En medio de tanta vorágine festiva, donde músicas de distintas procedencias, ritmos y calidades suenan por todos los rincones de la ciudad, es bueno tener un área de descanso en el que poder reposar y encontrar sosiego y calma. En la noche del martes, la grandiosidad del Acueducto pareció empequeñecerse para transformar la plaza del Azoguejo en un recoleto rincón para el reposo gracias al encanto de Rebeca Jiménez; una segoviana que lucha no sólo por ser profeta en su tierra, sino por conseguir hacerse un hueco en lo que unos llaman canción de autor y otros pop alternativo.
En el escenario, la propuesta de Jiménez no puede ser más sencilla. Un ramillete de buenas canciones, elaboradas con gusto y evocadores sonidos esenciales del blues y del rock, acompañadas por unas letras en las que su autora pone sobre la mesa sus sentimientos de forma tan sincera como descarnada. Además, se arropa por un grupo de magníficos músicos que leen perfectamente cada una de las canciones, dándoles el toque especial que en algunos casos les convierte en piezas únicas.
Quizá en algunos momentos del concierto, esta fórmula pudo generar un cierto rechazo para un sector de público que seguramente busca en los conciertos de las fiestas espectáculos más bullangueros. De hecho, a medida que avanzaba la noche, el número de personas que inicialmente llenaban el Azoguejo fue descendiendo paulatinamente, algo que no arredró a Rebeca Jiménez, que parecía sentirse más cómoda que en algunas de sus últimas actuaciones en Segovia.
Lo que es innegable es el talento que tiene para desmenuzar sentimientos y hechos cotidianos en apenas tres minutos de canción, empleando para ello los registros elementales de una música que conoce, admira y respeta. Todo ello, unido a una voz cálida y sugerente que acaricia y golpea con la misma contundencia.
Quedan poco menos de 48 horas para el fin de las fiestas, y seguramente el concierto de Rebeca Jiménez no será de los más multitudinarios, pero para muchos de los que presenciaron su actuación, quedará para la memoria haber disfrutado de un peculiar sitio de recreo en el que otra música (si, me repito) es posible.
