Nos gusta ganar y que nuestro equipo o deportista al que seguimos gane. Esta es la esencia del deporte de élite: la victoria. Centrados en esta, a veces no disfrutamos del deporte o no vemos el trabajo que realizan los deportistas, solo tenemos en cuenta el resultado y somos capaces de encumbrar o de hundir a un equipo o a un deportista sin ver más allá de este.
Si preguntamos si se prefiere perder y tener una actuación brillante o ganar realizando un pésimo papel, sin duda diremos que siempre queremos ganar. En esta dinámica resultadista nunca he llegado a entender cómo un equipo es el mejor una semana, y a la siguiente se indica que está en crisis porque el resultado no es lo que se puede esperar en determinados deportistas.
No pienso que esto sea posible, perder o ganar son dos aspectos unidos al deporte y deberíamos juzgar a largo plazo, no por un resultado negativo en un momento determinado, porque de una semana a otra no se olvida todo lo entrenado.
La línea entre el triunfo y el fracaso a veces es muy delgada. Cuando fuimos campeones del mundo en Sudáfrica recordemos que comenzamos perdiendo y todo parecía un desastre, pero veinte días después fuimos campeones del mundo. La victoria tiene el poder de hacer olvidar las malas actuaciones. Es obvio que todos somos entrenadores también, pero sin conocer realmente lo que sucede en un equipo.
Refrendando que ganar es muy importante en el deporte de élite –esencial, diremos- no nos rasguemos las vestiduras de una semana para otra; demos tiempo a los diferentes equipos y deportistas, y juzguemos al final de una temporada.
