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Paloma Sánchez-Garnica: «Putin tiene muchas connotaciones con los líderes totalitarios del siglo XX»

por Alejandra Suárez
10 de abril de 2022
en Segovia
Paloma Sánchez-Garnica, con el libro. / KAMARERO

Paloma Sánchez-Garnica, con el libro. / KAMARERO

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“Tú no vales para esto”, le dijo su hermano mayor, con quien compartía profesión. Sabía que llevaba razón. Nunca le ha gustado la confrontación. Esto le dio el impulso que necesitaba para colgar la toga: quería descubrir el mundo. En 2003, con dos licenciaturas –también cursó Geografía e Historia- y un gran bagaje personal, Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) decidió hacer algo que “nunca antes” se había siquiera planteado. Casualidad o destino, se puso a escribir y fue así como nació su primera novela. Ya va por la octava, ‘Últimos días en Berlín’, finalista del Premio Planeta 2021, que presentó este jueves en el hotel Áurea Convento Capuchinos de Segovia.

Sentía que no había escogido el camino correcto y esto, en alguna que otra ocasión, hizo que le embriagara una sensación de fracaso. Pero Sánchez-Garnica es de las que tratan de sacar la parte positiva de cada lección que le ha ido dando la vida; “El fracaso me ha enseñado que es de lo que realmente se aprende”, asegura.

Cuando empezó a convertir sus ideas en letras, no tenía ninguna “expectativa ni responsabilidad”. Fue escribiendo y le fueron publicando. Lo cuenta como si fuese algo sencillo: no lo es. Ahora ha identificado que la “inquietud” que tenía con 20 años, se la ha resuelto la literatura. Si se hubiese introducido antes en este mundo, está segura de que “habría sido un fracaso”: era impaciente y vehemente. Cree que este oficio requiere humildad, disciplina y un sosiego que solo encuentra en Marbella: su refugio y su fuente de inspiración.

— Su última novela tiene algunos paralelismos con el contexto actual. Un ejemplo es que el protagonista, Yuri Santacruz, es hijo de madre rusa y padre español al que el régimen de la URSS separa de su familia, un trance por el que en estos momentos están pasando muchos ucranianos.

Otra vez, los hombres son los que se tienen que quedar a luchar y las mujeres las que tienen que salir con sus hijos y mayores a un destino que no conocen. Quienes se quedan, tienen que vivir en túneles o sótanos para poder sobrevivir, con miedo, hambre, frío… Es sorprendente, pero estamos viviendo eso.

Paloma Sánchez-Garnica. / KAMARERO
Paloma Sánchez-Garnica. / KAMARERO

— En la biografía de su cuenta de Twitter recoge una frase del poeta Edmund Burke: “El mal triunfa solo cuando los hombres buenos no hacen nada”. Desde hace más de un mes, en Ucrania está triunfando el mal.

El mal en sí mismo existe, lógicamente. Cuando los hombres buenos no hacen nada, triunfa el mal. El problema es cuando la maldad paraliza a esos hombres buenos a través del miedo, el chantaje emocional, que es lo que utilizan los totalitarismos para controlar a sus ciudadanos.

En la actualidad, los hombres y mujeres buenos son los que tienen en su mano la diplomacia, la política, y cada uno de los que, con nuestras fuerzas, apoyamos de una forma u otra esta guerra que está matando y desgarrando la vida a muchos inocentes, a gente como nosotros.

— ¿Le sorprende que en el siglo XXI haya una guerra en Europa?

Me sorprende que haya una guerra en el centro de Europa. Yo pensaba que, en el siglo XXI, ya no íbamos a conocer las guerras convencionales. Creía que iban a ser guerras virológicas en las que, quien tenga el antídoto, tiene el poder, o de ataques internautas, pero no una guerra con metralletas, misiles, bombas, tanques… Estamos otra vez como en la Guerra Fría, pensando en la posibilidad de que este hombre, Putin, pueda actuar con un ataque nuclear o químico. Tenemos un problema.

