Así lo han informado hoy fuentes jurídicas, que han señalado que la Gendarmería sorprendió a cuatro presuntos etarras junto a otros tantos vehículos -que supuestamente acababan de ser robados en un concesionario de BMW- cuando trataban de llenar sus depósitos con garrafas de gasolina.
Los agentes pararon junto a ellos y trataron de detenerles y esposarles, momento en el que otros tres vehículos en el que circulaban otros tantos presuntos terroristas irrumpieron en el lugar y comenzaron a disparar, alcanzando al menos a uno de los gendarmes, que murió poco después.
Fue entonces cuando los cuatro etarras que estaban siendo detenidos trataron de huir, unos subiéndose a los vehículos que acudieron en su ayuda y otros a pie. Éste fue el caso de Joseba Fernández Aspurz, «El Guindi», que no consiguió su propósito y fue arrestado.
El asesinato ayer en las cercanías de París de un gendarme supone un nuevo salto cualitativo en la actividad criminal de la banda terrorista ETA, que en su medio siglo de historia había evitado a toda costa causar víctimas mortales entre los agentes de las Fuerzas de Seguridad francesas.
A pesar de que en los últimos años se han sucedido más o menos esporádicamente los enfrentamientos armados entre miembros de la banda y policías galos, la organización terrorista ha tratado siempre de justificar estas acciones calificándolas de «fortuitas» y asegurando que eran «contrarias a su voluntad».
Así sucedió a finales de 2001, después de que el mes anterior, y en el plazo de sólo diez días, dos gendarmes resultaran heridos por los disparos de varios presuntos terroristas que trataban de huir de controles policiales.
En una «nota de prensa» que los diarios Gara y Euskaldunon Egunkaria publicaron el 13 de diciembre de 2001, la banda negaba que hubiera abierto «un nuevo frente en Francia» y aseguraba que la causa de los tiroteos estaba en que los gendarmes habían ido «en contra» de los terroristas «y de ningún modo al revés».
Pocos meses después, durante el juicio a los etarras Ander Geresta y Aritz Aranburu, que habían sido detenidos el 26 de mayo de 2000 en Burdeos tras mantener un tiroteo con agentes franceses, un experto de la División Nacional Antiterrorista (DNAT) gala desmentía las explicaciones de ETA y consideraba «bastante inquietante» la actuación de la banda en su país.
El experto mantuvo ante el tribunal que «al menos dos» de los disparos que efectuó Geresta habían sido «bastante precisos», lo que en su opinión ponía de relieve que existía «voluntad de matar».
La muerte el 1 de diciembre de 2007 en Capbreton de los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero situó en un nuevo nivel la actuación en Francia de ETA, que hasta entonces había evitado atentar en ese país, si se exceptúa el asesinato en 1973 de tres jóvenes españoles supuestamente confundidos con policías, que la banda nunca ha reivindicado.
Aun así, en un comunicado publicado en Gara doce días después del atentado de Capbreton ETA anunciaba que actuaría «sea donde sea», pero matizaba que seguía refiriéndose exclusivamente a su enfrentamiento contra «las fuerzas y aparatos represivos» del Estado español, y preguntaba a Francia si estaba dispuesta a ofrecer su respaldo «a toda actuación de las fuerzas armadas de España».
Lo ocurrido ayer, por tanto, significa que ETA -que en sus más de cincuenta años de historia no ha tenido reparos en asesinar a militares, policías, guardias civiles, ertzainas, mossos dEsquadra, jueces y políticos, pero también a 21 niños y a estudiantes, amas de casa o jubilados- ha cruzado su última «línea roja», la que ella misma se había marcado llevada por su instinto de supervivencia.
Las sucesivas cúpulas de la banda habían tenido mucho cuidado en evitar la apertura de un «frente francés», conscientes de que mantener la actividad terrorista a ambos lados de la frontera era inviable.
Sin embargo, el acoso en Francia a la organización terrorista -que le ha llevado a alejar a sus militantes del País Vasco y a tratar de desplazar su aparato logístico a países como Portugal- y las sucesivas detenciones de sus miembros, sustituidos por otros cada vez más inexpertos, ha hecho saltar por los aires esa vieja consigna.
Seguramente el asesinato del gendarme no vaya a tener efecto en la colaboración franco-española en la lucha contra ETA, cuyos resultados en los últimos años no dejan lugar a dudas, pero tal vez suponga un cambio definitivo en la imagen que la banda conservaba aún en ciertos sectores de la sociedad francesa.
De momento, varios de los más importantes diarios franceses ya se refieren hoy a ETA como organización terrorista, abandonando la expresión, habitual hasta ahora, de «grupo separatista vasco»
