La fiestas de las ferias, que secularmente se han celebrado en nuestra capital durante el mes junio por los días comprendidos entre San Juan y San Pedro, o sea la compraventa de ganado (hoy desaparecido) y el recinto ferial que comprende las casetas y atracciones de los carruseles de diversión, el Ayuntamiento, con mejor o peor criterio, le instala hoy día donde «cristo dio las tres voces», es decir al final del barrio de La Albuera, pero a mediados del siglo pasado estaba imbuida la idea de que estos artilugios de diversión se debían de instalar en lugares céntricos donde el pueblo los tuviera a mano para solazarse sin tener que hacer largos desplazamientos, conservando la Dehesa como la feria del ganado.
Por aquellos años 30, 40 y 50 del siglo pasado, la juventud segoviana por entonces y ahora, con poco poder adquisitivo, tenía la costumbre de pasear, actividad que es un entretenimiento bastante económico. Pues bien al caer la tarde nos congregábamos en un pasillo lateral del Paseo del Salón de Isabel Segunda dando vueltas y más vueltas (nosotros decíamos dar vueltas a la noria) hasta que al anochecer nos dirigíamos a la Plaza Mayor (entonces de Franco) continuando el paseo en la acera exterior delante del Ayuntamiento para seguir dando más vueltas. Esta costumbre desaparecida, estuvo muy arraigada.
Pues bien, hubo varios años donde el recinto ferial estuvo instalado en mismo Salón. Casi todas las atracciones de feria de entonces cabían en él perfectamente pero no se parecían a las actuales. Se prodigaban las barcas voladoras (columpios accionados por la fuerza de los usuarios que las montaban), la ola con su exagerado y martirizante ruido y puñetazos a un balón colgante, la noria, «el güitoma» (diversión de feria consistente en un círculo giratorio del que penden unos asientos de los clientes sujetos con cadenas que giran a gran velocidad), los caballitos del tío vivo y múltiples casetas de tiro a las serpentinas y al corcho aéreo, de pelotas lanzadas manualmente a media docena de botes y de venta de botellas y otros productos. Los coches eléctricos de choque se instalaban también pero como al colocarlos enteros no cabían de farola a farola, los tenían que acortar algunos metros.
Después estuvieron varios años en la Plaza de Franco ocupando toda ella; siempre eran los mismos feriantes que ya eran conocidos por los segovianos y se integraban en nuestra sociedad. Más a mano no podían estar las ferias, pero entonces, como se atravesaba una época de penurias, la gente no podía gastar mucho dinero, pero nunca faltaron estas buenas gentes a la cita anual conformándose con lo que había. En el año 41, estando la feria en la Plaza, hubo un alistamiento voluntario para ir a combatir a Rusia a favor de Alemania que se llamó la División Azul; un día de juerga el personal obrero de los coches eléctricos se apuntó y al día siguiente les embarcaron para luchar en la batalla de asedio a Leningrado (San Petersburgo). El problema vino para los dueños, que probablemente era la familia Loranca, que no podía desmontar el estaribel de los coches eléctricos por falta de personal cualificado.
Posteriormente, al parecer, debía de ser molesta para el Ayuntamiento la instalación de la feria en la Plaza y la trasladó a las plazas de los Huertos y Doctor Laguna y calle Colón. Aún recuerdo una caseta en la que todas las tardes salía un hombre reclamo vestido a lo Charlot que cantaba aquello de: «Anoche he tenido un sueño, etc.» y a juzgar por algún visitante a la caseta era más distraído lo que el hombre hacía a la vista del público que lo que se veía en su interior. Yo, que era un niño, me quedaba embelesado viéndole incansable hacer aquellas piruetas con el bastón, sus cómicas posturas y sus cantos.
Por el año 1948, recuerdo que hubo una pandilla de tres o cuatro jóvenes empleados de una gestoría segoviana, que se pasaban la tarde montando en los coches eléctricos con asombro y envidia de todos nosotros que generalmente nos conformábamos con mirar y acaso montar una vez de pascuas a ramos. Claro que pasado algún tiempo se descubrió el pastel siendo la comidilla de todo Segovia, porque fueron «enchironados» algún tiempo, ya que les descubrieron que el dinero que despilfarraban en los coches eléctricos era trucado y sustraído de unas relaciones de ingresos (todo se hacía a mano) que obligatoriamente presentaban a la Hacienda Pública.
Pasó el real de la feria posteriormente a la Avenida de Fernández Ladreda (hoy Avenida del Acueducto) y más tarde a la Tejera de Molina que naturalmente estaba sin edificar. Por último se trasladó a la Dehesa, donde anteriormente se habían celebrado las ferias del ganado que yo conocí con exposición de muchos animales particularmente del género caballar y asnal, con el trajín de tratantes y gitanos, ya que al parecer estas ferias son ancestrales y proceden de un fuero concedido a Segovia por el rey Enrique IV. Todavía aquí he degustado para cenar algún pollo asado de aquellos que daban vueltas.
Al transformar la Dehesa en un hermoso parque-jardín se pasó al barrio de Nueva Segovia y de aquí a un descampado de La Albuera y ahí sigue con más o menos acierto pero ya no se parece ni por asomo con el Real antiguo que he tratado de describir y que yo conocí en mi juventud. Los carruseles de diversión no se parecen en nada a los antiguos.
El recinto ferial muy modernizado en relación a los hechos que se narran, en una próxima embestida lo llevarán todavía más lejos a una parcela colindante con el Centro de Transportes, según El Adelantado del 17/2/22 y es de esperar que la siguiente ubicación se trasladará a la Granja.
