El presidente cubano, el general Raúl Castro, se atrincheró ayer ante las críticas internacionales por los derechos humanos en la isla, que considera «hipócritas», advirtió de que sobran un millón de funcionarios y criticó a quienes le reclaman reformas urgentes.
El dirigente afirmó que Cuba prefiere «desaparecer» antes que aceptar el «chantaje» al que le someten EEUU, Europa y la oposición con «manipulaciones» sobre la vigencia de los derechos humanos y la democracia. «Este país jamás será doblegado. Antes prefiere desaparecer, como lo demostramos en 1962», manifestó en alusión a la crisis de los misiles, el clímax de la Guerra Fría, repitiendo una idea reiterada por su hermano mayor y antecesor, Fidel.
«La vacilación es sinónimo de derrota. No cederemos jamás al chantaje de ningún país o conjunto de naciones, por poderosas que sean, pase lo que pase», aseguró el general, de 78 años, al clausurar en La Habana el IX Congreso de la rama juvenil del gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC).
Tampoco se plegará, añadió, al «chantaje inaceptable» de opositores que se declaran en huelga de hambre para pedir la liberación de presos políticos enfermos, y reiteró la versión oficial de que son «delincuentes comunes» y que, si mueren, es culpa suya y de quienes les apoyan y «financian».
«Si pretenden acorralarnos, sepan que sabremos parapetarnos», añadió quien ha sido el segundo al mando en Cuba desde hace 51 años, a la sombra de su hermano.
Castro denunció «increíbles campañas mediáticas» del «enemigo» y «tergiversaciones», al responder a las críticas del Parlamento Europeo y otros organismos, Gobiernos y personalidades tras la muerte en febrero del disidente preso Orlando Zapata al cabo de una huelga de hambre de 85 días.
Recordó que Cuba no cedió «ni un milímetro» cuando Washington apuntaba con armas nucleares y, según él, se disponía a invadir la isla, ni cuando se desplomó hace dos décadas la Unión Soviética, su principal aliado y proveedor, y el país entró en una profunda recesión de la que aún no sale.
El general apuntó que le «repugna» el «doble rasero» de los países europeos que critican los derechos humanos y la falta de democracia en Cuba cuando allí maltratan a los inmigrantes y reprimen las manifestaciones, incluso a balazos.
Según Castro, la actual Administración estadounidense, presidida por Barack Obama, «no ha cesado en lo más mínimo el apoyo a la subversión» en la isla y mantiene el bloqueo comercial que Washington aplica desde 1962.
Por otra parte, reiteró sus advertencias de los últimos años de que la situación económica cubana es crítica, que su Gobierno no puede mantener subsidios a la población «excesivamente paternalistas» y que hay un millón de trabajadores que sobran en las nóminas estatales.
Hay «plantillas terriblemente infladas» en todos los sectores, y se pagan salarios no vinculados a la producción, con lo cual no se puede evitar que se deteriore la capacidad adquisitiva del pueblo, agregó. Castro insistió también en que se gastan «millones» en importar frijoles y otros alimentos que se pueden cultivar en Cuba, mientras crecen las «ilegalidades» y la corrupción. «Hemos dejado de honrar los compromisos de deudas exteriores y retenemos millones de euros en divisas».
El general criticó a los «compañeros» que se «desesperan» pidiendo «cambios inmediatos», sin tener en cuenta la cantidad de asuntos que él tiene por delante para asegurar un futuro a la revolución que encabezó en 1959 Fidel, aún primer secretario del Partido Comunista.
Desde que éste enfermó y dejó de aparecer en público, en julio de 2006, su sucesor ha anunciado «reformas estructurales» que no se concretan, salvo pequeños cambios para recoger divisas, como la venta de ordenadores y electrodomésticos o la entrada de sus compatriotas en los hoteles.
