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Sincretismo y simonía

por Ángel Galindo García
4 de septiembre de 2022
ANGEL GALINDO
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Estos dos conceptos, sincretismo y simonía, son poco usados en las conversaciones ordinarias pero continuamente puestos en práctica tanto en el ámbito sociopolítico como en el religioso. Se entiende por “sincretismo” el proceso mediante el cual se amalgaman diferentes expresiones culturales o religiosas para conformar una nueva tradición, por ejemplo, la utilización de una imagen de la virgen como si fuera una diosa. La palabra, como tal, proviene del griego que significa ‘coalición de dos adversarios contra un tercero’, por ejemplo, la unidad de una cofradía con el ayuntamiento para ir en contra de la parroquia. El sincretismo religioso es un proceso, generalmente espontáneo, consecuencia de los intercambios culturales acaecidos entre las diversas culturas. En algunos casos, se debe a una intervención oficial, ayuntamientos o poderes ideológicos.

El concepto “simonía” aparece en el nuevo testamento y se aplica a aquellos que negocian con lo religioso sea por interés personal  y actualmente por interés político o turístico. Simoniacos son aquellos que utilizan lo religioso para hacer turismo y sacar unas ganancias, o para reivindicar un interés político o electoralista, como se hace ahora. En definitiva, simoniaco es aquel que utiliza lo religioso para obtener una ganancia no religiosa.

En ambos casos, se trata de un proceso en el que se intenta superar una situación de crisis cultural o religiosa producida por la colisión de dos o más tradiciones religiosas diferentes o por una tradición religiosa y el laicismo ateo de la sociedad actual Es un intento por conseguir que dos o más tradiciones culturales diferentes sean capaces de crear un ámbito de cohabitación en armonía: esto sucede, por ejemplo, cuando un ayuntamiento quiere presidir la misa del pueblo, dirigir la procesión del santo o utilizar la iglesia para un espectáculo cultural.

Para entenderlo mejor, debemos distinguir previamente entre la experiencia religiosa de los católicos y la experiencia cultural del pueblo. Debe entenderse que la esencia no se encuentra en la forma de un rito o de una ceremonia, sino en su significación sin confundir la significación con el significado del culto, por ejemplo, no se puede confundir lo sagrado de una mezquita o de una iglesia católica con la celebración bella de un programa cultural, ya que cada edificio se ha construido con un fin esencial que le distingue de los demás.

De esta manera, el sincretismo no es un proceso automático fruto del diálogo o de una puesta en común. La realización del sincretismo religioso no surge del acuerdo sino de la cohabitación y a veces de la imposición por parte del poder. El momento en el que dos culturas diferentes se encuentran cara a cara está provocando continuos conflictos en nuestros pueblos. Se da cuando se utiliza la palabra “pueblo” de forma unidimensional sin ver la multiplicidad de aspectos que definen a un pueblo: por ejemplo, en nombre del pueblo no se puede obligar a un ateo a entrar en un templo ni a sus habitantes a practicar esa religión o que esa religión valga para todo.

Tanto el sincretismo como la simonía son frecuentes en la actualidad en el campo social. Se dan casos en que los políticos intentan utilizar los lugares sagrados con intereses turísticos y culturales para celebrar conciertos o para sacar dinero con motivo de la visita turística incluso para atraer habitantes a sus poblaciones. Hoy es frecuente urgir la corrección de la Castilla vaciada mediante potenciación de un turismo religioso que nada tiene que ver con la experiencia religiosa. Por este camino puede ocurrir que, en un futuro cercano, lo religioso pase a la clandestinidad, lo turístico se politice y los templos se desacralicen desapareciendo como ocurrió con la desamortización

Lo mismo que hacían los poderes en la época franquista utilizando la iglesia para sus intereses políticos, hacen hoy algunos con los bienes sagrados con la pretensión de que son bienes culturales. Es cierto que los bienes que desde hace siglos se han utilizados para fines religiosos transmiten cultura de aquellas épocas pero será preciso combinar ambas realidades sin menoscabo de aquella, la religiosa, para la que nacieron y sin caer en el sincretismo y mucho menos en la simonía. De lo contrario las religiones tenderán a desacralizar sus templos dejándolos de usar para fines o uso religiosos.

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Angel Galindo García, profesor emérito

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