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Una nueva manera de ver las cosas

por José María López López
27 de febrero de 2022
JOSE MARIA LOPEZ
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Intrascendente celebración

Somos seres ecodependientes e interdependientes. Eso quiere decir: que cada vez estamos tomando más conciencia de que los miembros de la especie humana dependemos del universo, del mundo que nos cobija; y, también, que dependemos unas personas de otras, como miembros de una única familia humana. Somos parte del universo y somos miembros de una sola humanidad, que puebla el planeta Tierra, nuestra casa común.

Debemos hacer el esfuerzo por ponernos al día en estas nuevas ideas, tratando de asumir esta manera de pensar, para situarnos mejor en el mundo que nos ha tocado vivir. El Papa Francisco se mueve claramente según las claves de esta nueva forma de pensar y de sentir. Sus tres grandes escritos (Evangelii Gaudium, 2013, Laudato Si”, 2015, y Fratelli Tutti, 2020) están llenos de estas tres grandes intuiciones novedosas: 1. Caminamos formando parte de un universo en permanente transformación y como miembros de una sola humanidad. 2. La vulnerabilidad constitutiva del ser humano. 3. Los cuidados como el centro de la vida personal y comunitaria.

La pandemia de la Covid-19, las frecuentes inundaciones en todas partes, el calentamiento global y sus graves consecuencias en el cambio climático, el reciente volcán de La Palma, en las Islas Canarias, con sus efectos devastadores… todas esas experiencias nos están mostrando de forma contundente que nuestro destino como seres humanos está ligado de manera irremediable a la madre Naturaleza, para bien y para mal, y que nuestro futuro depende de los otros seres humanos con los que caminamos en la historia. Queda atrás la idea equivocada de que somos seres poderosos, autosuficientes y absolutamente autónomos. Somos seres frágiles, vulnerables, dependientes de la Naturaleza y de las otras personas. No podríamos vivir ni sobrevivir sin ellas.

Dicen que una de las experiencias más impresionantes que tienen los astronautas, cuando se alejan en su nave espacial de la Tierra, es que, al mirar atrás, se dan cuenta de que Tierra y Humanidad forman una unidad, están unidas de manera indisoluble, inseparable y sorprendente. Tendríamos que hacer nuestra esa visión de los astronautas. Porque esa es la realidad: al fin y al cabo, los seres humanos somos esa parte del universo que piensa y siente.

En nuestro tiempo, son muchos los científicos, pensadores, sabios y místicos que se sobrecogen ante el misterio del universo y ante el misterio de la historia de la humanidad que, a trancas y barrancas, camina hacia cotas cada vez mayores de fraternidad y de universalidad.

Nuestra era digital, que nos permite conocer en tiempo real las vicisitudes y avatares de toda la humanidad, nos está permitiendo soñar que las relaciones con el mundo y con las otras personas podrían discurrir cada vez más por nuevos caminos de paz y de justicia planetarias. Y eso, a pesar de que en las últimas décadas hayan crecido las desigualdades y los males de la especie humana y de la casa común, el planeta Tierra, la guerra en Europa, que nos parecía improbable, casi imposible en el tercer milenio, causando daño al ecosistema, muertes humanas, y las víctimas inocentes, inermes de siempre, que hubieran querido vivir en paz con los demás, con todos, aunque tengan una bandera distinta. Soñemos, aunque a los poderosos no les interesen los débiles que sucumben, no se detenga la masacre de los inocentes, y que, tras el sufrimiento causado por la pandemia, llegue el dolor de un conflicto que no sabemos cómo puede degenerar, porque la guerra es una locura, es irracional y que no debamos dar por sentada la paz en el mundo.

El Papa Francisco, lleno de angustia y preocupación, nos invita a todos, a una jornada de oración y ayuno por la paz el próximo día 2 de marzo, miércoles de ceniza. La debilidad de la oración contra la potencia de las armas. ¿Quién querrá creerlo? ¿Quién opondrá el manso ascetismo del ayuno a la fuerza de los cañones? La oración nos une al Padre y nos hace hermanos, el ayuno nos quita algo para compartirlo con los demás, aunque el otro sea un enemigo. La oración es la verdadera revolución que cambia el mundo porque cambia los corazones.

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