Antonio Llopis Muro (21 de diciembre de 1988) es ‘La Roca nunca rompe’. El lema es de Juan Moreno, un entrenador que tuvo en Aranda, porque fue uno de los pocos que se salvó de las lesiones y completó todos los entrenamientos del año. Trabaja en una fábrica de plásticos de Nava de la Asunción y esgrime el título de navero adoptivo en su quinto año con el club. Representa la veteranía en el filial, la prueba de que llegar a Asobal es posible. El lateral madrileño destaca la importancia del equipo de Primera Nacional –la tercera categoría del balonmano– como granero para surtir al primer equipo y relata su experiencia como portero ocasional.
— ¿Qué hay detrás de la Roca?
— Voy a tocar madera, pero es verdad que no tengo demasiados problemas de fibras o cosas así. Mi físico es muy normal: parte de suerte y parte de trabajo.
— ¿Por eso sigue aquí?
— El año anterior me fui a Lanzarote; iba a dejar un poco de lado el balonmano y entrenar a niños. No fue el mejor año, pero estoy satisfecho de esa temporada. Al subir Nava a Primera Nacional, surgió la opción de instalarme aquí. Estoy cerca de casa y me permite ir buscando un futuro fuera del deporte.
— ¿Dónde encuentra la motivación para jugar en Primera Nacional habiendo estado en cotas más altas?
— Cuando he estado en Plata o en Asobal, nunca me he considerado un jugador determinante, sino alguien luchador y trabajador para competir con mis compañeros y contra otros equipos. Primera Nacional es diferente, ni peor ni mejor. Hay equipos muy físicos que te plantean partidos que no ves en Asobal o Plata. Hay que seguir trabajando; no es jugar la liga de veteranos con tus amigos. Hay mucha competencia y buenos jugadores.
— ¿Supone reducir su implicación con el balonmano, pensar en ese futuro fuera del deporte?
— Al final hay que ser consciente de que el deporte no dura para siempre. Yo había estudiado Educación Infantil y compaginaba el balonmano con cuatro o cinco horas dando clase. Ahora no hay mucho trabajo de eso y hay que hacerse a las circunstancias. Me surgió la posibilidad de trabajar en la fábrica de plásticos y estoy contento.
— Comparte vestuarios con los chavales que preparaban en 2019 los fuegos artificiales para celebrar su ascenso.
— Tengo fotos con casi todos, eran cadetes y juveniles. Yo me considero navero porque este es mi quinto año, pero para ellos es el club de toda su vida. Ver esa ilusión en ellos y que tú seas partícipe, me da orgullo. Sobre todo, lo que noto en ellos es bastante respeto.
— Los veteranos creen clave que llegue al primer equipo gente del pueblo para mantener la pertenencia.
— Por eso es súper importante el equipo que hay ahora en Primera Nacional, que no haya un salto desde Segunda a Asobal. La escuela se está ampliando fuera de Nava (Segovia o Íscar) y estamos intentando tocar pueblos para que sigan saliendo chicos y chicas. Este equipo es el ideal para que esta gente se pueda foguear y entrenar diariamente con el equipo de Asobal.
— ¿Qué análisis hace de la temporada del filial?
— Está siendo un año muy complicado. Teníamos muchas ilusiones al principio de temporada; era un equipo bastante majo y compensado. Hemos tenido hasta siete lesiones a la vez y a mí me ha tocado jugar cuatro partidos de portero porque no había otro. Alguien se tiene que poner, así que dije: “Sin problema, me pongo yo y como salga, salió”. No podemos bajar los brazos. Ahora vamos con confianza porque hemos demostrado que cuando hemos sido poquitos hemos jugado igual que cuando éramos 14.
— ¿Qué opciones tiene la generación que viene?
— A Óscar Marugán le conozco desde que era muy pequeño y ha tenido un crecimiento terrible; Tomas Smetanka está demostrando en Asobal que es un gran jugador. Pablo Herranz lleva mucho tiempo trabajando. Hay gente que no ha disputado mucho en Asobal, pero viene fuerte. Está Javier Gómez, Germán Ajo está doblando mucho con el primer equipo… Entrenar con gente de alto nivel es un gran crecimiento. Por detrás vienen Hugo, Jorge Vega o Jorge López.
— ¿Se pone nervioso cuando tira un penalti en el último minuto como el del pasado sábado?
— El otro día estaba bastante motivado con el tema de ponerme de portero. Les dije a los chicos: si defendéis, yo creo que voy a parar. Y hasta saqué balones. Y sí, en un penalti así te pones nervioso. Yo tenía claro cómo tirarlo; una vaselina o un tiro raro no iba a hacer. Voy a ir a lo mío, los tiros más efectivos, no me voy a complicar. Cuando compites, da igual donde, la adrenalina está a flor de piel. No estaba igual de nervioso cuando tiré en Cuatro Valles que ante el portero del Barça (ríe). Recuerdo la anécdota del primer penalti en Asobal; iba pensando en toda la gente que había, nerviosísimo: “Antonio, es que puedes meter el primer gol del Nava en Asobal”. Y lo fallé. Al final la suerte fue justa y ese gol lo tuvo que meter Carlitos Villagrán.
— Parece que le motiva más jugar de portero que de lateral…
— Como ha sido una faceta nueva que me ha venido así… Es probar. Yo nunca había estado en la portería y cuando estás allí tienes que estar más concentrado que de jugador. Luego, el miedo, los pelotazos… En la portería lo vas a pasar mal, está claro. Lo primero que haces es cerrar los ojos y girarte.
— ¿Se imagina su vida sin el balonmano?
— El balonmano me ha apoyado en muchos momentos duros de mi vida y la verdad es que no me imagino mi vida sin él, en la faceta que sea, ya sea entrenador, árbitro…Seguramente no me valga con verlo en la tele. Desligarme de una manera total sería complicado.
