El gran Lope de Vega, uno de nuestros genios literarios del Siglo de Oro, entre su numerosísima obra, de cuya producción él mismo decía que “más de ciento, en horas veinticuatro, pasaban de las musas al teatro”, tiene una titulada ‘El perro del hortelano’, basada en una fábula de Esopo, en la que afirma que el perro, que no era vegetariano, estaba encargado de vigilar una huerta, y lo hacía con cuidado tan intenso, que ni él comía de sus productos ni dejaba que nadie más lo hiciera. Y todo esto traducido a personajes reales, al no poder una dama conquistar a un hombre, procuró por todos los medios que las demás tampoco pudieran hacerlo.
Bueno, pues algo de esto ocurre de vez en cuando en nuestra ciudad, donde en numerosas ocasiones se ha intentado poner en marcha ideas y proyectos enseguida interrumpidos por alguien que no estaba de acuerdo con ello y hacía lo posible por oponerse. Y casualmente aparece en mi archivo un numeroso conjunto de titulares que se publicaron en torno a las pretensiones de crear una Palacio de Congresos, idea surgida en la Diputación Provincial en 2009 pero contra la que enseguida surgió la protesta y la oposición de la Alcaldía de la ciudad, prometiendo que en la misma había terrenos donde poder ubicar el proyectado palacio… si el Gobierno de la nación y la Junta de Castilla y León se comprometieran a aportar el dinero necesario.
Y aquí empezó la polémica entre los titulares de las dos corporaciones, con la intervención, después, del Ayuntamiento de Palazuelos de Eresma, directamente afectado por pertenecer a dicho municipio la finca de Quitapesares, de la Diputación.
Se iniciaron obras en el interior del pabellón donde se pretendía instalar el Palacio, pero he aquí que, según mis recortes archivados, desde el 3 de julio de 2015 no se ha vuelto a publicar una línea sobre el tema. O a mí se me ha pasado…
Es que en este pueblo la preparamos cada dos por tres, sin que en ello esté ausente la política. Porque no hay más que ver los escritos que vienen apareciendo en este diario de algún político que debe aspirar a un ministerio, mediante la publicación de constantes arremetidas contra la oposición, siguiendo así el apoyo ‘indirecto’ a ‘su’ presidente, que ya cuenta con apoyos suficientes a través de alguna emisora de radio, de más de un periódico -incluyendo digitales- y alguna televisión privada además de la pública.
Y una nota que me viene a la memoria por su posible vinculación también a la política: Ante el éxito que acaba de conseguir con un gran recital en el madrileño Teatro Real Plácido Domingo (sin asistencia de ninguna autoridad política, que le siguen marginando), él ha asegurado que este Teatro Real es “su casa”, y va a ir “por libre” con el proyecto de crear una Escuela de Zarzuela y un teatro que llevaría los nombres de sus padres, ambos también cantantes.
Todas estas cosas se traducen en el constante nerviosismo que a escala nacional existe en todos los sectores, y eso de moderación, respeto y serenidad lo vamos perdiendo gradualmente. Porque los problemas de la nación, en todos los aspectos, afectan a los ciudadanos como primeros destinatarios, y vamos comprobando, con la mayor sorpresa y no poca incertidumbre, lo que día a día se nos viene encima, obligándonos a consultar con frecuencia nuestra modesta cartilla de ahorros, para ver cómo continuamente aparece con notas precedidas del signo – (menos).
Nos extraña a veces que ante esta situación, veamos la constante asistencia de público a bares, restaurantes y variedad de espectáculos, pero lo cierto es también que los problemas que padecemos no pueden dañarnos al máximo y evitar que la libertad, que es privativa del hombre, venga a verse excesivamente apretada, hasta el punto de dejar en mínimos la vida de la ciudad. Hay que combatir el pesimismo, claro, pero es indudable que muchas familias están sufriendo las consecuencias, en buena parte, de decisiones políticas, de enfrentamientos y ‘nervios sueltos’, situación a la que no es ajena la todavía persistente, y grave, presencia entre nosotros de la ya tan suficientemente sufrida pandemia.
