Si una casa tiene malas infraestructuras, algo no irá bien, aunque su pintura sea realmente bonita. Esto se puede trasladar al contexto social, en concreto, a la tasa de natalidad, convertida desde hace años en uno de los principales retos a los que ha de hacer frente Segovia y, en general, toda Castilla y León. Los nacimientos siguen su tendencia a la baja y así lo confirman los datos del Complejo Asistencial de Segovia; el pasado año se alcanzó un nuevo mínimo histórico, puesto que tan solo se registraron 752 partos, 60 menos que en 2020, cuando fueron 812.

En 2008, la provincia estuvo de enhorabuena: el hospital, donde se producen ocho de cada diez nacimientos de segovianos, contabilizó 1.327 alumbramientos. Pero atrás quedaron esos años de bonanza. En 2021, se alcanzó el séptimo descenso consecutivo del número de nacimientos, un dato con el que se encadenan hasta cinco récords anuales negativos, en una serie estadística que se remonta a 1992; 884 en 2017, 852 en 2018y 847 en 2019.

La base del problema

Hace apenas unas semanas, Segovia era el punto de encuentro de infinidad de políticos de distintas ideologías. Con la mirada puesta en las elecciones autonómicas del pasado 13 de febrero, los líderes de los partidos basaban sus programas (y promesas) en la lucha contra la despoblación y, con ello, contra la emigración de los jóvenes en una Castilla y León envejecida. Es esta, precisamente, la que los sociólogos señalan como la principal causa de la baja natalidad de la Comunidad y, por ende, de Segovia.

Para la profesora de Sociología del Campus María Zambrano de la Universidad de Valladolid, Ana Teresa López, la base del problema está clara: ha de buscarse en la pirámide poblacional, dado que la provincia evidencia un desfase generacional. A su juicio, la única forma de lograr el ansiado equilibrio entre la población mayor y la joven es a través del impulso del empleo. “Es necesario generar trabajo y calidad de vida para que los jóvenes se asienten en Segovia”, enfatiza. Así, pide que se busquen soluciones estructurales a un problema estructural, en lugar de “poner parches” con medidas “sueltas” que no lograrán acabar con esto.

Diversas variables

Es difícil establecer una sola variable que influya en la reducción de la natalidad, pero las que adquieren mayor relevancia son los criterios económicos y, sobre todo, los culturales; ambos se retroalimentan. “Ahora se decide tener hijos cuando hay más o menos asegurado un sustento económico”, explica López. Y es que, si antes un hijo venía con un pan debajo del brazo, ahora viene acompañado de innumerables gastos. De ahí que hace años que la “cantidad” de hijos tuvo que abrir paso a la “calidad” de vida de estos.

A la pérdida de población continuada que afronta la provincia de Segovia en su conjunto, se une también la incorporación de la mujer al mercado laboral, lo que supone un importante cambio de valores en el que prima el disfrute de la vida personal, y se pospone el nacimiento. “La edad del nacimiento del primer hijo se ha legado mucho”, declara la profesora de la UVa.

En las nuevas generaciones se detecta un cambio de tendencia; quieren tener “muchos menos hijos” y, en ocasiones, aumenta el número de parejas que “no quieren tener ni siquiera uno”, lo que es uno de los grandes debates sociales.

A pesar de que la pandemia ha puesto el foco en los mayores, Ana Teresa López cree que las políticas públicas no deben olvidar a los jóvenes. En su opinión, estas “favorecen” la disminución del gasto en servicios para los mayores, mientras que las familias de jóvenes tienen menos capacidad de gasto individual. Ante ello, considera que se ha de apostar por políticas de empleo que “combatan la inseguridad laboral, por ejemplo”.

Asumir el reto

El reducido número de nacimientos es un reto que ha de “asumirse y atajarse”, dado que la tendencia de las nuevas generaciones no parece indicar precisamente su apuesta por la natalidad. Por ello, esto no solo se debe a una cuestión económica, sino también cultural, ya que “hay muchas parejas que tienen poder adquisitivo y deciden no tener hijos o solo uno”, explica López.

Lo cierto es que esta es una tónica general en todo el país, no solo se detecta en Segovia, que tiene evidentes consecuencias económicas, sociales y culturales. Para analizar este asunto hay que atender a la disminución de la población en su conjunto, es decir, a los nacimientos, las muertes y las migraciones.

El crecimiento vegetativo en la provincia de Segovia es positivo gracias a la migración. De ahí que la socióloga considere vital “integrar a todos los inmigrantes”, como una forma de compensar la cada vez mayor emigración de los jóvenes, sobre todo en el mundo rural, para “sostener la vida en este entorno”.

De hecho, entre los niños que han estrenado el calendario anual en la última década en el Hospital General dominan los hijos de familias de origen extranjero o de matrimonios entre segovianos y migrantes. En concreto, desde 2013, ocho niños de familias con raíces en América, África, Asia y Europa del Este se han llevado el título de primer segoviano del año. El primer nacido en 2022 fue un niño llamado Wasim, el día 2 de enero, de padres árabes.

Herida demográfica

Hace dos años que la pandemia irrumpió con fuerza en la sociedad. La crisis sanitaria ha dejado una gran herida demográfica; la muerte está más presente que la vida en el Hospital General de Segovia, donde hace tiempo que se suceden las malas noticias.

Las variables económicas y culturales de los últimos años llevan a predecir que la natalidad seguirá bajando, aunque la mortalidad ya haya vuelto a los niveles de antes de la pandemia. A estos problemas estructurales se une ahora uno coyuntural, con una crisis sanitaria que ha sido “disruptiva” y que ha traído consigo un aumento de la incertidumbre sobre los proyectos de vida.

Mientras tanto, la sociedad segoviana espera que, este año sí, las buenas nuevas de la planta de neonatos del Hospital General de Segovia dejen en un segundo plano a las malas, que no están siendo pocas.