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Lotería e ignorancia de los pobres

por Ángel Galindo García
26 de diciembre de 2021
ANGEL GALINDO
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¡Oye tú, no te acerques demasiado! (Recordando a Jorge Ilegal)

CARA Y CRUZ EN EL DEPORTE SEGOVIANO

Salvemos nuestro patrimonio en riesgo de ruina

El día 22, muchos ciudadanos gastaron su tiempo alimentando la sed de dinero. El furor nacional disminuye un poco cuando un premio gordo de la lotería está muy repartido. De todos modos, aunque el reparto sea insignificante, aún así el embrujo de dinero que cambia la vida continuará atrayendo a jugadores de todas partes del país. Mientras los organismos de lotería promueven sus artificios como algo bueno para el público así como también para los jugadores individuales, las loterías son en realidad mecanismos que empobrecen, moral y económicamente, al pueblo ignorante.

Consideremos por orden lo que ganan y pierden en el proceso cada una de las partes involucradas en las loterías como la de Navidad. Los organismos de la lotería y los medios de comunicación se aseguran que las personas más visibles sean los mismos ganadores. Es obvio que ellos ganan en este asunto enormes cantidades de dinero.

Dada la alta tasa de impuestos para ganancias extraordinarias y las complejas implicaciones fiscales, los premios gordos terminan siendo mucho más pequeños de lo anunciado. Y cualquiera que sea el monto de dinero ganado, alrededor del 70% de los ganadores después de cinco años ya no tienen nada de lo ganado.

Los destinos de los ganadores de los premios gordos pueden con frecuencia ser negativos, pero ese es un riesgo que la mayoría de nosotros estaríamos dispuestos a correr, decimos, con tal que nos toque. La gran mayoría de jugadores de lotería no ganan los premios grandes, por supuesto, y muchos de nosotros podríamos tener la tentación de pensar que lo que esos jugadores pierden tiene escasa importancia. Si no juegas no puedes ganar, piensa mucha gente, y por eso, especialmente cuando los premios gordos llegan a cientos de millones, la gente hace fila para participar nuevamente en la suerte.

El gobierno y los organismos de lotería ofrecen incentivos adicionales para justificar el juego cuando señalan todo el bien producido por los ingresos de la lotería. En algunos países, se atreven a señalar que la parte del ingreso que no se entrega a los ganadores es asignada a fondos especiales de carácter social. De esta manera, dicen, la lotería es vendida como un medio para un bien social: unos pocos ganan mucho, algunos ganan poco, la mayoría pierden casi nada, y todos mejoramos por medio del fondo adicional que se dedica por el estado a causas buenas.

Sin embargo, hay algo evidente: Aquellos que juegan a la lotería son, con un margen amplio e impresionante, predominantemente pobres. Los pocos euros al año que la clase media o alta pueden gastar en billetes de lotería, en sorteos especiales o rellenando botes de Navidad, es muy diferente a la experiencia de juego de muchos de los jugadores pobres.

Como lo ha demostrado  un estudio, los pobres no solamente juegan con mayor frecuencia, también gastan más

Como lo ha demostrado  un estudio, los pobres no solamente juegan con mayor frecuencia, también gastan más. En hogares con ingresos menores a 15,000 euros al año, alrededor del 6% es gastado típicamente en loterías. Como lo apunta el estudio, los individuos de bajo ingreso gastan una proporción mayor de sus ingresos en billetes de lotería que aquellos con ingresos mayores.

Así que, si los perdedores del sistema de lotería en realidad pierden mucho y los ganadores no reciben premios carentes de problemas, ¿quiénes en realidad ganan con el sistema de la suerte? La respuesta es bastante clara: el gobierno es el gran ganador de los esquemas de lotería. Se supone que los ingresos de las loterías financian funciones gubernamentales, pero la realidad es que las loterías a menudo no se dedican a las funciones sociales prometidas.

Los problemas morales de las loterías están cercanamente conectados con estos problemas económicos. Bajo los regímenes de lotería, los fondos fluyen de los pobres a los ricos y de la gente hacia el gobierno. Y no solamente el gobierno domina económicamente más y más a las personas como resultado de estos monopolios de juego, promueve una cultura de especulación y despilfarro que genera mayores dependencias y corrupción.

La única manera segura de ganar es, entonces, dejar de jugar. Sé que decir esto no es políticamente correcto. Pero a veces la obsesión no deja ver la realidad y la ignorancia de los pobres es atrevida.


(*) Catedrático emerito.

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