En este gran país nuestro se vive hoy infinitamente mejor que hace cuarenta o cincuenta años. Y así es gracias, fundamentalmente, a la Transición que llevaron adelante políticos de tendencias opuestas y casi irreconciliables, pero con sentido de Estado y con ambición democrática; a la Constitución de las libertades que nos dimos, con sus luces y sus sombras; a la ley de amnistía de 1977 que cerró, con plena consciencia y la generosidad de todos, las heridas de muchas décadas con la renuncia de todos a resucitar el odio y la división entre hermanos; a los Pactos de La Moncloa que firmaron empresarios, sindicatos, partidos y Gobierno y permitieron renovar la economía; al reconocimiento y la ampliación de derechos sociales para todos… y a la gran ayuda económica de Europa, sin la cual nada hubiera sido igual.
Nada de eso sería realidad sin lo que se hizo entonces, en momentos mucho más inciertos todavía
De esos fondos de la Unión Europea se beneficiaron todos los sectores, incluso, muchas ciudades y pueblos de esa España vacía que cuentan hoy con auditorios, polideportivos y otras obras públicas que no hubieran llegado nunca. España es mejor, más rica, con mejores servicios públicos, con empresas y marcas, nacionales y multinacionales de prestigio. Es un Estado de Derecho y una democracia consolidada… Nada de eso sería realidad sin lo que se hizo entonces, en momentos mucho más inciertos todavía.
A esa tarea están llamados los políticos que creen que el Estado está por encima de los intereses partidistas
Solo una vuelta a los orígenes de esta etapa democrática, la más larga de nuestra historia, una vuelta al consenso para afrontar los problemas puede hacer que salgamos adelante como un país moderno, inclusivo, igualitario, socialmente justo, atractivo para los inversores, tolerante, lejano al sectarismo, que protege a los emprendedores y no los castiga. Un país donde los populismos y los extremismos no tengan la posibilidad de destruir las instituciones desde los propios centros del poder. A esa tarea están llamados los políticos que creen que el Estado está por encima de los intereses partidistas.
