Algunos me han dicho que ya me tocaba, pues con tantas idas y venidas, viajes, transportes, con compañeros de todas las partes de España y reuniones por doquier, el covid me estaba esquivando.
Sí, he dado positivo y estoy confinado. Mi mujer, ¡qué haría yo sin ella!, me cuida y está absolutamente pendiente de mí. El caso es que desde el domingo, encerrado en mi habitación o perdido en mi habitación, como dice la canción de Mecano, se me ha pasado el tiempo. Debía haber ido esta semana al Congreso, pero he tenido que solicitar el voto telemático, previa justificación con el parte médico; adelantar mi trabajo para que otros compañeros lo llevaran y seguir las sesiones del Pleno y algunas de las comisiones de esta semana por la intranet del Congreso.
Pero el día tiene muchas horas, y parecen que son más cuando estás encerrado en una habitación. Y ello me ha permitido ver por la ventana y descubrir el mundo de mis vecinos del patio, hablando también con el personal sanitario que me llamaba para preguntarme por mi salud.
Mi habitación da a un patio interior bastante grande, 35×25 metros cuadrados más o menos -hasta esto lo he calculado estos días-, y con vistas a varias terrazas de cocina, unas 20; pero me han llamado poderosamente la atención en particular cinco de ellas. En una viven unos estudiantes que dejan la luz de la cocina encendida por la noche. Sí, sí, toda la noche, a pesar del precio de la luz. En otra, una señora viuda cuida con esmero las plantas, las riega, las limpia, hoja por hoja; y luego lee El Adelantado pacientemente, disfrutando, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Lo de tender la ropa es otra historia y desde luego lo que nos diferencia. En general, todos colocan las toallas en la parte de fuera de los tendederos y por dentro, la ropa personal. Parece que, como sin darnos cuenta, tratáramos de preservar nuestra intimidad. Una de las vecinas se pone las pinzas en los labios y con una rapidez inusitada va colocando la ropa con primor sacándose mecánicamente las pinzas de la boca. ¡Qué habilidad!
En otra terraza viven dos hermanos. Me admiran: qué orden, qué limpieza, y colgar la ropa todo es arte. Siempre de la misma forma, cada prenda siempre en el mismo sitio, estirada, para luego tener que planchar menos. Todos tienen su rutina y sus manías. Y por la noche, a la hora de cenar, en un piso de unas estudiantes repasan entre ellas lo que ha pasado durante el día. Son sus historias, sus amoríos, sus encuentros o desencuentros, y el apoyo de las demás no falta para alguna de ellas.
¿Porqué en los patios interiores y por la noche parece como que todo se escuchara mejor? La verdad es que desde mi ventana, durante esta semana encerrado en mi habitación y en algún momento perdido, he visto pasar el día de algunos. Y el mío también, deseando poder salir a la calle, echarme un pitillo y tomarme una cerveza en algún bar hablando con la gente, sabiendo que quizá otro vecino tenga que encerrarse en su cuarto, y que para entretenerse y pasar el tiempo haga lo mismo que yo, desde su ventana me vea y analice mi comportamiento, y entre mirada y mirada se sonría.
Pero si eso le ayuda a pasar la semana, bendito sea. Porque eso mismo hemos hecho otros; y a mí me ha servido para sentir y vivir la proximidad y las pequeñas cosas de mis vecinos, de las que apenas sí nos damos cuenta.
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(*) Diputado del PP por Segovia.
