En España hay muchos bautizados en la religión católica que forman parte de la iglesia, pero no todos los que son están. Tienen una cierta creencia en DIOS en momentos difíciles cuando las situaciones son adversas, pero no suelen participar de la eucaristía; ven la religión como algo del pasado “cosa de las abuelas” y la juventud se fija en otros modelos de vida en los cuales la religión no tiene cabida, e incluso está mal vista. En los últimos años se detecta un progresivo proceso de secularización.
La religión va teniendo un menor peso en la sociedad, pasando de posiciones teológicas a agnósticas y ateas; lo cual implica que los ciudadanos sienten un menor apego por todo lo religioso. Después de dos años de pandemia este proceso se ve acelerado. Estos días de Semana Santa, y después de tanto tiempo sin poder celebrar los actos propios de esta festividad, la gente ha visto en estas vacaciones un tiempo perfecto para disfrutar de playas, casas rurales y actividades de ocio. Las procesiones son un reclamo turístico, mientras que las vigilias y eucaristías cuentan con escasa asistencia. Se vive alejado totalmente de la experiencia vital de la Fe.
La Iglesia debería de reflexionar y pensar qué parte de culpa tiene cuando pierden tantos feligreses. No podemos echar siempre la culpa al empedrado.