— En ‘Últimos días en Berlín’ traslada al lector a la revolución rusa y a la Alemania nazi. Putin parece querer emular el uso de la propaganda que hicieron Hitler y Stalin. ¿La literatura se convierte en una ventana al mundo, frente a la desinformación y las fake news?

El problema es que esa propaganda surta efecto, y esto solo es posible cuando cala en conciencias muy vulnerables, manipulables, faltas de crítica, sin capacidad de opinar, de analizar, de cribar lo que es o no cierto. La lectura es uno de los instrumentos más fáciles y accesibles que tiene una sociedad para evitar ser vulnerable y ser crítica, con opinión, difícilmente manipulable, capaz de cribar toda la propaganda, que va calando en el imaginario de la conciencia, y de plantar cara al poder que quiera cambiar sus principios o arrancar un Estado de Derecho.

— A su juicio, ¿hay peligro de que el totalitarismo regrese a la Europa actual?

Como dijo Primo Levi con respecto al horror del nazismo: “Ocurrió. Puede volver a ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar”. Debemos meditar sobre lo que ocurrió porque las mentes pueden volver a ser seducidas, obnubiladas, a lo mejor no con las mismas formas o métodos, pero nos pueden suceder las mismas tragedias u horrores del pasado con esos resultados trágicos.

Amor entre tanta barbarie

— ¿La herida del nazismo y del estalinismo aún no está cerrada?

Creo que la del nazismo sí está cerrada, porque se ha juzgado a nivel histórico, social y político. Los propios alemanes aprendieron a cicatrizar esa herida. Otra cosa es el estalinismo. Esa época no se juzgó porque fueron los vencedores de la guerra, que además se asignan ellos el haber vencido y haber eliminado el nazismo como el gran peligro de Europa. Tuvo su seguimiento y su proyección hasta 1953, cuando Stalin muere. El telón de acero y la Guerra Fría se mantuvieron hasta 1989, con la caída del muro de Berlín.

En los años 90, hasta el 2000 que llega Putin a la política, hubo una Rusia aparentemente normalizada. Ahora tenemos a un personaje que no sabemos por dónde puede salir. Lo que sí está claro es que tiene muchas connotaciones con los líderes totalitarios del siglo XX: Stalin y Hitler. No sabemos si va a ir a más o si va a ceder en sus pretensiones, pero lo que pretende es una gran patria rusa, una patria temida y poderosa como lo era la Unión Soviética.

— Precisamente su novela se mueve entre el ascenso del nazismo y la vida durante los años más terribles del estalinismo.

Yuri Santacruz es el personaje a través de cuyos ojos los lectores van a poder caminar por ese Petrogrado destruido, no solo por la revolución sino, sobre todo, por la guerra que siguió y por la destrucción de la sociedad zarista. Lo que he pretendido a través de él es entender qué falló para que la sociedad alemana se echara en brazos de un salvador de la patria como era Hitler.

— Es una historia de amor y guerra. En un contexto de tanta polarización como el que se está viviendo, ¿el amor se transforma en un ‘arma’ contra el odio?

El amor, en el sentido más amplio de sentimiento, ennoblece al ser humano y esto se da incluso en los momentos más trágicos y devastadores. En las guerras, en las sociedades paralizadas por el miedo, la gente se sigue enamorando. El amor siempre es posible, otra cosa es que pueda paralizar horrores y tragedias. Gracias a él, es posible sobrevivir e incluso enfrentarse a la muerte.

Una conquista paulatina

— Su carrera ha estado marcada por el éxito. Tal es así, que su última novela es finalista del Premio Planeta 2021.

El éxito en mi carrera ha tenido un recorrido muy lento, muy tranquilo, lo he ido conquistando poco a poco. He ido ampliando mi espectro lector. La grandeza que tiene el sello Planeta te supone llegar a unos lectores a los que, de otra manera, no llegarías. Se nota también que tengo un bagaje detrás y esos lectores que vienen de atrás se han ido ampliando. En este oficio es todo muy voluble.

