Viendo el alivio de los populares en la coronación de Feijóo me acordaba de un viejo anuncio de radio en el que un señor apocado le decía al camarero algo así como: ¿me da un Blended label scotch whisky? ¿Perdón? Le decía el barman, a lo que el cliente respondía, pensando en alto: “Pero si a mí lo que gusta es güisqui DYC ¿para qué me complico?”. Y terminaba hablando del orgullo de ser uno mismo y de no tener complejos. Viendo al gallego parándose a hablar sereno con la prensa recordaba esas películas de viajes en el tiempo en las que un héroe venía del pasado a salvar al futuro en un presente que no entendía y me imaginaba al nuevo presidente como una especie de Capitán Galicia ‘descrionizado’ y defendiéndose con armas de otro tiempo, como Mick Dundee en Nueva York. Con respuestas que no cabían en un titular o un tuit y con el mismo equipo de prensa y de asesores con los que lleva 22 años en la era de los recambios y de las legislaturas como tiempos muertos entre elecciones.
Alguien podrá decir que ser presidente autonómico es una garantía, y es cierto, pero también lo es que gobernaba sin oposición y sin presión y que Madrid tiene una crisis en cada despacho y un periodista en cada esquina.
La paradoja del nuevo viejo PP de la moderación y la gestión es que Feijóo, el hombre de ayer, parece capaz de ganar a Sánchez, pero no de anular a Abascal solo con cordialidad y que para ganar al PSOE necesita antes hacerlo con Vox y eso, a fecha de hoy, solo podría hacerlo Ayuso.
Alguien podrá decir que ya anuló a Vox en Galicia, pero es que los de Abascal crecen donde gobierna el PP blando o donde está la izquierda que odian y la progresía gallega es Abel Caballero, que tiene más que ver con una especie de Papa Noel desinhibido que con el rojo que les enciende el espíritu nacional.
La política es de esos alimentos que viaja mal en el tiempo y el espacio, que se pican al pasar los puertos, así que hay que olvidarse de la morriña y cambiar a la nueva realidad, que no es en la que lleva viviendo Feijóo dos décadas. Una realidad que exige tener muchas conversaciones abiertas a la vez e inmediatez y contundencia en las respuestas, unificando la marca personal con la del partido.
Dos ejemplos, mientras el PP trata de meter en la agenda la posibilidad de bajar impuestos aumentando la recaudación publica y, por tanto, manteniendo prestaciones cuando más las necesitamos, llega Abascal (¿quién es ese hombre que me mira y me desnuda? Una fiera inquieta…) y dice que mejor que hablar de Guernica, Zelenski debería hablar de Paracuellos y después otro diputado suyo remata con Hitler y Goebbels. Y la bajada ya da bajona ante la nazificación del relato. Franco se ha quedado bajo. Hemos pasado a Hitler y Stalin. Para no equivocarnos con los matices, como con el guisqui. Mientras Feijóo sale de hablar con Sánchez de los pactos de Estado, todas las teles están con Almeida y su primo y su contrato con unos pijos sin moral ni calcetines militantes de Comisiones Careras de la agrupación de Sotogrande-Gibraltar. Y Ayuso en Euskadi contando su modelo. Esto no pasaba en Galicia.
Pasar de lo cordial a acordar con el PSOE es el próximo paso. Del mismo modo que ya lo ha hecho con VOX. Si cae en la tentación de vetarlo para evitar ‘el abrazo del osocialismo’, solo gana Vox. Según un estudio de ayer de Metroscopia hay más votantes de derechas que prefieren la oposición de Vox que la del PP. Apostar por ser más antisanchista que Abascal es como querer ser más ingenioso que Broncano en su programa. Si lo último en antigüedades populares quiere el definitivo ‘unvoxing’ tendrá que marcar perfil y estrategia propios. Hay dos millones de votantes en España que están en tránsito entre PP y Vox. Dos millones que quieren cambio de gobierno y les da lo mismo quién y cómo.
Feijóo desconoce que todo en la política actual es relativo. Es decir, de relato. Del mejor relato. Sánchez salvando Ceuta y Melilla en Marruecos después de salvar la excepcionalidad energética en Bruselas y el socialismo como dique de las jetas de Madrid y las negacionistas de Guernica es un buen relato. Sí, ya sé que hay otros muchos matices, pero eso también es relativo.
Hablar solo de cordialidad es como sacar piezas de fruta en una fiesta infantil en la que ya hay manolitos y miguelitos de La Roda. Como poner un ‘corner’ de pescado hervido mientras hay otro con un wok con llamaradas. Ayer siempre es mejor que antes de ayer, pero peor que mañana. Relativamente.
