Somos muy proclives a poner etiquetas. Necesitamos el calificativo para manejarnos en aguas procelosas; para identificar, para tejer una red de relaciones que permitan entender mejor la realidad exterior. El arte, como cualquier manifestación humana, es muy propicio a estas señas de identidad. Con rapidez se afilia la obra de un pintor a una escuela, a una corriente, a una tendencia. En ocasiones, no le hace mucho bien, puesto que toda etiqueta está trufada de reduccionismo, de simplificación. Y en el arte, al concitarse el genio y la capacidad técnica de un autor, es irrenunciable la individualidad, salvo que se quede en mera copia, sello que reproduce otras manifestaciones previas. Déjà vu.
No creo por lo tanto que le haga favor a una obra tan personal como la del pintor segoviano Gustavo Fuentetaja (Segovia, 1994) su encasillamiento dentro del manido expresionismo abstracto, que encierra en sí mismo una contradicción que casi roza el oxímoron. El expresionismo va ligado al figurativismo alemán de los años 20 del pasado siglo. Pero ha tenido éxito enlazado al término abstracto –es decir, lo contrario al culto de la figura- desde que se unió a la obra de Wassily Kandinsky y después recaló en Nueva York. Hoy llaman expresionismo abstracto a la pintura de Esteban Vicente, Alberto Reguera o a la Christian Hugo Martín. Incluso lo he leído de la de Carlos León. Ahora también a la de Gustavo Fuentetaja. Todos segovianos o con raíces encontradas en Segovia. Todos con destacada producción. Pero de resolución que difiere de la primera parte del concepto.
Sorprende lo acertado de la degradación cromática que enriquece el conjunto de la producción
Gustavo Fuentetaja ha compuesto una serie que titula ‘Los 20 óleos’, que se distribuye por distintos restaurantes de Valladolid. Veinte cuadros que pretende crear una trabazón entre ellos, sin solución de continuidad, que el autor hila a través del título de cada una de las obras. No las he visto todas por su especial exposición. Pero las que he contemplado en persona –es decir, más allá del catálogo- me han sorprendido. La obra del segoviano es de las que no deja indiferente al observador, aun no siendo –como he dicho- la dispersión expositiva una de sus mejores bazas. Sorprende en un pintor tan joven la maestría con que domina el trazo rápido, y cómo lo inserta en el conjunto de una composición en la que el color tiene un predominio indudable. Sorprende lo acertado de la degradación cromática que enriquece el conjunto de la producción. Sorprende esa manera de ensartar las débiles señales de forma y línea con la textura matérica. Sorprende la inagotable capacidad creadora que parece emanar de sus pinceladas, y aunque en ocasiones se desprende una rapidez en la ejecución, el resultado de la conjunción de geometría y cromatismo es destacable.
El pintor apuesta por una misma técnica: el óleo sobre lienzo, y una igual dimensión de la tela
El pintor apuesta por una misma técnica: el óleo sobre lienzo, y una igual dimensión de la tela -73×116 cm.-. Renuncia a otro tipo de pintura –por ejemplo el acrílico- y a otro tamaño. Creo que ocasiones se le queda pequeño el cuadro, y que la riqueza impactante de algunas composiciones requeriría una dimensión también mayor. Ganaría en perspectiva, lo que quiere decir en sensaciones para quien observa. El cronista está deseando enfrentarse a una obra de este artista de mayores dimensiones. Por lo que encierra de desafío, de preparación concienzuda y por las sensaciones que puede provocar. Que seguro serán mayores. La abstracción requiere aire, espacio, perspectiva. Entraña un riesgo, es cierto, pero estoy seguro, con la materia prima que se desprende de estos veinte óleos, que Fuentetaja va a salir victorioso del envite.
Estudiante en una academia de bellas artes de Segovia, tiene como reto celebrar una exposición en su ciudad natal. No es muy fácil exponer en Segovia. Pero sería una magnífica oportunidad para dar a conocer su obra. No debe tener prisa. Es insultantemente joven y posee recursos suficientes como para que el tiempo sea un aliado, no un enemigo. Mientras tanto, la mayoría de las obras que compone esta serie de veinte óleos será expuesta del 3 al 21 de febrero del 2022 en la localidad salmantina de Simancas, una vez que concluya el 22 de enero su paso vallisoletano.
