Me ha impactado la lectura del informe ‘La pandemia de la desigualdad’, publicado por la organización internacional Oxfam este mes de enero de 2022. Nos invita a tener una mirada abierta, sensible e intensa sobre nuestro mundo, lo que nos hará tomar conciencia de nuestro ser social, universal y solidario. Les invito a leerlo integro. En este artículo solo puedo acercarles estas pinceladas del mismo:
La desigualdad de ingresos resulta más determinante que la edad a la hora de estimar si alguien perderá la vida a causa de la Covid-19. Como pone de manifiesto este informe y basándose en estimaciones conservadoras, las desigualdades han contribuido en este tiempo de pandemia a la muerte de 17 millones de personas, al menos 21.300 personas han perdido la vida cada día, una magnitud de muertes sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial; los ingresos del 99% de la población mundial se habrían deteriorado y 160 millones de personas han caído en la pobreza.
Millones de personas aún estarían vivas si hubieran recibido una vacuna, pero se les ha negado esa oportunidad, al tiempo que las grandes empresas farmacéuticas continúan conservando el monopolio de estas tecnologías. Este apartheid de las vacunas se está cobrando vidas y está alimentando las desigualdades en todo el mundo. Y mientras tanto, surgía un nuevo milmillonario en el mundo cada 26 horas.
Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado en este tiempo sus fortunas, lo que hace que posean más riqueza que los 3.100 millones de personas más pobres. Si los 10 hombres más ricos gastasen un millón de dólares diarios, agotar su riqueza conjunta les llevaría 414 años y si se sentasen sobre el dinero que poseen apilado en billetes de un dólar, cubrirían la mitad de la distancia entre la Tierra y la luna.
Estos problemas forman parte de una misma enfermedad, aún más profunda: las desigualdades que fragmentan nuestras sociedades y sesgan vidas, y la violencia enquistada en nuestros modelos económicos.
Las crecientes desigualdades económicas, raciales y de género, así como la desigualdad existente entre países, están fracturando nuestro mundo. Esto nunca ha sido fruto del azar, sino el resultado de decisiones deliberadas: la ‘violencia económica’ tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas.
La sociedad ya estaba plagada de grietas cuando surgió la pandemia, y no han hecho más que crecer hasta convertirse en enormes brechas. Estas brechas amenazan la cohesión social y la democracia y, lo que es más importante, presentan una barrera prácticamente infranqueable para cualquier enfoque sólido y eficaz contra la crisis climática, que ahora es una realidad innegable hasta para los más empedernidos negacionistas.
No obstante, tenemos la oportunidad de reformar drásticamente nuestros modelos económicos para que se basen en la igualdad. Podemos abordar la riqueza extrema aplicando una fiscalidad progresiva, invirtiendo en medidas públicas de eficacia demostrada para eliminar las desigualdades, y transformando las dinámicas de poder dentro de la economía y la sociedad. Si mostramos la voluntad necesaria y escuchamos a los movimientos que están exigiendo cambios, podremos crear una economía en la que nadie viva en la pobreza, ni tampoco en una riqueza inimaginable: una economía donde las desigualdades dejen de matar.
A modo de ejemplo: un impuesto del 99 % sobre los ingresos extraordinarios que los 10 hombres más ricos han obtenido durante la pandemia de la Covid-19 podría movilizar dinero suficiente para fabricar suficientes vacunas para toda la población mundial y cubrir el déficit de financiación de las medidas climáticas, financiar unos servicios de salud y protección social universales y apoyar los esfuerzos para abordar la violencia de género en más de 80 países. Y aun así, estos hombres seguirían teniendo 8.000 millones de dólares más que antes de la pandemia.
¿Será posible?: “Soñemos juntos, porque fueron precisamente los sueños de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, los sueños de fraternidad los que mejoraron el mundo”. (Papa Francisco)
