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Viaje al Museo Etnográfico de Zamora

por María Roldán
4 de septiembre de 2022
en Sin categoría
Imágenes vestideras. S. XVII-XVIII. Madera, policromía, textil

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En el casco histórico de la ciudad de Zamora, entre otros edificios ilustres como el Palacio renacentista de los Condes de Alba y Aliste y las iglesias románicas de Santa María la Nueva, San Juan Bautista y San Cipriano, se levanta el Museo Etnográfico de Castilla y León. Se trata de una edificación nueva pero respetuosa con su entorno y con su pasado;prueba de ello es la portada del siglo XVI que se conserva en el edificio y que recuerda que antes, en ese lugar, estuvo la antigua Cárcel Real.

Aunque inaugurado en 2002, el concepto del Museo empezó a gestarseen la década de 1980, partiendo de una colección de objetos cotidianos y cerámicas de la zona por parte de la Caja de Ahorros Provincial de Zamora, colección que a lo largo de los años fue aumentando hasta que a finales de los noventa el Ayuntamiento de Zamora, la Diputación y la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León firmaron un convenio para formar el museo.

El MECyL es un lugar pensado para conservar y difundir la cultura popular y las tradiciones, un lugar clave para entender nuestro pasado y ubicarnos en el presente y en el futuro mediante el acopio de enseres habituales presentes en las vidas y en los hogares de antaño, un espacio para que los oficios en desuso y las antiguas costumbres no caigan en el olvido y así, nos sirvan de recordatorio de quiénes somos y de dónde venimos.

Cuenta el edificio con siete plantas (tres de ellas soterradas), de las cuales cuatro contienen la colección permanente que se divide, aunque se complementa, en varias temáticas. Así, empezando la visita desde el primer sótano, podemos contemplar aperos para la producción agrícola y la ganadería y también útiles domésticos; verdaderos testigos de los cambios en el modo de vida de las personas,cambios pequeños a veces, pero constantes y que nos hablan de una supuesta evolución que a veces no lo es tanto.Ascendemos planta por planta y seguimos viendo objetos, ropas y todo tipo de artilugios de gran valor antropológico. Un espacio dedicado al tiempo nos habla de las cadencias y su importancia en la vida social de los pueblos, marcando festividades, celebraciones y cosechas, estableciendo sus ciclos climatológicos y vitales, incluso se adentra la muestra en temas más profundos y metafísicos sobre el universo, situando al ser humano en la intrincada geografía estelar y buscando parentescos con las constelaciones.

Se ofrece además una visión identitaria de los lugares mostrando esas piezas singulares que suelen identificarse por el modo exclusivo de su factura según la zona de la cual provengan, de modo que podemos observar trajes típicos de algunas regiones, motivos y ornamentos.Diversos elementos religiosos nos dan pistas de la dimensión que antes se le daba a lo eterno, lo trascendental y lo espiritual, y es que en definitiva las creencias caracterizaban (como aún lo hacen ahora pero en menor medida) la vida social y jugaban un papel capital en las vidas y las relaciones humanas.Mucho tenía que ver con la educación que se daba en otras épocas, con las estructuras colectivas y con los festejos. Toda esta complejidad de mundos interiores y organización social queda perfectamente reflejada a través de lo que, de no estar en un museo, denominaríamos “simples cosas”.

Remata esta colección, permanente pero no estática, puesto que se enriquece constantemente, en la tercera planta, a la que se accede por la singular escalera visible desde el exterior y especialmente llamativa cuando la luz exterior se atenúa y contrasta con la iluminación de ésta. En esta ocasión es el barro el protagonista, elemento ancestral siempre presente en la cotidianidad de los hogares, en los oficios, en el arte y en las ceremonias, material invariablemente aprovechado por el ser humano que puede abarcar distintos usos; desde lo más vital como pueden ser los recipientes para alimentos, pasando por servicios más mundanos y a veces estéticos, hasta lo más espiritual: un recipiente de almas, una envoltura para el viaje eterno.

El Museo cuenta asimismo con un importante fondo fotográfico que consta de miles de instantáneas de gran valor cultural obra del arquitecto Carlos Flores, quien fotografió entre los años sesenta y setenta diferentes pueblos y gentes de la geografía española, centrándose principalmente en la arquitectura, en las viviendas populares, estrechamente ligadas a la forma de vida de sus moradores. La exposición de una selección de estas imágenes nos da a conocer no sólo el trabajo de Carlos Flores, sino que nos acerca también de manera muy visual a un pasado no muy lejano.

Además de todo este sinfín de objetos, el MECyL intenta abarcar igualmente el vasto patrimonio colectivo y artístico de la región ofreciendo muestras periódicas en sus restantes plantas y actividades didácticas con una amplia agenda de talleres, conferencias, etc. Destaca asimismo la biblioteca, lugar donde se puede consultar material impreso y audiovisual. Como no puede ser de otra manera, sin necesidad de espacio físico, un museo que nos habla de evolución se sirve también de los espacios virtuales ofreciendo en su página web microsites monográficos sobre tradición oral, cartelería y ediciones en papel. El archivo sonoro de música popular de Kurt Schlinder y el gabinete de curiosidades impresas constituyen un buen aliciente para explorarla.

Como punto final, es loable que los arquitectos quisieran ofrecer al visitante un regalo para la vista, una panorámicasobre la ciudad de Zamora enmarcada por unos ventanales situados en la cuarta planta del edificio. Una mirada alpasado y al presente.

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