Comenzó el pasado fin de semana encontrándome casualmente con la prensa deportiva en pleno -nunca mejor dicho-, en compañía de técnicos y ex-jugadores futboleros. Me recordó a mis encuentros con periodistas, entrenadores y ex-jugadores de baloncesto, pero hace ya tres décadas, y en Madrid. Perdí la oportunidad de plantearles si el 5-5-0 de Simeone en Manchester fue temerario, o hubiera sido más acertado un 6-4-0 o, incluso, un 7-3-0.
Hablando del Atleti, perdió en Bilbao y menos mal que el Betis y la Real (estos son ahora nuestros rivales) no pasaron del empate. Y el Madrid ganó la liga; ya lo he comentado varias veces en este espacio: admiro el espíritu competitivo del Real Madrid. No tanto que luche hasta el final, porque eso lo hacen todos y es lo menos que se le puede exigir a cualquiera, sino por su resiliencia y su autoconfianza cuando las cosas van mal; ese momento en que los muy buenos tienen la oportunidad de convertirse en los mejores, y no la desaprovechan. Felicidades, más allá del campeonato, por el ejemplo que dan, que vale mucho más que cualquier título.
También, y ya en el entorno más cercano, quise haber ido a ver al CD Base junior, que le faltó una pizca para ganar la final a cuatro, pero mis obligaciones y prioridades me lo impidieron. Después, ni el Nava, ni la Segoviana aseguraron la permanencia y, lo que más me interesaba, Álvaro y Guille perdieron sus partidos de modo inaprensible en los torneos de Majadahonda y Las Rozas.
Y concluyó el fin de semana, en lunes, recibiendo de Pepe Herrero el último anuncio del Atleti para combatir el acoso escolar y en el que se deja claro que, “a veces, los verdaderos cracks son los que defienden, no los que atacan”.
