Aún a riesgo de erigirme en portavoz de un colectivo al que no represento, me atrevo a asegurar que somos muchos los que, al escuchar a John Lee Hooker, Joe Satriani, Gary Moore, Eric Clapton, Mark Knopfler o Angus Young, pensamos que cualquiera de sus solos de guitarra merecerían escucharse con el mismo respeto en una sala de conciertos que a las mejores orquestas, cuartetos o grupos de música clásica.
Quien más o quien menos recuerda emotivos fraseos de guitarra como el magnético inicio de ‘Thunderstruck’ de AC/DC o el duelo de guitarras de ‘Hotel California’ de Eagles, y los escucha saboreando cada matiz de esas guitarras eléctricas que a veces aturden, y las más emocionan.
Asociada siempre al rock, al pop o al blues, la guitarra eléctrica es un instrumento denostado por los puristas de la música, al atribuirle poca “clase” frente a otros de mayor historia, prestancia o glamour. Quizá muchos de ellos cambien de opinión si tienen la oportunidad de escuchar a los 15 virtuosos guitarristas del grupo Simphonity, que pusieron el brillante contrapunto a las Noches Mágicas de La Granja con un concierto en el que dejaron probadas muestras de que es un instrumento capaz de transmitir tanta emoción como cualquiera si son manos expertas y talentosas quienes acarician sus cuerdas.
Afortunadamente, no es la primera vez que Segovia disfruta de este grupo, y el pasado año llegaron a la capital de la mano de la Fundación Don Juan de Borbón para ofrecer un inolvidable concierto en el Festival de Segovia.
Así, muchos de los asistentes al concierto ofrecido en la noche del domingo en el patio de la Real Fábrica de Cristales ya conocían sus capacidades, pero quienes les escucharon en directo por primera vez quedaron a buen seguro sorprendidos por la riqueza de matices que las guitarras eléctricas ofrecen en algunas de las obras maestras de la música clásica.
Así, escuchar la ‘Primavera’de ‘Las Cuatro Estaciones’ de Vivaldi, o piezas de Bach o Beethoven con las armonías de guitarras eléctricas sabiamente orquestadas y templadas es un espectáculo que asombra y que demuestra que para hacer música solamente es necesario el talento, el respeto y la sensibilidad, con independencia del estilo que se afronte o el instrumento que se toque.
Lo que está claro es que las guitarras de Simphonity son mucho más que guitarras, y el público que en la noche del domingo disfrutó de su espectáculo quedará marcado por la huella indeleble de una forma de entender la música alejada de las modas y enarbolando la bandera de la calidad y el buen gusto. Sin lugar a dudas, el mejor colofón para las Noches Mágicas de La Granja, que ofreció un fin de semana para recordar a los aficionados a la cultura y el espectáculo con mayúsculas.