, además, hay otros virus por ahí como todos los cursos, sin embargo, ahora ya se sabe que hay precauciones como los lavados frecuentes de manos, la ventilación, la mascarilla si se está enfermo, etc. para evitar los contagios. Poco a poco, se va cerrando la herida, aunque la cicatriz que el coronavirus ha dejado en la educación será visible por unos años.
Con todo, este inicio de curso no será normal, todavía se están acondicionando los espacios para el alumnado de dos años y los cursos impares no cuentan con un currículo oficial. En fin, no hay curso sin un “más difícil todavía” cuando lo que hace falta es cierta tranquilidad para concentrar experiencia, energía, esfuerzos e ilusión en generar proyectos de enseñanza y aprendizaje para las criaturas, proyectos que además creen una fuerte comunidad educativa y que ayuden a mejorar el municipio desde la educación y la convivencia. Porque educamos todos y de todos se aprende.
