Tras el desastre del año 1898, consecuencia del fracaso del régimen político de 1876, y la agudización de la situación con la crisis de los partidos dinásticos en 1917, Ortega y Gasset sintió la necesidad de realizar una anatomía de aquella España en crisis, el resultado fue la obra España Invertebrada (1921). Un intento de descifrar el alma y la historia españolas como medio de comprender aquella España del siglo XX, al mismo tiempo que diagnosticar esa crisis contemporánea de nuestro país. Una nación era “un proyecto sugestivo en común” y Ortega equivocadamente concluyó que “Castilla ha hecho España, y Castilla la ha deshecho”. España existió como nación mientras Castilla impulsó la colaboración de los pueblos peninsulares que culminó en los siglos XV y XVI, proceso que se agotó en 1580, desde entonces, para Ortega, España vivía en decadencia. Una crisis que afectaba a principios del siglo XX a la propia unidad nacional. Ortega explica la desintegración de los Estados por un avance del particularismo, en virtud del cual cada grupo deja de sentirse como parte y pretende afirmarse sobre las demás partes de la comunidad unitaria. El poder central en España era incapaz de impulsar un destino nacional, con el resultado del aumento del particularismo en la periferia, era esa España invertebrada, atenazada también por el problema territorial y la falta de una verdadera emoción nacional.
En 1931, Ortega y Gasset publicó La redención de las provincias, donde afirmó que “España era pura provincia”, la provincia era la única realidad enérgica existente en España, por lo que la solución era forjar un nacionalismo que no había desde el localismo. La idea de Ortega en La redención de las provincias, era la organización de España en diez grandes comarcas: Galicia, Asturias, Castilla la Vieja, País Vasco-navarro, Aragón, Cataluña, Levante, Andalucía, Extremadura y Castilla la Nueva, dotadas de instituciones democráticas. Sin embargo, señalaba seis regiones dotadas de una cierta conciencia colectiva (Aragón, Cataluña, País Vasco, Navarra, Asturias, y Galicia), otras en transición (Valencia y Murcia), señalando que dicha conciencia no llegaría a culminar en Extremadura, Andalucía (Teoría de Andalucía, 1927), ni en las dos Castillas. No obstante, a Ortega no le interesaban las provincias por su especificidad étnica, cultural o histórica, sino que le interesaban las provincias y las regiones porque en las mismas estaba la realidad de España. La “gran reforma” nacional debía comenzar por la realidad más auténtica, las provincias, de modo que esas provincias asumieran su responsabilidad en el quehacer nacional, en definitiva construir desde las regiones y las provincias una voluntad y una conciencia nacionales.
Ahora, se habla de fomentar una descentralización administrativa, la mera distribución de organismos administrativos en el territorio nacional. Sin embargo, la verdadera vertebración nacional debe partir de una auténtica integración económica, evitando las diferencias sociales, educativas y de nivel económico entre los distintos territorios que integran el mapa político nacional.
El Ministerio de Hacienda el pasado 22 de octubre por otra parte se abría a refinanciar a las Comunidades Autónomas más endeudadas. En otras palabras, las Comunidades Autónomas deben al Estado 175.000 millones de euros (un 80% del total). Las Comunidades de Cataluña y la Comunidad Valenciana son las que detentan una mayor deuda, y van a presionar a que se condone su deuda consolidada. De nuevo, las Comunidades que han cumplido estrictamente con sus obligaciones financieras en materia de estabilidad presupuestaria, serán de nuevo las grandes perjudicadas.
Se habla de descentralización administrativa y no de descentralización económica, cuando La Caixa ha absorbido 14 de las antiguas Cajas de Ahorros, e Iberdrola controla los saltos hidroeléctricos del Duero, Tajo y Segura, y de la mayor parte de los existentes en los ríos gallegos. Unas entidades que controlan el mercado de la electricidad y el energético a nivel nacional. Parece que irremediablemente se pretende consolidar las dos Españas con una descentralización a dos niveles, con lo que se consolidaría las diferencias interregionales, entre la España pobre interior y la desarrollada en la periferia. Cuando lo que hay que realizar verdaderamente es una descentralización económica, que permita el desarrollo de cada uno de los territorios que conforman el Estado español.
