Posiblemente ustedes, queridos lectores, me hayan visto afirmar en más de una ocasión que doy más importancia a la búsqueda de la verdad —al deseo, al proceso— que a la propia verdad, siempre tan inaprensible. Con la realidad me pasa tres cuartos de lo mismo. Me interesa más los síntomas de la realidad y sus derivadas que la mera formulación de ella.
Viene todo esto a cuento del adelanto de las elecciones en Castilla y León decidido por el presidente Fernández Mañueco. No me negarán que el primer síntoma de la realidad es apabullante, de los que dejan huella y hacen mérito para entrar en los anales de la fenomenología política. Y no sigo con los calificativos, que cada uno seguro que tendrá el suyo, y bien apropiado que será. Voy al síntoma: todo un vicepresidente de un gobierno enterándose en directo y por un medio de comunicación de su cese y de la convocatoria de elecciones anticipadas. Síntoma del recelo, de la falta de sintonía, de la ausencia de empatía política, de pactos al vuelo por mor de unos intereses partidistas. La anécdota se repetirá en el futuro como signo de una época concreta de nuestra historia: la que conoció gobiernos de coalición coyunturales, algo así como matrimonios de conveniencia pero con fecha de caducidad incluida en su QR particular. “Lo malo de un matrimonio es que cada vez que abro la puerta de mi casa me encuentro con mi mujer”, decía Groucho Marx. Es lo que los romanos denominaban consueta vilescunt, que viene a significar que el roce cotidiano envilece. La diferencia es que aquí lo vil viene de origen, enviciado por el interés político, que tiene lo peor del concepto interés y nada de lo bueno del político.
Recuerdo todo ello hoy al poco de morir Ricardo Ehrman, periodista italiano fallecido hace una semana en Madrid a los 92 años y protagonista de otra anécdota sintomática. Una pregunta de Ehrman dio pie a que el muro de Berlín cayese. Ehrman acudía el 9 de noviembre de 1989 a una rueda de prensa, anodina, como tantas, del portavoz del politburó de la República Democrática Alemana, Günter Schabowski. En el último punto de la comparecencia anunció que los viajes particulares fuera del país podrían realizarse sin los requisitos y controles que hasta entonces se solicitaban. Ehrman preguntó: “¿Desde cuándo?”. Schabowski respondió: “Desde ya”. El periodista, con tremendo olfato, no se limitó a transcribir las palabras del portavoz, sino que las valoró certeramente. Telegrafió a las oficinas de la agencia Ansa una crónica titulada: ‘El muro ya no existe’. A las pocas horas caía una de las fronteras más vergonzante que ha sufrido la Europa contemporánea.
El adelanto electoral decretado por Mañueco evidencia, asimismo, otro síntoma: el enésimo reajuste del panorama político españo
El adelanto electoral decretado por Mañueco evidencia, asimismo, otro síntoma: el enésimo reajuste del panorama político español. Definitivamente Ciudadanos deja de contar como opción política con relevancia. Quedan los reductos de Andalucía y del Ayuntamiento de Madrid, pero finalizarán cayendo como lo hicieron las murallas de Jericó (hago propia la metáfora utilizada por Clark Gable en Sucedió una noche, la magistral obra de Frank Capra). Con toda probabilidad, Ciudadanos acabará refundándose. Es el signo de los tiempos. Pero es significativo cómo, sintiéndose una gran parte de los electores españoles de centro, los partidos políticos que han intentado ocupar este espacio han terminado viniéndose a pique, fueran CDS, UPyD o Cs. No es un fenómeno solo español, por cierto. Y cuando los dos grandes, PP y PSOE, se han arrimado al centro es cuando mejores réditos electorales han obtenido.
La opción de los gobiernos de centroderecha se ha agotado antes incluso de perfeccionarse su propia formulación
Pero es probable que ello pertenezca al pasado. En las actuales circunstancias, todo indica que la ausencia de mayorías absolutas debido a la fragmentación política haga que resulten necesarios acuerdos o coaliciones con los más radicales, a izquierda y derecha. Se está viendo en el Gobierno del Estado formado por PSOE-Podemos-IU y se experimentará en el futuro entre PP y Vox. La duda reside en si ello supondrá una pérdida de radicalidad de los hasta ahora minoritarios, o al revés. En todo caso, el PP ha quemado las naves: ya sabe que si quiere tocar baza en un futuro próximo y remoto su única opción viable, salvo en los casos en que exista una mayoría absoluta —algo que, repito, es poco probable con la actual fragmentación política y con la aplicación de la ley d´Hont—, es el apoyo o la coalición con Vox. Es una cuestión sumatoria. La opción de los gobiernos de centroderecha se ha agotado antes incluso de perfeccionarse su propia formulación. No ha habido tiempo para ello. Lo mismo que los ejecutivos de centroizquierda. Ciudadanos quiso en su día comerse al PP. Ello le condujo a oponerse a un acuerdo con el PSOE —curiosamente, después de haber firmado meses antes un programa con Pedro Sánchez— y a intentar fagocitar al PP, a quien le mojó las barbas, electoralmente hablando. El ansia desmesurada de Albert Rivera —no digo que no fuera legítima— llevó a una recomposición transitoria del panorama político. El castigo electoral a aquella aventura y el recelo de un PP zigzagueante en lo político y sin posición asentada, ha hecho el resto. Todo lo anterior se va evidenciar en estas elecciones, en donde los focos van a dirigirse —de manera extraordinaria— a Castilla y León. Síntoma y espejo del nuevo del nuevo mapa político. Solo por eso ya resultan atractivas.
