“Esto es un vicio, como para otros puede ser lo del móvil o las maquinitas”. Milagros Pascual Zamorano no duda en reconocer su pasión por la indumentaria tradicional segoviana, a la que ha dedicado cuarenta años de su vida desde que confeccionó los trajes de segoviana a sus hijas para participar en el grupo de danzas de las Jesuitinas. Desde aquel día, han sido muchos los manteos, camisas, faltriqueras y, sobre todo, monteras que han surgido de las manos de esta mujer, que atesora una colección personal de 20 manteos que luce en ocasiones señaladas, junto a una no menos valiosa colección de adornos que completan sus trajes.
Su amor por el traje segoviano le ha llevado a emprender un proyecto personal que, espoleado por la pandemia, le ha permitido recrear una docena de indumentarias a escala con las que ha vestido otras tantas muñecas, en las que no falta un solo detalle. Pascual señaló que comenzó a realizar los trajes para intentar llenar las largas horas de confinamiento, completando algunos que ya había iniciado y mejorando otros que ya tenía hechos. La cosa fue a mas, y a través de su propio conocimiento de la indumentaria segoviana, unido a la documentación bibliográfica con la que se asesoró, le ha llevado a reunir esta original y atractiva colección que luce orgullosa sobre la mesa del salón de su casa, a la espera de encontrar una mejor ubicación.
A través de un anticuario, fue adquiriendo las muñecas a las que ha ido vistiendo con los mismos tejidos, adornos y materiales que los de un traje normal, pero la recreación no ha ido sólo orientada a la indumentaria, sino también al peinado de algunas de las muñecas, que lucen los peinados tradicionales que lucen las segovianas en fiestas y romerías con tocados como el ‘moño de picaporte’ o el conocido como ‘sígueme pollo’.
Pascual no se aventura a calcular las horas de trabajo que le ha llevado cada una de las muñecas, a las que ha dedicado tardes y noches en el último año y medio, ni tampoco puede poner precio a ninguna de ellas, ya que el objetivo no es su venta. “Para mi ha sido un relax, y no he mirado el reloj ni el dinero, aunque hay algunas de ellas que me han dado mucha guerra por su complejdad”, reconoce la artesana.
Pese a ello, señala que “por poner una cifra”, algunas de las muñecas no las podría vender por menos de 250 euros, porque son muchas horas de trabajo previo para documentar cada uno de los trajes, reducirlos a la escala de las muñecas y después recrear minuciosamente cada uno de los detalles que les dan exclusividad como los colores de algunos de los manteos que se alejan de los tradicionales o el empleo de elementos decorativos como el ‘dengue’ o el cinturón que algunas segovianas usaban en la zona de Turégano.
