Ya tenían una vida y un hogar. No necesitaban nada nuevo, tampoco lo esperaban. Sin embargo, todo cambió hace exactamente un mes, cuando las sirenas que avisaban de los bombardeos empezaron a ser la banda sonora de cada día, tarde y noche en su lugar de residencia, muy cercano a la región de Donbass, al este de Ucrania. Su principal deseo es regresar, volver a su casa, reencontrarse con quienes han dejado atrás. Uno de ellos es su hijo y hermano, que ahora lucha en el frente. No pueden sacarlo de sus pensamientos, aunque, en ciertas ocasiones, los veganzoneses lo han conseguido.
Prefieren no hablar de la guerra. “Aquí estamos bien, más allá de bien, todo el mundo se ha implicado con nosotros y nos ayudan bastante, incluso más de lo que necesitamos”, enunció Koba, el padre de la familia ucraniana recién llegada, afincada desde la pasada semana en el municipio segoviano de Veganzones. En concreto, en una vivienda cedida por sus propietarias, las hermanas Esperanza y Francisca Inés ‘Paquita’ Tovar.
No dudaron un momento en ofrecer su “casa familiar y acogedora”, enunció Francisca Tovar. “Al ver las noticias tan desagradables, mi hermana y yo nos lanzamos a la idea de que teníamos que hacer algo”, manifestó. De este modo, pronto se pusieron en contacto con la ONG Mensajeros de la Paz y la Asociación ‘Cueva Valiente’ de El Espinar, todo a través del párroco Valentín Bravo, para aportar su granito de arena: “A los cuatro días nos llamaron, fue dicho y hecho, por lo que nos pusimos rápidamente a organizar la vivienda”.
A las cinco de la tarde del pasado jueves 17 de marzo llegaron en un taxi desde Madrid. “Todos estábamos expectantes y emocionados, incluso el taxista”, recordó Francisca Tovar. “En ese momento, tuve que volver a mi puesto de trabajo en Otero de Herreros, pero les dejé arropados por la gente de Veganzones, que se ha volcado totalmente con ellos”, se enorgulleció.
Ya son veganzoneses
No hablan castellano, pero no es un. «Los niños ya tienen amigos, con los que han jugado al fútbol y paseado en las bicicletas que les han regalado», añadió Mariana Radvanska, de la Asociación de Ucranianos de Segovia, quien traduce sus palabras y les ha acompañado en gran parte del viaje y adaptación a su nuevo hogar. En concreto, ha estado presente en uno de los momentos fundamentales para el futuro de la familia en Segovia: la solicitud de protección temporal, la cual realizaron ayer por la mañana en la comisaría de Policía Nacional ubicada en la ciudad.
Acompañados por Mariana y Arturo Cuesta, vecino de Veganzones que se encargó de su traslado, han dado un paso más en el comienzo de su nueva vida. Lo siguiente es «encontrar un trabajo que les permita sustentarse», indicó el veganzonés. De hecho, ayer mismo confirmaron que la pequeña Lika ya está escolarizada en el centro educativo de la localidad y, por otro lado, sus dos hermanos mayores pronto acudirán al instituto de Cantalejo.
Mientras tanto, el colectivo ucraniano trabaja en su adaptabilidad: «En los pueblos todo es más fácil», sostuvo Mariana. “Hay muchos vecinos que, aunque no son residentes en el pueblo, han mandado sus mensajes de apoyo y regalos por correo para los niños”, consideró Francisca Tovar, quien también agradeció el reconocimiento público que el párroco de la localidad les hizo durante la eucaristía: “Todos los presentes aplaudieron”, manifestó emocionada.
Por el momento, la familia ucraniana no tiene conexión a internet en la vivienda, por lo que suelen acudir al bar para ponerse en contacto con su hijo, el cual no ha podido salir de Ucrania. «Cada día hablamos con él a través de una red social parecida a WhatsApp», detallaron. En ese momento, son muchos los vecinos que aprovechan también para mostrarles su apoyo, preguntar si necesitan algo o simplemente charlar. «Todo el pueblo está con el traductor en la mano», bromeó Francisca Tovar.
Por el momento, no se conocen a más personas desplazadas del país europeo que estén en la misma situación en municipios cercanos. Por ello, los colaboradores con esta familia animaron a que más segovianos se unan a esta labor solidaria pues, aunque el deseo sea la adaptabilidad, crear una comunidad ucraniana también es importante en estos momentos. «Teníamos espacio y queríamos ser útiles, por lo que ayudamos ofreciendo nuestra casa con el objetivo de que puedan olvidarse de la guerra, lo que animamos a hacer también a muchos más segovianos”, concluyó Francisca Tovar.
