La Segoviana ha desaprovechado su ‘happy hour’. Dos partidos seguidos ante los dos últimos: dos puntos. La clasificación no engaña y el cuadro azulgrana, por más que lamente un penalti claro no pitado, no encuentra el gol. La salvación está a dos puntos, pero ya no queda el consuelo del puesto de promoción porque los rivales, Arenteiro, Marino y Llanera, van a más, capaces de tumbar ayer a Móstoles, Pontevedra y Compostela y dejar a la Segoviana cuarta por la cola. Todo pudo haber sido distinto si Mansour hubiese cabeceado a gol la falta del milagro en el descuento. Pero la permanencia la dan los goles. Y ayer, no hubo.
La tensión del partido de la primera vuelta, con enfrentamientos y un detenido, no se tradujo a La Albuera, protegida por un fuerte despliegue policial. La Segoviana replicó los 22 euros del precio de la entrada en taquilla en el Helmántico, sede del linaje de aquel fútbol charro que llegó a Primera antes de desaparecer, y el Salamanca pagó la mitad de la entrada a sus viajeros. Soluciones da el dinero. Toda esa ‘tensión’ previa terminó con las dos plantillas posando contra la guerra. Tomen ejemplo.
La “auténtica final” de la Segoviana la empezó mejor el Salamanca, el primero en desbloquear el acceso al área local con sus peleones atacantes. Uche, el nueve, usaba el cuerpo para proteger el balón y esperar la llegada de un compañero: sin éxito. Juancho, menudo pero con una potencia envidiable, disparaba a bocajarro en el corazón del área azulgrana, forzando a Mansour a hacer valer su figura para forzar el córner.
El gran susto lo firmó Manin en una contra certera de los charros. El andaluz se anticipó a la defensa con su cuerpo y estuvo cerca de superar a Carmona con un balón picado. Salvó los muebles el portero mientras el rematador se echaba las manos a la cabeza frente a su público. Segundos antes, Borrego se relamía con un remate en el punto de penalti charro que bloqueó bien la defensa. Había despertado la Segoviana, pero su inicio fue dubitativo.
La intensidad visitante estaba garantizada, con Juancho protegiendo un balón aéreo ante Mansour, todo un gigante. Suya fue la siguiente ocasión del Salamanca, con un latigazo que repelió sólido de manos Carmona. Tampoco vacilaba sin balón el cuadro visitante, que cortaba sin miramientos cualquier amago de contragolpe local y derribaba a Álex Conde. Las instrucciones estaban claras: al jugador diferencial, ninguna alegría. Contó con el beneplácito del colegiado, que puso muy alto el listón de las tarjetas y recibió una ovación irónica cuando mostró la primera a Manin en el minuto 33.
La estrategia estaba justificada: el peligro local era directamente proporcional a la incidencia de Conde. Estuvo cerca de habilitar a Adeva tras librarse de tres rivales. Y lanzó la acción más clara de los locales asistiendo a la llegada de Rubén por la izquierda; el balón de la muerte no lo pudo remachar Borrego, que segundos después remataría a bocajarro un tiro centrado. Ahí tuvo el salmantino la gloria de anotar ante el equipo de su tierra.
El regreso de vestuarios contó con una Segoviana voluntariosa, pero la ‘Condedependencia’ era tal que Carmona echó el balón fuera en un saque de puerta para que el árbitro permitiera su regreso. El banquillo se movió por una lesión de Adrián, que fue consciente en el mismo instante. Borao no estaba listo en ese momento, así que González, que aprovechó para retirar a Nanclares e introducir a De la Mata y a Cidoncha, que cubrió el lateral derecho hasta que el rubio entró en calor y relevó a Nogueira. El técnico agotó su última bala a cuarto de hora del final con la velocidad de Rafa Llorente; el sacrificado, Conde, como en tantas otras citas, que se llevó la última ovación de la tribuna rumbo al banquillo.
El valor del empate era escaso para ambos, máxime con el triunfo de sus rivales directos. El final alternativo estuvo en un derribo de Manu Moreno sobre Borrego en los primeros metros del área, pero el árbitro, que se limitó a ‘trotar’ en el balcón del área sin intención de hacer sonar nada, lo dejó pasar; también su asistente. Se precipitaron los acontecimientos y Borao tuvo que enmendar una mala salida azulgrana cuando Juancho fusilaba algo escorado. Fue el último arreón de un equipo que, a partir de ahí, pareció no desdeñar el empate, por más que su técnico asegurase en rueda de prensa la intención firme de ganar.
Llegó entonces el epílogo y los casi goles. El primero, lo anuló el asistente por fuera de juego antes de que Llorente contactara con la pelota. Ahí empezó la discusión entre el portero y Adeva, tendido en el suelo. En la siguiente acción, el delantero persiguió el rechace del meta a un disparo de Llorente; Benitez atajó en dos tiempos, pero Adeva sacó el pie con la esperanza de que el balón se escurriera, muy lejos de golpearle. Pero el meta demostró dotes de actor y el delantero vio la segunda amarilla. Después, Alfredo Ramo
Andrés cerró su tarde de ensueño señalando ocho minutos de descuento.
Acabada la contienda, el público gritó ‘Sí, se puede’, pero el viento, que venía a favor estas dos semanas, cambia. Toca viaje a Pontevedra; siete días después, el Compostela visita La Albuera. La Segoviana puede quejarse de un arbitraje dantesco, pero para marcar gol hay que tirar más a puerta.
