Como se lo cuento. La Comisión Europea del ‘ramo’ se metió a estudiar hace meses la forma de regular y restringir el uso de microplásticos que han sido añadidos de forma intencionada al medio ambiente. En ese camino se encontró con el caucho reciclado, que es una parte importante de la superficie de un campo de fútbol de hierba artificial, con partículas sobre el césped de hasta 2,5 milímetros.
Sepa quien leyere, que a la superficie citada, sobre la que juegan miles de pequeños y grandes jugadores, se dedican 75.000 toneladas de ese caucho, de las 300.000 que se generan (por año) a base de neumáticos reciclados. En consecuencia, el caucho es una importantísima base de los campos de fútbol ya referidos.
El Sistema Colectivo de Gestión de Neumáticos Fuera de Uso (SIGNUS), ha prestado su colaboración al Instituto de Biomecánica de Valencia, cuyo proyecto está dirigido a la monitorización de un campo de fútbol, con la finalidad de llegar a la liberación de microplásticos en el medio ambiente.
¿Qué van a hacer?
Instalar alrededor del campo de fútbol filtros que recojan el agua de lluvia y la del riego del campo junto a una barrera a lo largo del perímetro del terreno, completado con un sistema de limpieza de botas que deberá ser instalado en la salida, así como la instalación de contenedores en los vestuarios, donde se depositarán –lo habrán de hacer los jugadores-, las partículas que los deportistas tienen en ropa y botas. Pues se ha demostrado que en ellas se ‘instalan’ microplásticos (partículas de polietileno), que proceden del filamento verde.
Todo ello, y más, está recogido en la norma europea CENTR 17519.
