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Vox, inclúyanme fuera

por Gonzalo Vázquez
5 de marzo de 2022
GONZALO VAZQUEZ
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Con Feijóo por coronar y Casado por desterrar, el elefante sigue en Valladolid. Vox parece la única salida de un laberinto en el que los populares se han metido solos y el resto de partidos se preguntan: ¿gobernarán con Vox? ¿Es Vox ultraderecha o incluso fascista? No es el fascismo que tumbaba puertas en la noche ni ambiciona la dictadura de las armas, pero lamentablemente comparten ingredientes. En lugar de apostar por un mundo mejor, como hace el socialismo y el liberalismo, apuestan por el miedo, el rencor y la desilusión de los que se sienten amenazados, traicionados y empobrecidos. Movilizan los peores instintos a través de un lenguaje directo y sencillo. No hablan para ellos, hablan por ellos. Prometen seguridad a cambio de renunciar a una parte de libertad confusa y amenazante que redefinen en términos prácticos. Por supuesto, un único culpable: la izquierda. La que no gobierna esta Comunidad desde hace 36 años.

La propuesta de VOX podría llamarse ‘nacionalpopulismoliberal’. Nada que ver con el nacionalsindicalismo de Onésimo Redondo. Es más bien ultraliberal y servidora de los que tienen dinero y poder y no quieren perderlo. Y es aquí donde lo compensan con el populismo de decir “no te roba tu patrón de León, te roba tu vecino argelino”. Y ante la duda, España primero. Es decir, nacionalismo de privilegios. Nacionalventajismo.

España siempre ha tenido menos de un 13% de población que se siente arruinada por los políticos, asediada por los inmigrantes y al borde de la ruptura por los separatistas. Hoy son casi el 19. Si hubiera que identificar tres gatillos de odio que disparan la cifra hablaríamos de la inacción del PP frente al desafío catalán, la irrupción de la cultura woke y el acceso de Podemos al Gobierno y de Bildu a los pactos. Que Rajoy hiciera de sí mismo es culpa de Rajoy, lo de la cultura es por la globalización, lo de UP se explica por la necesidad de pactar y que Bildu pasara de asesinos a solo supremacistas es gracias a la sociedad, pero Abascal ha encontrado un solo culpable: “Sánchez Pérez-Elmasón y la dictadura progre”. Y ha calado en su público: todos conocen a alguien con una denuncia falsa de su mujer, otro al que unos MENAS pegaron a su hija y un tercero que no le dejan hablar español en Cataluña. Las estadísticas dicen otra cosa, pero por eso ven a Iker Jiménez.

Cada vez que la izquierda les llama fachas, se desabrochan otro botón de la camisa. Quizá sería más eficaz denunciar que detrás de sus dirigentes (repito, dirigentes, no votantes) lo que hay es cobardía y egoísmo. Puro bamboleísmo “porque mi vida yo la he aprendido a vivir así”. Un hijo gay es un disgusto, ni feminismo ni machismo, y cada uno en su país. Recuperar soberanismo de brandy Soberano. Como el mundo cambia y les asusta, se esconden en la bandera como un niño en el edredón. Si no pueden progresar, culpabilizan a los inmigrantes. Fuertes con los débiles y viceversa. Ver a españoles heteros defender sus derechos frente a extranjeros, mujeres y homosexuales da el mismo bochorno que ver a un niñato meando a un vagabundo en un cajero. Yo tampoco entiendo el género fluido ni las criptomonedas y rechazo que los ricos catalanes consideren invasores a los extremeños y aborrezco que la ultraizquierda pegue a los policías, que son los únicos obreros de sus ‘manis’, pero no por eso me encampano a tirar cabras.

Abascal es la quintaesencia del populismo. Denuncia aquello de lo que siempre ha vivido: los partidos y los chiringuitos. Si por lo menos lo dijera Espinosa en inglés sonaría más ‘cosmopaleto’. Se lo permiten porque van ganando la batalla de la estética y de la actitud. García-Gallardo Frings, hijo y nieto de defensores de ricos, tuitero homófobo con 20, con 30 puede ser vicepresidente de una institución en la que no cree. No es Castilla lo que está en juego. Es el dilema entre la vieja democracia y el nuevo nacionalpopulismo. Dos modelos incompatibles de hacer derecha. Feijóo lo sabe y prefiere cerrar este tema antes de tomar los mandos y que parezca parte de la gestión de Casado. Si algún día VOX tuviera responsabilidad, el espejo del BOCYL les enseñaría que estar en la nueva Europa resucitada por el tirano Putin no es ceder soberanía, que las autonomías son servicios públicos en cada pueblo y que la violencia machista existe. Mientras tanto, a mí, dirigentes de Vox, inclúyanme fuera, con el resto de débiles, moros, feministas y maricas (para que me entiendan) que no cabemos en su idea de España.

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