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Los locos años 20

por Gonzalo Vázquez
19 de marzo de 2022
GONZALO VAZQUEZ
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Salvemos nuestro patrimonio en riesgo de ruina

Intrascendente celebración

Jacinto Guerrero y ‘El Huésped del Sevillano’ en el Cervantes

En alguno de esos odiosos videoaperitivos del confinamiento, el amigo optimista nos animaba diciendo que después de la pandemia volverían los locos años 20. Solo había que cambiar la gripe española por el COVID, la revolución industrial por la digital y el charlestón por el reggeaton y ya nos veíamos viajando, bebiendo y bailando. Pero dos años después estamos barriendo arena llovida con la mascarilla puesta, contando muertos y descontando planes de futuro. La felicidad es planificarla y así no hay quien pueda. Las conversaciones del café han sido invadidas por la irritabilidad y la confusión, como en un lunes sin fin. Hay incertidumbre hasta de la leche y locura, pero no de la que pensábamos. Hemos pasado, estamos pasando, un trauma social. Un golpe emocional que supera nuestros mecanismos para afrontarlo y gestionarlo y que está produciendo un daño duradero en el inconsciente. La parte emocional puede llegar a desconectar la racional e incluso borrarla de la memoria consciente, pero las huellas del dolor se quedan grabadas en una parte errónea del cerebro. Para procesar lo ocurrido es fundamental tener una experiencia narrativa y un almacenamiento en la parte correcta de la memoria. Contártelo para vivir. Sin cortisol, nuestro colesterol social. Los amigos te pueden dar una palmada y la tecnología una app, pero esta tarea no se puede delegar.

Y es aquí donde corremos el riesgo de hacernos trampas para no volvernos locos. En la búsqueda de culpables y soluciones. ¿Quién nos ha robado el futuro y a quién le cedemos la gestión de nuestra ira? Una mayoría social está en la actitud racional, consciente y positiva. En la resignación de seguir viviendo adaptándose a lo que venga sin tiempo de pararse a llorar porque la vida nos empuja como un aullido interminable. Pero cada vez es mas frecuente encontrarnos con quienes nos gritan que hemos perdido el control, que la culpa es de un laboratorio chino o de un despacho ruso y que nadie se atreve a decir la verdad para no perder sus privilegios. Que así nos vamos a la mierda por culpa de los políticos, las multinacionales, Sánchez, Casado, la corrección política, la prensa, las feministas, las vacunas, los ecologistas…culpa de todos juntos y cada uno por separado. Gente que cree que si volvemos al pasado esto no volverá a pasar, que si nos encerramos entre iguales retomaremos los valores eternos de una sociedad “decente”. Siempre hay líderes paseando en las orillas de los ríos revueltos. Como “dealers” en los aparcamientos de las “raves”. Prometiendo pensamiento mágico y razonamientos inconexos como parar las invasiones con diplomacia de precisión o la inflación con el presupuesto de Igualdad. Odiando a los ricos o riéndose de los pobres.

Los años 20 del siglo pasado, además del sueño americano nos trajeron la pesadilla europea de la guerra mundial por el error de ceder el mando a los furiosos. Trajeron el fin del ideal del progreso indefinido y la fe en el ser humano se perdió en las mismas ciudades ucranianas donde ahora los rusos estallan un teatro y una cola del pan. Comunismo, fascismo y nazismo fueron los gestores de la ira. Detrás de la inocente “magdalena de Proust” que nos devuelve a la plácida infancia está la frágil “puerta de Zweig” que separa la realidad del “mundo de ayer”. Y un poco de viento puede abrirla.

Tres tendencias de los últimos estudios: aumenta la intención de voto a la extrema derecha que se aleja de la moderación y los grandes consensos para tratar de capitalizar la frustración. Los nacionalistas pierden apoyos en sus aventuras independentistas, porque lo importante convierte en ridículo a lo artificial y, por último, hay un acercamiento de la extrema izquierda hacia posiciones más pragmáticas, porque cuando se han puesto a entender la factura de la luz, les sale un resoplido donde antes les salía un titular.

Europa unida pero diversa, ecologismo y también energía barata, ciencia y humanismo, integración con Defensa, mercado libre y control público, crecimiento pero con redistribución, tecnología ética…quien cuente lo uno sin lo otro colocará un cuento en el lugar equivocado. Parece que la guerra de las bombas diarias acabará, porque cuando alguien amenaza mucho está deseando no cumplirlo y que le den una salida. Es el tiempo para construir el relato con sus soluciones difíciles y un futuro que ilusione para que desaparezcan los gestores de la ira que trafican con la desesperación. La ira es una locura corta de consecuencias largas.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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