El presunto agresor, I. I. L, de 23 años, hizo uso del derecho a la última palabra poco antes de las tres de la tarde para pedir perdón y mostrar arrepentimiento, según sostuvo su abogado, Ignacio García Tábora, aunque únicamente a dos de las mujeres, ya que solo admite “dos hechos puntuales que se corresponden con sucesos ocurridos en 2013”, señaló.
García Tábora añadió que el acusado ya reconoció esos dos hechos en comisaría y en el juzgado de Instrucción. Sin embargo, considera que solo hubo “tocamientos” y, por lo tanto, no admite “ningún tipo de violencia que haya supuesto la introducción de dedos en la vagina”. “No ha habido violación”, afirmó con contundencia. Además, indicó que el joven no ha reconocido ninguna de las presuntas agresiones ocurridas en el año 2012, como mantienen tres de las denunciantes y la propia Fiscalía.
El letrado, en su informe final, admite en todo caso que I. cometiera dos abusos sexuales, pide que se tengan en cuenta la atenuante de alcoholismo y drogadicción y, en el peor de los escenarios, si el tribunal admite que hubo violación, reclama que se considere en el “tipo básico”, penado con prisión de uno a cinco años.
En definitiva, ha solicitado que se decrete la libertad del joven, ya que a su juicio se debe abonar el tiempo que ya ha cumplido en prisión preventiva. El acusado fue puesto en libertad el pasado 28 de enero, con medidas cautelares, después de pasar once meses en un centro penitenciario.
Por otro lado, con algunas variaciones, la fiscal mantuvo la petición de penas de cárcel, de hasta 18 años en total, por cinco delitos que ella considera ha cometido el acusado, entre ellos una violación consumada. En el caso de las tres letradas que defienden a las cinco víctimas —jóvenes entre los 20 y los 36 años— las penas que solicitan suman en conjunto más de 23 años de cárcel. Si I. es declarado culpable de violación, la víctima debería ser indemnizada “por el perjuicio moral sufrido y daños psicológicos”, según su abogada, ya que ha necesitado apoyo de un equipo especializado en violencia sexual.
Tanto la fiscal como las abogadas de la acusación particular, a la vista de las declaraciones de las jóvenes denunciantes y de las pruebas obtenidas —entre ellas el informe forense— mantienen el relato de los hechos del Ministerio Público según el cual el joven acusado entre julio de 2012 y marzo de 2013, siempre en las primeras horas del día abordó a las mujeres cuando caminaban solas por calles del barrio segoviano de San Lorenzo guiado “por ánimo libidinoso y lascivo” y “con la intención de satisfacer sus apetitos sexuales”.
Tanto la fiscal como la abogada de una de las denunciantes son categóricas al calificar como violación lo ocurrido el 10 de marzo del año pasado. En este sentido, el forense, además de señalar varias erosiones o arañazos en el cuerpo de la mujer, refleja en su informe que, en la exploración ginecológica se aprecia “excoriación —herida en la que la carne queda al descubierto— de tres centímetros de longitud por un milímetro de profundidad en la cara interna del labio menor izquierdo, que se dirige al interior, vertical de externo a interno de unos 3 por 0,2 hasta la entrada de la vagina”. La fiscal recalcó que estas lesiones son compatibles con el relato que la denunciante sobre lo ocurrido esa mañana.
Al parecer, los gritos de la mujer alertaron a un vecino que declaró en el juicio. En ese momento reconoció al acusado como un vecino del barrio, e incluso le llamó por el apodo con el que es conocido. A partir de ahí se procedió, dos días después a la detención de I., lo que permitió, según la acusación particular, que otras mujeres le identificasen como presunto autor de otros delitos sexuales cometidos en la misma zona de la ciudad.
La letrada de la presunta víctima de violación, en su informe de conclusiones, cuestiona que el joven actuara afectado, al menos en gran medida, por el consumo de alcohol o de cannabis, ya que a su juicio seleccionaba a las víctimas con frialdad.
Así, llamó la atención de la sala sobre el hecho de que tanto el presunto violador como ellas residen en el mismo barrio de Segovia, pero ninguna de las jóvenes le conocía y ni siquiera recuerdan haberle visto con anterioridad a las agresiones, lo que puede explicarse por una elección intencionada de estas mujeres para dificultar ser reconocido. Eso podría explica también que algunas tardasen meses en presentar la denuncia, ya que el joven no está fichado y, por lo tanto, no había forma de saber quién era, según señaló esta letrada a EL ADELANTADO.
Sin embargo, el abogado del acusado insistió, basándose en los informes forenses, en que “es clarísima la asociación de alcohol y cannabis en la trayectoria vital de mi representado. Es una bomba de relojería. No negamos lo que hizo pero decimos que limita , al menos de forma relativa, su capacidad, y so debe procurar al menos una atenuación de la pena”.
Ayer declararon, entre otros, los padres del joven, que describieron su personalidad como inmadura y con dificultades de adaptación en el colegio, y dos menores, amigos o conocidos, que contaron que la noche anterior a la presunta violación le vieron beberse una botella de whisky, pero solo hasta las doce de la noche y en algunos momentos previos le perdieron de vista, según la acusación particular.
Contradicción
El abogado de la defensa, por su lado, insiste en que hay contradicciones entre los informes médicos: el del forense y el del ginecólogo y el medico de guardia que exploran a la denunciante de violación e incluso da más valor a un informe psicológico porque en él no se habla de introducción de miembros en la vagina.
La letrada de la mujer comenta que el Código Penal precisamente fue reformado para calificar como violación la penetración con cualquier miembro —como sería en este caso con uno o varios dedos—, aunque sea parcial o incluso en el inicio de la vagina.
