El próximo domingo tenemos una nueva cita con las urnas. Y aunque en muchos casos la desafección hacia la política está más que justificada, el resultado que se extraiga de las mismas nos afecta sobremanera. Cierto es que sobreviviremos al invierno permanente al que nos someten, hoy día, nuestros políticos; y es que es justo reconocer que estas elecciones son tan injustas como interesadas.
Tal vez como otras ocasiones. A nadie se le escapa que esta convocatoria, obedece a un incuestionable interés partidista; hasta el punto de que ya se rumorea su repetición, si el resultado no es el deseado. Lo único positivo es que, durante la campaña, se volverá a hablar de lo nuestro, de lo que necesitan los pueblos y ciudades de nuestra Comunidad; eso sí, entre una interminable confusión de descalificaciones. Se hablará de eternas promesas incumplidas, lo que hará, al menos que durante un tiempo mantengamos un optimismo que tiene fecha de caducidad.
¿Qué razón hay para creer que en época de carestía económica, se atenderán nuestras demandas, si en periodo de bonanza y durante años, no se hizo?
¿Qué razón hay para creer que en época de carestía económica, se atenderán nuestras demandas, si en periodo de bonanza y durante años, no se hizo? Ninguna. Tal vez sea éste el origen de localismos que al menos, inmediatamente, miren más por la tierra que por el poder. En fin, decidamos una vez más, al fin y al cabo se trata de lo nuestro.
