La posmodernidad le ha decepcionado. De ahí que una de sus mayores aspiraciones sea que la novela recupere su función de cohesión social. Julia Concepción ha perdido la fe en que un libro pueda impulsar a la gente a actuar. Siente que ha desaparecido el placer de contar historias. Y de admirar a sus personajes. “Nos centramos en escribir de una forma cuidada y retorcida”, dice. Pero piensa que muchos no tienen nada que contar.
La segoviana la considera una forma de expresión “viva”. Siempre le ha hecho ver la vida de manera diferente. Desde que era niña, tenía claro que su camino debía estar vinculado a la literatura. Creció en una calle abierta al campo que llevaba el nombre de quien fue una de sus primeras fuentes de inspiración: el poeta Jaime Gil de Biedma. Escribía desde su propia experiencia de una manera “honesta”. Lo sacaba “muy de dentro”. Sus sentimientos eran “auténticos”. Es esto, precisamente, lo que considera que ha de ser la literatura.
A su corta edad (26 años), resulta llamativo su descontento con el universo de las letras. En muchos momentos, estas han sido el salvavidas al que se ha agarrado. Pero no siempre ha sido así. Concepción ha tenido épocas en las que ha perdido la fe: dejó de leer y de escribir durante años. Ya no veía la literatura como algo vivo. Sentía que se había transformado en libros cuyo consumo era exclusivo para “unos pocos intelectuales”. Leía a autores que no escribían desde su tan ansiada “honestidad”. Después de un tiempo, venció su pasión: decidió centrarse en escribir lo que ella sentía de verdad.
En su casa, los libros siempre estaban muy presentes. Apenas tiene recuerdos de su infancia sin uno en la mano. Sus padres son ávidos lectores. De hecho, su madre era profesora de Lengua y Literatura (ahora ella ha seguido su ejemplo). Le explicaba las cosas de una forma “diferente” a cómo lo hacían sus maestros. Leían novelas. Iban al teatro. No distinguían entre géneros. La cultura les apasionaba en todas sus formas. Tal era la importancia de las letras en su casa, que ella se llama Julia en honor a ‘Palabras para Julia’, un poema de José Agustín Goytisolo.
Acaba de publicar la novela ‘El bosque de las bestias’. Se trata de una metáfora de la sociedad. Esta le parece, en muchas ocasiones, “agresiva”. El paso de la adolescencia a la etapa adulta simboliza esa salida al “bosque de las bestias”. El protagonista está terminando de cursar Bachillerato en un pequeño pueblo. Tiene que afrontar su futuro. Decidir qué quiere estudiar. Mudarse a una ciudad. Y, con ello, ser sincero consigo mismo. Ha de darse cuenta de que ya no encaja en su grupo de amigos: tiene su propia personalidad.
A través de su obra, lanza un claro mensaje a la sociedad: “Todos llevamos una rareza dentro”, sostiene. El primer paso es la aceptación. Después, creer en la amistad. Por encima de todo. Consiste en atreverse a ser uno mismo. Aunque esto no siempre es sencillo. Así se logra hacer frente al rechazo. Y puede que también a la soledad. En esto consiste convertirse en adulto.
Por suerte para ella, hay escritores que se salvan de su crítica a la literatura. Una de sus autoras favoritas es la italiana Elena Ferrante: aborda problemas sociales desde un punto de vista “poético e íntimo”.
Lo cierto es que es pesimista con la actual situación literaria. “Prima un estilo que se preocupa mucho por la elaboración formal y no por contar historias”, defiende Concepción. No sabe cómo se podría salir de esto. Pero tiene claro que ella tratará de hacerlo. Seguirá buscando la cohesión social a través de la novela. Solo así se podrá reavivar la literatura.
