Los especialistas en historia de las religiones demuestran que en la historia el concepto de fiesta siempre tiene que ver con lo religioso. Dicho de otra manera: no hay fiesta si no es religiosa. Las fiestas paganas en la antigüedad eran religiosas aunque se dirigieran a un dios pagano.
Por tanto, se `puede decir que no hay fiestas laicas. Estas siempre tienen como referencia a algún ídolo: el emperador, el príncipe, el rey de la música, etc. De hecho, todos los homenajes a los ídolos tienen unas manifestaciones religiosas: pancartas, luces, procesiones o manifestaciones, etc. El laicismo no tiene imaginación y toma sus símbolos de las religiones.
El pasado 30 de noviembre Hellena Dalli, Comisaria Europea para la Igualdad, se vio obligada a retirar el borrador de un documento elaborado por su servicio que tenía como finalidad servir de guía para una comunicación inclusiva. En este caso, no aludía a cuestiones de género, sino a la diversidad de culturas europeas y aconsejaba sustituir las expresiones relacionadas con la Navidad por otras relacionadas con las fiestas.
Olvidaba que no hay fiestas si no tienen relación con un ídolo concreto aunque sea pagano o, como dice ella, laico. La ignorancia y la ideología son muy atrevidas. Por ello, aconsejaba que desde los despachos de la UE se sustituyera en los documentos lo relacionado con las Navidades por fiestas o vacaciones. Reconoció que el documento no servía a los fines que perseguía, es decir, que en lugar de promover la inclusión promovía la segregación. También había olvidado, ¡bendita ignorancia ideológica y laicista! que Europa tiene raíces cristianas y por ello la fiesta cristiana de las navidades forma parte del acervo cultural europeo.
Quizá no tenía la agenda actualizada y como comisaria de Malta se le había olvidado el objetivo de la visita del Papa Francisco a Chipre, Grecia y el Mediterráneo. Este descuido ha sido determinante para retirar el documento porque la finalidad de Francisco en su viaje es visibilizar a las minorías cristianas que están siendo social, política, cultural y administrativamente excluidas en espacios europeos.
En todo caso, algunos funcionarios de las instituciones europeas consideran que las tradiciones religiosas tienen que esperar a que ellos les concedan permiso para expresarse, porque entre sus responsabilidades está la de arbitrar la convivencia de confesiones religiosas. Para ello, suelen acudir a planteamientos laicistas que pretenden excluir las confesiones religiosas de los espacios públicos, minimizar sus energías en la dinamización de las instituciones públicas y despreciar la razonabilidad de todo lo que tenga matriz cultural religiosa.
En una cultura propia de la laicidad, no del laicismo masónico, se permite incluir, junto a las fiestas navideñas del nacimiento de Cristo, otras fiestas como la fiesta del Cordero o la fiesta del ayuno del Ramadán o incluso las fiestas de los juegos olímpicos recordando la religiosidad de la antigua Grecia. La primera no excluye a la segunda. Pero cultural e históricamente es razonable conocer que el cristianismo nació hace veinte siglos y fue configurando junto a la cultura latina y griega y posteriormente anglosajona la identidad europea.
Querer sustituir en Europa la cultura cristiana por la cultura de “la nada” es una sinrazón. Diríamos que es una cuestión ideológica en la que el poder y el que domina la economía y la política va creando o improvisando su propia cultura eliminando las culturas y tradiciones autóctonas en pro del negocio y de la ideología política de turno.
La comunicación inclusiva que pretende esta Europa, que sustituye las Navidades por las vacaciones o las fiestas, no se consigue excluyendo, despreciando o minusvalorando las confesiones religiosas que hicieron posible el espacio convivencial europeo. A diferencia de una comunicación segregadora o privatizadora la comunicación verdaderamente inclusiva se basa en el reconocimiento público, respetuoso, explícito y significativo de las confesiones religiosas.
El espacio europeo es el resultado de confesiones religiosas que no solo han aprendido a sobrevivir en democracias avanzadas, sino a convivir. A diferencia de otros espacios políticos en los que se anulan, se desprecian o se diluyen, en el espacio europeo se aventuran civilizadamente a convivir. Por eso, cuando estos días las autoridades políticas o administrativas excluyen intencionadamente símbolos, belenes, reyes, estrellas o nacimientos de los espacios comunicativos públicos no promueven la convivencia sino el resentimiento incívico y la soberbia.
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(*) Catedrático Emérito.