— Como dice, ya tiene un gran bagaje. Pero, ¿sigue sintiendo vértigo tras la publicación de una nueva novela por si no cumple con las expectativas de sus lectores?

Siempre hay miedo cuando uno deja de ser dueño de sus personajes, cuando ya no puedes cambiar nada. Los personajes con los que has estado conviviendo dejan de hablarte y entran en máquinas. Siempre te viene el vértigo de cómo reaccionarán los lectores ante las historias que has creado. Eso es inevitable. Al principio, estoy muy pendiente y con la respiración contenida, pero luego la historia ya no es mía y pertenece a los lectores. Me voy alejando de la historia para centrarme en otra.

— En su caso, tiene especial interés por la historia del siglo XX y la Edad Media. ¿Qué tienen esos periodos que copen su atención?

A medida que voy escribiendo, me doy cuenta de que escribo para aprender. La escritura me ayuda a organizar, a relacionar y a entender una época determinada, y lo hago a través de personajes corrientes. Esta es la historia con minúscula, de seres como nosotros que son la base de la intrahistoria, que sostienen la historia con mayúscula. No quiero meterme en el hecho histórico o en un personaje histórico concreto.

Me interesa situar a mis personajes y entender y analizar cómo gestionan sus sentimientos, que son los mismos que los de cualquier ser humano, condicionados por una cultura y unos principios determinados, que no siempre son los mismos.

Han llegado para quedarse

— ¿Qué balance haría del actual panorama literario?

Una de las cosas buenas que hemos sacado de la pandemia es que la gente ha vuelto a descubrir la lectura. Creo que estamos en un buen momento. Hay mucho lector, hay más lectoras que lectores.

Las escritoras hemos llegado al mundo de la literatura para quedarnos. Vendemos y, además, son historias que pueden calar en lectores con poco músculo lector y en otros más exigentes. Ahora se está haciendo una literatura en la que hay varias superficies y eso es bueno.

— Cada vez son más los escritores que ‘nacen’ gracias a la difusión de sus trabajos en plataformas digitales. En la actualidad, ¿cualquiera puede hacerse con el título de escritor?

Yo creo que no, porque hay mucha gente que escribe y que no llega. Sigue siendo complicado. Las redes sociales son una ventana más, pero es un mundo al que resulta difícil llegar y, sobre todo, mantenerse. Todo lo que está en el mundo de las redes sociales es muy efímero, más incluso que la publicación a través de una editorial. Escritores pueden ser muchos y pueden autopublicarse, como ahora, pero la distribución es difícil.

— Que haya una cantidad ingente de personas que publican, ¿hace que no se ponga el foco en obras que de verdad merecen la pena?

Es interesante la posibilidad de que un editor o un autor pueda publicar lo que estime oportuno, de que un escritor pueda escribir lo que quiera y de que un lector pueda elegir. Que haya miles de libros donde escoger es un privilegio al que no deberíamos renunciar. Ya está en cada uno elegir la calidad de lo que quiere.

— ¿Sacará pronto nueva novela?

Con tanta promoción, me resulta muy difícil, además necesito aislarme. Estoy en el momento de lectura. Sé donde quiero estar, donde quiero poner a mis personajes, y ahora estoy analizando el terreno para ver dónde instalo los cimientos para volver a construir el nuevo edificio.

— En alguna ocasión ha dicho que Javier Marías es uno de sus autores de referencia. ¿A quién está leyendo ahora?

Tengo muchos libros. Leo los clásicos de una forma que me funciona, para poner en activo las neuronas antes de escribir. Ahora estoy leyendo un clásico que tenía pendiente, ‘Guerra y paz’, de Tolstói, pero lo hago por la mañana, durante 10 o 15 minutos, no más. Todos los demás, que son como una docena de libros que tengo abiertos, son documentación.

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