Sin duda no hay mayor satisfacción para un deportista que competir en unos juegos olímpicos. Es como tocar el cielo con los dedos de las manos al sentir colmados todos sus esfuerzos y cumplidas sus expectativas. Segovia, aunque en número no ha tenido a muchos participantes, también ha tenido una selecta representación.
Desde el púgil afrancesado Gastón Mayor en Los Ángeles 1932 hasta David Llorente (piragüismo) y Javi Guerra (atletismo) en Tokio 2020, pasando por Tomás Velasco (esquí de fondo) en 1936, Ramón Martínez y Pablo Ordejón (esgrima) en 1960, Jesús Codina (baloncesto) en 1960 y 1968, Carlos Melero (ciclismo) en 1972, Agustín Fernández (atletismo) en 1972 y 1976, Antonio Prieto (atletismo) en 1980, 1984 y 1988, María Martín (gimnasia rítmica) en 1988 y Miguel Ángel Prieto (atletismo) en 1992 han conseguido ser nuestros estandartes.
Bien es cierto que a todos ellos el nombre de Segovia les suscita un sentimiento de pertenencia y gratitud, bien por haber nacido en esta tierra o bien por haber comenzado su carrera deportiva aquí. Sin embargo, en ocasiones han tenido emociones encontradas. No siempre han tenido a su alcance las instalaciones apropiadas o no han tenido la asesoría técnica necesaria o no han recibido los estímulos económicos suficientes como para mantenerse entrenando cerca de su residencia familiar.
La carrera de estos deportistas de élite, aunque sea en especialidades de las llamadas minoritarias, ha pasado por muchos vaivenes que en estos casos han sabido sacar adelante. Por tanto, ya sea de una manera bien planificada o bien fruto de la casualidad el caso es que esperamos seguir teniendo en un futuro no muy lejano más deportistas olímpicos
