Sin mover un músculo, Angela Merkel volvió a tumbar el pasado 30 de noviembre en el Parlamento alemán a todos los rivales que aspiran a impedir su reelección como canciller en las elecciones generales de septiembre de 2013.
La aprobación de las nuevas ayudas a Grecia por abrumadora mayoría demuestra que la líder cristianodemócrata (CDU) sigue logrando lo imposible: convertir su mayor amenaza, la crisis del euro, en su arma más efectiva para acorralar a la oposición socialdemócrata (SPD).
«Los contribuyentes alemanes recibirán la cuenta del rescate a Atenas. Tarde o temprano. Pero, entre tanto, el Gobierno va dando rodeos hasta las elecciones. Y tiene la suerte de que la oposición no hace las cosas mucho mejor», resumió el semanario Der Spiegel.
La ecuación es sencilla. La mandataria se convirtió deliberadamente en el rostro de la austeridad, una postura tan antipática para Europa como popular entre sus compatriotas. En la práctica se ve obligada a impulsar en la Cámara un sinfín de ayudas a Grecia.
La inconsistencia entre dichos y hechos del Ejecutivo conservador deja a los socialdemócratas sin discurso propio. Malogran popularidad por criticar la austeridad y pierden iniciativa por apoyar a Merkel en el Parlamento. Un cóctel electoral poco prometedor.
La votación del pasado viernes, que dio luz verde al pago de un nuevo tramo de ayudas europeas por 43.700 millones de euros a Atenas, entre otras medidas, mostró a la oposición particularmente desorientada a la hora de encontrar argumentos para diferenciarse del Gobierno.
«El SPD mantendrá su línea y cumplirá con su responsabilidad en política comunitaria», anunció su candidato a canciller, Peer Steinbrück. El jefe parlamentario del partido, Frank-Walter Steinmeier, solo pudo acusar a la mandataria de mentir en el pasado sobre el país heleno. Poco pudo decir de su política actual, que estaba apoyando con su voto.
Y es que, a diferencia de su imagen exterior inflexible, ella no ha tenido el menor reparo en rectificar una y otra vez sus políticas.
Desde 2010, su Gobierno descartó ayudas a Atenas que luego aprobó, prometió limitarlas a máximos que después violó y fustigó herramientas como la compra de deuda pública por parte del Banco Central Europeo (BCE), que posteriormente avaló.
El sentido común esperaría que esos bandazos y la irritante sangría de ayudas a Grecia pasaran factura a la imagen del Gobierno. Las encuestas señalan lo opuesto cuando se trata de la apodada canciller teflón.
Un sondeo publicado en noviembre da a la CDU una intención de voto del 40%, el nivel más alto desde 2007. Merkel es la líder mejor valorada, con una aprobación del 68%. Le sigue la otra cara de la gestión de la crisis, Schäuble, con un 65%.
«El enfado con las medias verdades de la dirigente («ni un céntimo a Grecia», dijo alguna vez) es tan justificado como el sí socialdemócrata en el Parlamento», señaló el diario Die Welt sobre la encrucijada de la oposición. «Lo contrario sería, no solo un desastre político, sino también una declaración de bancarrota moral», apostilló.
El apoyo del SPD en votaciones clave también alimenta las opciones de otra gran coalición tras los comicios de 2013. A fin de cuentas, Steinbrück ya participó en la que presidió Merkel en su primer mandato (2005-2009), nada menos que como responsable de Finanzas.
Tampoco está claro cómo podrían reaccionar los votantes si la canciller debe llevar al Parlamento un nuevo rescate, por ejemplo el de España. O cuánto sufriría la su imagen si la economía germana se estancara por la crisis en plena campaña electoral y el desempleo vuelve a subir. Lo cierto es que algunos indicadores ya dan por hecho ese escenario.
